martes, 4 de diciembre de 2018

De artistas y artistillas



De artista y artistillas. 

Llevo nada menos que 9 años estudiando Arquitectura y hoy, a falta de un proyecto que resolver, sigo viendo la decadencia de todo lo que me rodea en un ambiente que debería resaltar por su grandeza.

Al igual que un estudiante recién salido de la escuela de Bellas artes sale con el derecho a denominarse artista, y poder tomarse ciertas libertades a la hora de ver la realidad y moldearla a su gusto, un arquitecto tiene que tener siempre dicha realidad como base de cualquier proyecto.

Un arquitecto no es ni mucho menos, un artista.

Desde el primer año en el que empecé con esta carrera de a fondo no he parado de ver artistillas a mí alrededor. Gente que antepone la idea abstracta y el simbolismo a la tierra que pisa llegando a cimentar sus proyectos en no más que humo.

No somos artistillas por mucho que intenten que lo seamos.

Lous I. Kahn escribía que al igual que un pintor podía pintar una rueda cuadrada y un escultor esculpirla, puesto que su labor como artistas se lo permitía y no había nada malo en ello, un arquitecto estaba obligado a hacerlas lo más redondas posible para que pudieran cumplir, de la mejor forma, con su labor de rueda, un arquitecto podía permitirse un diseño de esa rueda, pero el terreno sobre el que afirmaba dicho diseño era una realidad tal como la de la propia función de la rueda.

Un arquitecto no tiene que olvidar para qué y quien hace lo que hace y su diseño (que también forma parte de su labor) no puede ser la base de todo ello.

Kahn a su vez diferencia entre “la casa”, “una casa” y “el hogar”.

“La casa” seria en todos los aspectos aquello por lo que ésta es lo que es, no hay diferencia en este caso entre una casa y otra, todas se componen de las mismas necesidades para cumplir su labor como casa.

“Una casa” ya contiene el toque arquitectónico que hace que se diferencie ésta del resto. Esta diferencia proviene de un diseño que se tiene que apoyar en las características del entorno y el proyecto que hacen que este sea distinto a otro proyecto de casa. Kahn llama a esto percatación, una unión entre el sentimiento y el propio pensamiento, no podemos dejar el diseño al puro simbolismo pero a su vez, la funcionalidad sin algo externo hace que nunca se llegue al estado de “una casa”.

Y aquí es cuando empiezan los problemas que en estos nueve años me han estado rodeando y que creo que rodean en si a este mundillo.

Cuando dicho diseño no proviene del mundo físico, si no exclusivamente del amor por el arte de su proyectista, o por simbolismos tan abstractos que no puedes hacer otra cosa que aplaudir por la gran imaginación de la persona, no puedo dejar de pensar que se ha equivocado de carrera, y es que muchos arquitectos en el fondo se han equivocado de carrera. En este caso la rueda seguiría cometiendo su función de rueda, seguiría siendo redonda, la parte del proyecto de la rueda estaría cubierta pero a la hora de pasar a ser una rueda, estaría repleta de adornos innecesarios que no se basarían en otra cosa más que en la propia gilipollez del individuo.

Kahn a su vez describe la figura de “el hogar”, es decir, la parte del proyecto que ya no controla, o no debería controlar el arquitecto, en la que una casa especifica es habitada por sus propios habitantes transformándola en el proceso.

De esto también se olvida el arquitecto de hoy en día que antepone sus dotes de artistilla a las personas para las que va dirigido lo que hace, busca el renombre propio sobre la vida misma de sus habitantes, y es que no deberíamos tener que recordarnos que influimos en las personas.

La arquitectura está hecha para aquellos que la viven, y aunque las ideas de la Bauhaus de la arquitectura como aquello que contiene todas las artes es algo que no se puede negar, también hay que aceptar que no podemos permitirnos ser un arte como tal.

Con esto no quiero decir que la arquitectura buena tenga que ser algo sobrio que se limite a su función, como ya he dicho, el arquitecto también se hace responsable de su diseño, pero nunca basándose en una idea abstracta como si fuera una verdad absoluta, y mucho menos mintiéndose a uno mismo diciendo que las cosas salen de algo que realmente se ha pensado a posteriori. (He usado este material porque simplemente me ha parecido el más adecuado, no porque haya querido hacer un guiño a una casa que he visto a quilómetros de distancia)

Un proyecto cubre un programa y resuelve unos problemas de la mejor forma posible, muchas veces metiendo el gusto personal en ello, eso es algo normal y de lo que uno no debe avergonzarse, lo que sí me parece vergonzoso es tener que recubrir ese “salió por que si”  con unas excusas artísticas y modernas que parece que estamos obligados a tener para obtener la aceptación en el gremio. Un evitar admitir una apetencia de un momento y unos gustos que parece que hay que tapar  con unos aires de falsa intelectualidad.

