Soy de esas personas a las que les gusta pasar desapercibidas, no soy
introvertido, ni mucho menos, simplemente no me gusta sobresalir ya que no
considero tener razones para hacerlo.
Como tal no pretendo destacar ni sentirme importante, y es por eso
mismo por lo que no soy de esas personas que encajan bien los piropos, acepten
con gusto los regalos o les guste recibir detalles.
Soy una persona que nunca se deja conocer completamente por nadie, siempre me guardo algo para mí. Soy alguien
que entra dentro de la normalidad que solo quiere vivir su vida feliz y a gusto,
ser uno más entre el bullicio, no alimentar mi ego con falsas cualidades que
solo me avergüenzan y me defraudan al
admitir que no tengo. No soy, y nunca seré el alma de la fiesta.
No me gusta sentirme egocéntrico y mucho menos que las personas crean
que soy así, simplemente me convierto en uno más dentro de la ecuación y con
ello, soy fiel a mí mismo aunque implique que el único que me conoce por
completo, soy yo.
Hay lugares en nuestra imaginación que no somos capaces de explicar,
lugares maravillosos que podemos plasmar en lienzos en blanco.
Lugares en sitios recónditos en los que nos gustaría perdernos para no
volver jamás y lugares que simplemente con sentir su sol, su viento su aroma…
nos valdría para ser felices.
Lugares fríos, calurosos o de climas templados, lugares en ruinas, o
con edificios aun por construir, lugares desolados o tan bulliciosos en los que
no cabria ni una sola persona más.
El ser humano es capaz de crear estos sitios al margen de las leyes físicas,
al margen de toda similitud con la realidad. Pero a su vez la realidad es capaz
de proporcionarnos cosas que nadie creería posibles si no las viera
previamente.
Estamos tan acostumbrados a las ciudades, las carreteras, y al no
silencio, que lo único que ansiamos es escapar por un momento y refugiarnos en
espacios únicos en el mundo, paisajes que, solo con verlos ya nos sintamos con
suerte de nuestra existencia.
El ser humano es un ser perfecto capaz de crear estos lugares, Gaya es
un ser perfecto capaz de tenerlos.
Oriol la miraba todas las mañanas al ir a comprar la fruta, soñando en
el día que tuviera valor para presentarse y por fin, conocer su nombre.
No era la frutera (aunque esta a decir verdad tampoco era fea), sino la
chiquilla que siempre se le adelantaba a la hora de coger el numero de la cola.
Sabía que para el resto del mundo ella podría pasar desapercibida, pero
para él resultaba ser de un atractivo que solo las personas que creen en el
amor a primera vista podrían conocer. No sabía nada de ella, pero su sonrisa le
había robado el corazón y sus ojos hacían que ardiera en deseos por saber más de ella.
Su voz era aun mejor, la oía leer la compra que tenia apuntada en un
pequeño papel y no podía evitar cerrar los ojos. Eran de esas voces de las que
no te importa su procedencia, solo volverlas a escuchar una y otra vez.
Pero entre todas esas cosas, nada se podía comparar con sus gestos. Si todo
lo demás había hecho que fuera a esa tienda cada día, las arrugas en la nariz
al sonreír, el hinchar los mofletes cuando estaba concentrada en algo, el hacer
sonar la lengua cuando se aburría esperando a la cola le había impedido pensar
en nada más que en ella hasta la hora de dormir.
Repito que no la conocía de nada, pero era lo que más deseaba en el
mundo, conocerla, saber su nombre, quién era, en qué trabajaba… pero nunca conseguía
tener acopio de valor para presentarse.
-Perdona, me he fijado que todos los días coges número detrás de mí y
siempre me he preguntado cómo te llamabas.
Oriol tardó un poco en reaccionar.
-¿Perdona? –repitió la chica mientras Oriol seguía ensimismado. –tal vez he sido un poco directa presentándome. Me
llamo Dakota.
-Oriol. –Respondió aun sin creerse lo que estaba pasando. “Dakota, se
llama Dakota”
A partir de ese momento todo siguió por sí solo, estuvieron hablando de
todas las cosas de las que se podían hablar mientras se tomaban un café,
rieron, discutieron sobre algunos temas, pero esa hora que estuvieron juntos se
convirtió en apenas unos segundos para ambos. Antes de separarse cada uno para su trabajo se
miraron y ella se atrevió a dar el primer beso.
-Una pena que me haya atrevido a decirte hola el día antes de mudarme. –dijo
con su frente pegada a la de él.
Ya habían hablado de su mudanza en la cafetería por lo que a Oriol no
le apareció por sorpresa el comentario y sin embargo, le dolió como si fuera la
primera vez que oía la noticia.
-Una pena que yo no me atreviera antes que tú. – se limitó a decir
antes de darse un último abrazo y desearla buen viaje.
A la mañana siguiente se levantó, se vistió y fue directo a trabajar,
no se molestó en ir a la frutería, allí no había nada más que fruta, y la
frutera.
Experiencias, unas son buenas y otras son
malas, nunca se sabe a dónde te llevaran, pero lo que sí es seguro, es que para
ser feliz, no hay que pensar demasiado, y tirar “palante”.
Que algo sale mal, no importa, tú no pienses y
tira “palante”. Que por el contrario te está yendo muy bien, esa suerte que has
tenido, pero igualmente tú no pienses y tira “palante”.
Del futuro uno ha de ser consciente, pero
para qué pasarlo mal con un presente que no existe.
Si
tiras “palante” lo dejas atrás (cosa que no pasa cuando estas quieto). Si piensas
demasiado nunca avanzas, ya que por cada
paso seguro, por cada depresión ganada, por cada logro alcanzado, yo ya habré
dado miles de ellos sin pensar.
Pasos inseguros eso sí, pero qué más da si
tras apoyar un pie en el suelo voy a mover el otro.
Experiencias hay muchas, buenas, malas, no
importa, siempre y cuando no te rindas, no pienses demasiado y tires…