jueves, 23 de noviembre de 2017

Memorias 9- "Spot"


Recuerdo mi sitio en A Coruña,  el lugar al que me iba a pensar en mis días malos,  un saliente mirando al atlántico y a la ciudad a la vez,  una ciudad abierta a la inmensidad que nos podíamos olvidar de su existencia si no fuera por esos momentos de parar.

Recuerdo el estar allí por la noite pensando en la situación del momento, solo con una cerveza fría.

Lejos de mi tierra viviendo por mi cuenta desde la temprana edad de los 17.

Soy quejica de más,  me gustaría pensar que lo era, pero pese a todas aquellas cosas que creía que gobernaban mi vida, una carrera que odiaba, una residencia que te daba las cosas hechas, que me daba una forma de vida totalmente contraria a mi forma de ser, unos padres algo más autoritarios de lo normal y que por suerte fueron cambiando con el tiempo, problemas de amoríos…

Pese a todas aquellas protestas, cuando estaba en ese rincón, birra en mano, mirando a un horizonte que otra ciudad no me podía ofrecer, me sentía con más suerte que nunca.

Poca gente puede decir que haya vivido esa experiencia, vivir al lado del mar, disfrutar del sonido de sus olas, compartir 24 horas de tu vida con gente que de otra forma no compartirías y llegar a considerarla parte de tu propia familia.

Tu propia vida ajena al resto

Sin nadie que te diga cómo vivir.

Soy un tío con suerte.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Filloa

Un viejo bebiendo agua en un bar de jazz, al escenario, una guitarra, un contrabajo y un violín. Nadie habla.

El viejo con los ojos cerrados, la calva brillante por la tenue luz ambiental y la humedad de su piel debido al calor del lugar.

La cabeza moviéndose al son de unos recuerdos que le llevan a tiempos en los que su mesa apoyaba más de un solo vaso.

El sitio es pequeño, no caben más de 6 mesas donde las parejas y los jóvenes disfrutan de los mismos ritmos.

El viejo sonríe con tristeza, la mirada ahora fija en una pared repleta de experiencias ajenas que no dejan ver el acabado que hay detrás.

¿Alguna vez estuvo él en un escenario parecido? ¿Cuál fue su historia?

Puede que hasta llevara un bar de ese mismo estilo.

Los ojos vidriosos lo dejan ausente del presente, solo la música y el pasado. Lo que ocurrió mezclado con su punto de vista, los borrones, las lagunas y las invenciones, lo que quiere creer, la añoranza… nunca podemos estar seguros al cien por cien de nuestra historia.

Las parejas a su alrededor disfrutando de la compañía, él sentado en su silla. El alcohol fluye, no para él.

¿Problemas con la bebida? ¿Malas experiencias quizás? ¿Nunca lo llegó a probar? ¿Salud?

El contrabajo marca el ritmo, la guitarra crea el ambiente, el solo de violín inunda todo.

¿Hubo una mujer en su vida? ¿Hijos? ¿Nietos tal vez? ¿A que dedicó sus años de juventud?

Sabe de música, la disfruta, su cabeza siguiendo el compás lo demuestra, el violín para en seco para dejar paso al solo de guitarra, el contra sigue marcando el ritmo, vuelve a sonreír, otro recuerdo, la escasa luz parpadeante ilumina un rostro de fascinación y tristeza, las sillas crujen al incorporarse las personas y cambiar de posición.

Al ambiente solo le falta el olor a humo de tabaco que seguro tuvo en su día.

Un viejo bebiendo agua en un bar de jazz.

Madera, oscuridad, alcohol, guitarra, contrabajo y violín. Un único nombre,

Filloa.

lunes, 13 de noviembre de 2017

Ciudad

Prefiero una plaza en la que se haga botellón a una plaza vacía.

Hace poco unos policías municipales me llamaron la atención por estar sentado en el suelo de un paseo marítimo, no estaba entorpeciendo el paso,  a decir verdad estaba en un extremo de una acera que debía de medir unos 6 m de ancho.

Un paseo que sólo sirve para el mero tránsito de ciudadanos que no pueden disfrutar del lugar si no es de pie o en uno de los bancos alineados cada 20 metros.

Las ciudades sirven para usarse.

Estoy más que harto que ver plazas vacías y espacios abiertos con grandes posibilidades que se quedan estancados en el tiempo por unas leyes políticas que no piensan en otra cosa que el dinero.

¿De qué sirve un parque si en él hay carteles de no pisar la hierba?

Ciudades que podría  estar llenas de vida quedan totalmente muertas siendo únicamente recorridos de comunicación para ir desde un punto A a un punto B, casa trabajo trabajo casa, y si no, ir a hacer la compra, super, cine, bar o cualquier otra opción en la que tener dinero es lo principal.

El no tocar,  no pisar y no traspasar queda a la orden del día.

Millones de calles, avenidas y por qué no,  repitamos, plazas y parques,  se privatizan con terrazas de bares en los que,  si no pagas,  lo siento mucho,  no puedes estar aquí.

Hace no tanto se hizo,  a mi forma de verlo,  un experimento en la plaza mayor de Madrid.