Un arquitecto no se puede permitir ser un artista ya que comete el error de convertirse en Artistilla, no puede dejar de pensar que sus decisiones afectan a unas personas y que, dentro del diseño, el “porque si” no necesita taparse con análisis innecesarios de una escala territorial para un proyecto situado en un ámbito pequeño por mucho simbolismo que haya en ello.

El porque si no debería ser perseguido siempre y cuando se use con cabeza tras un análisis previo, de hecho en la actualidad se usa en todos los proyectos, buenos y malos, aunque no se quiera admitir.

Por desgracia en la escuela que me ha tocado vivir la mentalidad es la contraria, nos enseñan a tener que recubrir las cosas con aires de intelectualidad, “ya está todo inventado” dicen, tenemos que hacer referencias por muy sin motivo que estas sean, tenemos que buscar lo espiritual dentro de las piedras y el lugar, analizar hasta el último detalle de un urbanismo por muy innecesario que este sea, controlar el hogar (crearlo nosotros mismos) hasta el punto de que, si nos critican o no pueden vivir en él, es que somos unos incomprendidos.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Opinión



Soy de los que responden al viejo dicho que dice,  “defiende lo que es tuyo y por favor, no toques los cojones”

El mundo tiene muchas cosas maravillosas, muchas fronteras en las que luchar y muy pocos años para el disfrute.

Muchos libros e historias que leer, mucha música que sentir, muchos labios que besar y cuerpos que abrazar. Ninguna guerra que no sea la tuya merece la pena, yo elijo mis propias guerras nadie más.

Las banderas no me representan, ni las opiniones ajenas, mi género, orientación sexual, color de piel o religión. Yo soy simplemente yo.

No me importa tu hipersensibilidad al igual que mi opinión no debería importarte, pero la tengo, la diga o no.

No me digas como tengo que ser, no me juzgues por no opinar igual, me importa una mierda.

Soy del viejo dicho que dice “Que me traigan palomitas para ver como se pegan los gilipollas”

No tengo ninguna verdad absoluta, solo mi verdad, un gris de entre los muchos existentes a los que se hacen oídos sordos y en ocasiones se ilegalizan.

Lo único que me  permite la libertad es poder dar la opinión personal de las cosas.

¿Somos actualmente libres?

lunes, 5 de noviembre de 2018

Café



El olor a café le despertó.

El frío de los pies se contrarrestaba con el calor de las sábanas que le cubría, el resto de su cuerpo desnudo, hasta el cuello.

La almohada con el hueco ya marcado del uso, le sujetaba la cabeza levantándosela la altura perfecta.

Oía la cafetera borbotear en la cocina, el lado izquierdo de la cama estaba vacío pero su mente, aun en estado semiinconsciente, no permitía que ocupara ese espacio.

“Ese espacio es de ella, después de hacer el café querrá volver a meterse como siempre” en su sueño la notaba en la espalda, ese calor tan agradable de un segundo cuerpo a su lado, su olor, la respiración, podía oírla reír, ese pelo que siempre se colocaba en la cara al dormir, casi la sentía moverse.

El sonido de la cafetera paró anunciando que había acabado con su labor.

El piso volvió a ponerse en el más absoluto silencio.

Abrió los ojos desperezándose en esa cama vacía, aun tardaría en despejarse del todo.

Había tenido un buen despertar, el olor a café invadía toda la habitación.

Aun medio dormido retiró las sabanas que le tapaban. El sol entraba a través de la ventana iluminando la habitación, el frescor le invadió haciendo que tiritara.

Se puso una camisa que estaba en el respaldo de la silla, los pantalones que estaban por el suelo, las zapatillas de estar por casa que ella le había regalado y salió hacia la habitación donde provenía aquel maravilloso olor.

Al cruzar la puerta la sonrisa de su cara ya se había borrado, ya estaba despierto, ya recordaba.

La cafetera robotizada le esperaba con su café listo de las mañanas, por lo demás,

nadie,

ella le había dejado, él no había comprendido por qué y nadie se lo había explicado.

Una sonrisa de recuerdo le volvió a brotar tras una pausa de desconcierto.

Bueno, lo mejor era asumir que no había podido ser.

