martes, 23 de octubre de 2012

El hombre invisible



El hombre invisible se sentía solo. No destacaba sobre nadie aunque, ¿Cómo iba a hacerlo si era invisible?
Tenía amigos, pero cuando estaba con ellos se sentía como un espía más que como alguien del grupo.
Las mujeres no lo miraban, ninguna de ellas se fijaba en aquel hombre transparente que no quería más que sentirse realmente apreciado por alguien.
No entendía su situación, pero sabía que ahí estaba, no veía nada malo en sí mismo, o mejor dicho, no veía en él nada diferente al resto de personas pero aun así, algo tenía que pasar.
Si se ponía enfrente del espejo, la gente no veía más que el reflejo de la habitación en vez de la carne y huesos de su cuerpo, él en cambio, si se veía tal cual era.
El hombre invisible se sentía solo, y a consecuencia de esto, no lograba sentirse cómodo dentro de ningún entorno. Si iba con sus amigos, estos solo le recordaban su estado de transparencia, y si iba  a algún lugar por su cuenta, bueno, eso afirmaba sus sospechas.
Todo parecía oscuro en la vida del hombre invisible, nadie salvo él valoraba tanto la compañía y poca gente además de él, vivía con ese desagradable sentimiento de no tenerla realmente. Aun así, ya fuera por su naturaleza humana o simplemente porque no le quedaba otra, no podía evitar soñar en que allí, en aquel mundo que compartía con millones de personas, hubiera una mujer que pudiera ver lo invisible, alguien con quien encajar a la perfección y poderse sentir así, solos, juntos.

sábado, 20 de octubre de 2012

lunes, 1 de octubre de 2012

Niebla



Miró hacia… bueno, la verdad es que no sabía cómo llamarlo pero aun así su sorpresa ante tal grandiosidad y belleza hizo que se le parara el corazón.
Era bello, lo más bonito que un hombre podía ver, en eso no cabía duda, pero sin embargo, había algo mas, sentimiento, aquello por lo que no podía dejar de ver aquel “paisaje en niebla”, aquel gran espacio que le hacía sentir insignificante cortándole el aliento. Podía oír la música de las hojas entrechocar debido a la acción del viento, las piedras rodar y caer por el precipicio, las olas romperse contra los acantilados.
El olor a aire puro, ¿A qué olía? No lo sabía con claridad pero sin embargo allí estaba aquel olor asociado al frio de primera hora de una mañana con niebla.
Niebla que en esos momentos no le dejaba ver más allá de unos metros de donde estaba situado, pero eso no le quitaba la sensación que  le había provocado ese lugar.
En su piel, las gotas de rocío mezcladas con el sudor le refrescaban la larga caminata que había hecho para alcanzar esas alturas lejos de la civilización y de cualquier cosa hecha por el hombre.
Cerró los ojos no sin esfuerzo por separar la vista de todo aquello e intentó volver a notar su presencia en el mundo.
Nada importaba, nada podía pasar para que le quitaran ese momento, solo existía la niebla y lo demás, eran cosas secundarias.