Se cubrió el pavimento libre de mobiliario, que estamos tan hartos de ver en todas las ciudades, con una alfombra de hierba y se dio plena libertad para usarla, ¿El resultado?  Bueno,  una imagen vale más que mil palabras.


Prefiero que se haga un botellón en una plaza a que esta quede vacía, prefiero calles abarrotadas a “malroyeras” prefiero el desgaste del uso,  aunque sea malo,  a una a ciudad muerta congelada en el tiempo.

Los espacios están para usarse, no lo olvidemos.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Que se ofenda quien se tenga que ofender (Generalizando)

Cada vez estoy más convencido de no querer ser arquitecto, esa intención y objetivo que me llevó a entrar en esa carrera se mantienen con más fuerza con el paso de los años y el aumento de conocimientos.

No quiero ser un gilipollas egocéntrico, no quiero que me resulten importantes un montón de mierdas que no lo son, no quiero ser un artistilla ni convertirme en aquellos que me han estado enseñando durante todos esos años. Esas personas a las que supuestamente debería tener respeto no me causan otra cosa que repulsión, en vez de ser gente modelo a seguir no son otra cosa que a evitar.

No me arrepiento de haber entrado en esa carrera, siempre tuve claro mi objetivo a la hora de entrar, he aprendido, he evolucionado y me ha dado una perspectiva del mundo que antes no tenía. Me he convertido en un gilipollas egocéntrico (como tantos otros) aunque trato de no serlo, trato de ver más allá, mi vida no es ni mucho menos la arquitectura, ahora mismo es mi trabajo, mí tiempo libre no pienso dedicarlo a ella, no es una pasión, ha sido un camino para alcanzar un objetivo. He sabido diferenciar entre la arquitectura y la carrera de arquitectura y  he descubierto que no me tiene que gustar una para gustarme la otra.

La gente siente rechazo hacia los políticos y la policía municipal, son empleos que prácticamente nadie respeta, no caen bien. Yo a su vez les he cogido un particular asco  a los profesores y si alguien me dice que es arquitecto mi principal tendencia es evitarlo también. Admito que no es otra cosa que un prejuicio que no puedo dejar de tener, el tiempo y la experiencia me ha llevado a asumir esos sentimientos negativos hacia ese tipo de personas. ¿Habré tenido mala suerte? Puede ser, pero hablo de lo que conozco y al igual que a alguien no le gusta cierto tipo de comida porque en su momento le hizo vomitar, eso mismo me pasa a mí a la hora de pensar en ciertas profesiones.

Creo que la personalidad va unida al tipo de estudio, creo que como en todo, siempre hay excepciones, y creo que asumiendo las bajas civiles siempre se puede generalizar estando convencido de que los daños a inocentes serán los mínimos.

Contradiciéndome también creo que cada persona es un mundo, y que a la mínima que alguien que no debiera, resultara herido, uno no puede lanzar bombazos al aire.

Generalizo y está mal, por muy opinión mía que sea, lanzo mis bombazos, pero hoy por hoy, que se ofenda quien se tenga que ofender.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Memorias 8- "Tiempo de meditación"



     Cerveza en mano, pitillo en la otra, boli y papel.

     Últimamente me estoy acostumbrando a escribir con esta rutina, ya casi nada de lo que escribo es digno de colgarse en este blog, ¿Digno? Bueno mejor dicho no cumple con los requisitos que yo mismo me pongo para ello. De cada entrada aquí colgada hay otros tres o cuatro relatos de opinión y poemas que manchan las páginas de este cuaderno que tengo ahora mismo entre mis manos.

Si ahora me preguntaran qué tal estoy, diría que no me quejo, el trabajo me lleva casi todo el tiempo del día, si a ello le unimos el salir a correr, gimnasio, escalada y salir de vez en cuando a tomarme algo, la semana queda completamente cubierta. Estoy cansado, me duele todo, pero lo cierto es que estoy a gusto conmigo mismo. A veces hasta me puedo permitir bajar al Macondo (el bar de debajo de casa) para tener este tiempo de relax y meditación.

Sigo en contacto con mis viejos amigos, en esta nueva ciudad he conocido algunos nuevos, el recibimiento nunca podía haber sido mejor que el que he tenido, pero hay gente que, por muchos kilómetros haya de por medio, seguirán formando parte de mi vida, esos siete años en Coruña no se van a borrar así como así.

Los que desaparecieron he de decir que dudo que me reconocieran ahora, siento que tanto física como mentalmente he cambiado, ya no soy ese crio debilucho y callado de mi pasado, para bien o para mal el tiempo pasa y sobre mi ha hecho mella, más pecados a la espalda escondidos entre la experiencia, los errores y el aprendizaje, no soy mejor, y me gustaría pensar que tampoco peor, pero sí está claro que diferente.

El correr diariamente hace de mi mente un espacio limpio de preocupaciones, la escalada me marca una nueva pasión que no conocía, el gimnasio como siempre en todos estos años me marca una rutina.

Apuro el cigarro y la cerveza antes de seguir escribiendo, estoy bien, todo lo ocurrido en estos años ahora se ve como un sueño, mi presente, aun parece algo irreal a la espera de acostumbrarme.