Se sirvió el café dispuesto a proseguir con su vida, pese a todo había tenido un muy buen despertar.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Frases prestadas- frase 50


“Yo estudie en la Universidad de Pensilvania, y aunque todavía puedo apreciar los aspectos espirituales de esa formación, me he pasado todo el tiempo transcurrido desde mi titulación desaprendiendo lo que aprendí.”
Louis I. Kahn

domingo, 21 de octubre de 2018

Jappy (Ciudad de chabolas)



Empezó como todo empieza en este mundo, sin darle la mayor importancia,  pasando desapercibido salvo para unos pocos.

Alguna que otra pintada en algún que otro callejón de esos que da miedo cruzar por la noche.
Nada que durara más de un par de días antes de ser borrado y limpiado.

A base de la repetición, como todo, fue cobrando más renombre, poco a poco el payaso llorando fue abriéndose paso por más ciudades, empezó a aparecer en paredes de calles cada vez más transitadas, en señales y carteles de anuncios, hasta en algún que otro monumento.

Siempre el payaso llorando, nadie sabía quién lo pintaba, nadie sabía de dónde había salido pero allí estaba, cada vez más presente, la viva imagen de la realidad, de la tristeza, de la honestidad de un pueblo que no había hecho más que aceptar todo lo que se le había echado encima.

Se llegó a hacer tan visible que apareció hasta en la portada de algunos periódicos conocidos, los mismos periodistas que se dedicaban a buscar su imagen, le pusieron el nombre por el que empezó a conocerse, Jappy.

Este nombre, en contraposición con la imagen, mostraba la otra cara de la moneda, la civilización que Aldous Huxley mostraba en su libro “Un mundo feliz” repleta de gente que aceptaba sin rechistar su posición, en una sociedad totalmente drogada por el soma, y la estupidez humana de españolizar palabras inglesas cuando ya existen en su propio idioma.

Poco a poco Jappy empezó a salir fuera del país, Paris, Londres, Estambul… el payaso se volvió mundialmente conocido, no tardó en hacerse merchan con ánimo de lucro aprovechando el boom, camisetas, tazas, llaveros...

La policía lo reprochaba, los políticos amenazaban con denunciar a su creador, si lo encontraban, por enaltecimiento a la revuelta, incluso los más extremistas lo tachaban de terrorismo.

Jappy el payaso que en vez de reír, como su posición en el mundo le obligaba a hacer, mostraba su verdadero yo, su inconformismo ante la situación actual, ante los atentados hacia la libertad de expresión, la privatización, los políticos de mierda, una imagen que representaba a un pueblo.

Cuantos más murales se borraban más aparecían, más grandes, más visibles desde más puntos de la ciudad, lo que había empezado como un juego de un gamberro que lo había pintado por primera vez, se había convertido en un ideal de los pueblos descontentos, en un libro en “Fahrenheit 451”,  un pisapapeles de ámbar en “1984”, en el hombre que ríe en “Ghost in the Shell”.

Cuanto más se quejaban los jefes de estado más efecto revote se producía. Había pasado a ser una amenaza y ellos lo sabían, empezó a estar cada vez más presente en pancartas de manifestaciones, la viva imagen del inconformismo seguido con la frase “si algo nos permite la libertad, es poder dar la opinión personal de las cosas”.

martes, 16 de octubre de 2018

Juego


Sobrevivimos desde pequeños,
nadie nos enseña aunque lo parezca,
respiramos con el primer golpe,
el juego empieza.



Crecemos, jugamos, reímos y aprendemos.
Nos preocupamos, disfrutamos, amamos, perdemos.
Sufrimos y con ello evolucionamos,
repetimos una y otra vez,
nos tropezamos.

Luchamos por lo que queremos,
si tenemos suerte lo conseguimos
si no cedemos y retrocedemos para intentarlo de nuevo,
o no lo intentamos, paramos y cogemos otro sueño.

Trabajamos, trabajamos, trabajamos…
Del poco tiempo que queda disfrutamos, dormimos y comemos.
Socializamos y a su vez,
bebemos, bebemos, bebemos…
Rompemos las reglas y nos perdemos intentando convencernos de que todos son iguales,
salvo el particular grupo al que pertenecemos.
Nos diferenciamos y descubrimos en su momento que no fuimos más que necios.

Descansamos, recordamos, logramos entendernos y admitir que nos queda poco tiempo.
Y mientras,
bar, bar, bar, seguimos bebiendo…
Miramos atrás pretendiendo saber que conocemos los secretos del universo para los cuales fuimos ateos.
Intentando buscarle ahora un sentido a lo que desde el principio dijimos que era un juego.
Envejecemos como cualquiera con suerte de tener tiempo para envejecer.
Nos arrepentimos y lo aceptamos,
nos orgullecemos y lo seguimos haciendo.
Recordamos, nos entristecemos y alegramos al mismo tiempo.
Nos despedimos si podemos y morimos para volver a nacer de nuevo.
Dejamos lo que dejamos,
perdemos lo que tenemos,
pasamos a ser un mero sueño
alguien que existió mientras alguien lo crea,
luego ni siquiera eso,
Game over,
¿Vuelta al ruedo?

viernes, 12 de octubre de 2018

“No necesito que sea fácil, solo que sea posible.”



AVISO- esto es una simple opinión personal, para nada busca ser una verdad universal, siempre respetando las opiniones contrarias.

“No necesito que sea fácil, solo que sea posible.”

Una de las muchas patochadas dichas por el hombre del siglo XXI (hombre como término genérico refiriéndose al ser humano, no como género masculino)

Admitámoslo, nos gusta lo fácil, la ley del mínimo esfuerzo, es normal, no hay de qué avergonzarse, somos humanos.

Lo malo de lo fácil, es que lo puede hacer todo el mundo, y si hay algo que nos guste hacer al ser humano más que el vago, es destacar sobre los demás. Porque aunque nos repitamos una y otra vez que todos somos iguales, la realidad es que queremos sentirnos diferentes.

Es por eso por lo que buscamos la dificultad, no porque nos guste, si no por la extrema necesidad de ser una hormiga que se diferencie de la colonia.

Buscamos la dificultad pero no a ciegas, si de algo nos sirve nuestra inteligencia es para buscar aquello que se nos da bien y por ende, nos gusta y nos resulta fácil en términos de comodidad, siempre buscamos la cuesta abajo. En definitiva, necesito que esa dificultad que me he buscado sea lo más fácil posible para mí y no para el resto, destacando así sin tener que hacer más de lo necesario.

Sí, necesito que sea fácil, no nos dejemos engañar por las frases bonitas de facebook, en la actualidad estamos acostumbrados a caer en este tipo de palabrería, en el primer mundo donde las mayores preocupaciones es buscar una forma de poder vivir por uno mismo, y no dependiendo de otros, nos dedicamos a mentirnos para sentirnos bien con nosotros mismos.

Claro que quiero que sea posible, una obviedad que no necesita más explicación.

La dificultad solo se vence si se disfruta con ella, de otra forma se hace una bola que se vuelve casi imposible de superar.

No nos engañemos, no somos peor o mejor que nadie por buscar la cuesta arriba, somos todos hormigas que quieren destacar, pero solo a unas pocas se les da bien.

miércoles, 10 de octubre de 2018

Regreso a las flores del mal



Hagamos un ejercicio de imaginación, pongámonos en la hipotética situación de que vivimos en un mundo donde, por las razones que sean, se ha prohibido la construcción de los ahora en auge, centros comerciales.

Estos enormes titanes, gemelos unos a otros,  con cientos de tiendas apiladas, situados en la mayoría de las veces en las entradas y salidas de las ciudades, donde tienen más fácil acceso las personas que van a comprar allí sin necesidad de adentrarse en la propia ciudad pasan, del día a la noche, a cerrar.

Los centros, que actualmente buscan su peatonalización, irónicamente están cada vez más vacíos y muertos, las personas van a vivir al extrarradio, y los comercios, que antes pertenecían a pequeñas comunidades de autónomos que formaban plantas bajas de gran variedad y tipología, hoy en día se convierten en cascarones vaciados para dejar hueco a las grandes empresas con grandes firmas.

Todas las tiendas que antes formaban parte de la vida de las calles repletas de escaparates desaparecieron para largarse a estos grandes almacenes de entretenimiento y gasto, ya no existe más relación con el ciudadano que la necesidad de comprar algo e ir a comprarlo.

Pero volvamos a nuestra situación imaginaria.

Los grandes centros comerciales desaparecen y todo este conglomerado de tiendas no le queda otra que separarse y volver a buscar su hueco entre los bajos de las edificaciones preexistentes.

Las personas provenientes de otros núcleos de población que antes iban a hacer sus comprar a los núcleos comerciales, deciden meterse en la ciudad lo que genera una relación con la calle.

El casco antiguo se vuelve a revitalizar, la sensación de inseguridad de las calles vacías desaparece, aparece de nuevo la figura del paseante, de los viejos bulevares, pasajes repletos de tiendas y cafeterías que cruzaban manzanas, avenidas llenas de arboles para dar sombra a los viandantes, los cines y bares de barrio, los escaparates con personalidad y color, los soportales para proteger de la lluvia…

Si hacemos este ejercicio de imaginación de repente, lo que parecía algo tan drástico como prohibir algo de lo que estamos acostumbrados, no parece tan descabellado y se compagina con la idea actual de la peatonalización del centro, la revitalización de las ciudades, y la convivencia entre vecinos, pequeño comercio, ocio, paseo y sector terciario.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Ovento


Allí se olía a historia.

Nadie pensaba que fuera cosa de nadie ni nada en particular, pero olía a historia, eso seguro, el tiempo lo había hecho así.

Las calles medio vacías debido al temporal brillaban por la humedad de los adoquines y los muros de granito llenos de musgo mientras, las casa con más de un piso levantado de forma ilegal, por la necesidad y no por el acopio de enriquecerse con ello, se erguían silenciosas mostrando el paso de los siglos y las generaciones.

Ovento, un pueblecito costero de A Coruña conocido por poco más que sus habitantes, era un gran testigo del trascurso de una civilización que había estado al margen del resto del país, sin proponérselo se había convertido en un valioso almacén de su cultura, había evolucionado sin la presencia de agentes externos que influyeran.

Los aldeanos, ahora con una media de edad de 75 años, seguían con sus vidas sin ser conscientes de ello.

Su gallego ya perdido en el resto de la comunidad, aun mantenía ese acento inteligible salvo para sus vecinos, un idioma puro que no había sentido la necesidad de simplificarse para una mejor comprensión con el resto del país.

El silencio se veía envuelto por el goteo de la lluvia y las olas a lo lejos de un océano alborotado.

Las huertas de los alrededores eran fuente de alimento y quehacer durante el día mientras que, por la noite, la única taberna de las inmediaciones calentaba los cuerpos con su aguardiente casero endulzado y convertido, para el que lo prefiriera, en crema de orujo o licor café.

Los días grises, las lluvias y el verde de las montañas formaban parte del paisaje tan común para ellos como sorprendente para el resto, el olor a humedad y el frio creaba la personalidad perfecta una Galicia mágica.
El viento silbaba día a día por las callejuelas estrechas y los tejados de teja roja.

Las contraventanas de madera ya abierta por el tiempo, entrechocaban con las carpinterías del mismo material.

Los campos llenos de alpendes con herramientas de cultivos y arreos para los animales, lo único levantado por el hombre a las afueras obviando la inmensa red de caminos de tierra para acceder a las huertas.

Todo puro,

todo único.

Un día llegó la autopista.

martes, 25 de septiembre de 2018

Sinsentido 16


Se sentía sola, todos la evitaban, le tenían miedo sin apenas conocerla.

Nadie la quería, nadie le hacía caso, ella simplemente hacia lo que su trabajo pedía, comportarse como quien realmente era.

Y con ello conoció a gente de todo tipo de lugares con todo tipo de historias que trataban de conmoverla.
Personas diferentes se acercaban a ella, todos sin reservas le acaban abriendo sus puertas.

Los abandonados, los olvidados, aquellos que el tiempo les ofreció todo lo que había en oferta.

Los sabios que dejaron de serlo para pasar a vivir en un mundo que había dejado de pertenecerles y que realmente de nadie fue pertenencia.

Ella solo buscaba la compañía y ellos se la acababan dando sin dolencia, sabiendo que no era más que alguien que, viviendo sola y sin maldad, fue desterrada a conocer a todos aquello que en algún momento la rechazaron, y acaban deseando verla.

lunes, 27 de agosto de 2018

Sinsentido 15


Ya no pertenezco a donde pertenecía, eso lo veo,
los pájaros volaron de sus nidos a otros nuevos,
yo mirando con una alegría que pronto se convirtió en tristeza,
se fueron.
Sigo perteneciendo a esa vida en la que ser niño es bueno,
el resto en adultos se convirtieron
y aunque nadie quería, poco a poco aprendieron
y vieron que el pájaro que se quedó en su nido no merecía,
eran distintas manías, eran distintos sueños.
La separación era inevitable y por eso poco a poco rompieron
con el contacto que en su día fue intocable,
pero lo acabo siendo.
Ya no pertenezco a donde pertenecía
eso lo veo.
Las mismas voces seguían siendo,
pero no el mismo cuento.

sábado, 18 de agosto de 2018

Decisión



Cierro los ojos y ahí está,
se ve sencillo de primeras,
no saber cuánto tiempo durará pero el deseo siempre se muestra.

Lo que quiero está claro.
En esa oscuridad de mi pensamiento no existe nada más,
y todo da igual,
el futuro pasará pero el presente es sincero
todo es perecedero, hay que atreverse a saltar.

Las dudas vendrán y se irán,
los sueños sin cumplir se te clavarán en los pudieron haber sido pero no fueron.
Ir sobre seguro o saltar los muros sin saber qué hay detrás,
la eterna lucha de lo que quiero y lo que debo.

Abro los ojos y todo me invade,
las dudas, las críticas y demás cosas de las que todo el mundo cree que sabe.
Aquellos que decidieron seguir las normas del juego dejadme en paz,
solo yo sé en lo que creo, si es un error, dejadme errar,
intentar al menos tomar la oportunidad que sé que tengo.

Y es que es lo que quiero,
son mi vida y mis anhelos,
si soy capaz de dejarlo todo atrás es que lo vale,
dejadme luchar por ello.

Y quién sabe a dónde me llevará todo esto,
solo sé que es lo que debo por mucho que diga lo contrario mi cerebro,
esperar la oportunidad y lanzar las dudas al suelo,
vivir mi día a día, nunca olvidar,
cerrar los ojos y hacer lo que veo,
que es lo que quiero,
lo que importa al final.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Mi maldición





Recuerdo muy bien mis recuerdos casi como si de un video se tratara,
recuerdo los sonidos, recuerdo las personas, sus formas de expresarse,
sus gestos.
Recuerdo cada palabra de la conversación más simple, la forma en la que estas fueron dichas,
los acentos.
Recuerdo todos los momentos que pasé con una persona, los malos y los buenos,
con la mayor calidad que la pantalla me permite,
mi pensamiento.

Puedo visitar todos los archivos sin quererlo,
todos los ficheros de mis sentimientos,
tengo una biblioteca entera de libros acumulados que se van abriendo ante mí sin mi permiso, sin tener en cuenta lo que necesito o quiero,
el deseo.

Mi cabeza da vueltas sobre la imagen,
con las letras y los números tal vez no sea bueno pero mi cerebro,
no tiene problemas con el recuerdo.

Recuerdo todo con demasiada nitidez,
como una película, como si lo estuviera viviendo en ese momento.
Mi maldicion de pensar que se activa sin remedio,
mi biblioteca particular que no para de aumentar
y aunque quiera hacer hueco tratando de olvidar no puedo.
Y aquí estoy una vez más a las tres de la mañana no dejando de pensar,
viendo imágenes sin parar en mi cerebro,
no durmiendo, escribiendo para que al menos esos cuentos se pasen al papel con el deseo de dejarlos pasar y no volver a verlos.

martes, 7 de agosto de 2018

Las voces del finlandes



En el salón de los sin voz donde las voces se encontraban,
el finlandés con su sombra emparejada bailando al son de las llamas de un candelabro que nadie encendió.
Un banquete que nadie preparó,
tres platos de comida imaginaria para los tres comensales que el finlandés contaba,
dos copas de vino tinto que nadie bebió.

Un trueno sonó,
y el relámpago que tras segundos pasaba la estancia iluminó.
El hombre sentado en su butaca,
solo,
viendo como las horas volaban mientras las sombras le hablaban,
él pidiendo compasión.

Tras de sí la gran mesa se hallaba,
no paraba de oír las risas de dos hombre y una mujer que allí se encontraban,
una gota de sudor por el cuello le corrió,
los cubiertos entrechocaba, la vajilla inexistente sonaba, las risas se alzaban y la cena continuó.

Y sin atreverse en ningún momento a mirar atrás solo lloraba,
solo se encontraba en aquella sala, con polvo y telarañas,
repitiendo la misma canción.

Ahora sus recuerdos le alcanzaban,
las voces le perseguían y le atormentaban,
los dos hombres y la mujer disfrutaban como si de una cena se tratara,
noche tras noche el finlandés a solas se sentaba escuchando lo que los desconocidos narraban,
sin atreverse a mirar atrás,
las voces de los sin voz.



jueves, 19 de julio de 2018

Cuaderno de viaje (Roma_04)



Y empecé este diario en el tren camino a Napoli y ahora lo acabo por el momento en el tren de vuelta a Roma.

Ha sido un día muy bueno, ha llovido, me he montado en el tren que no era camino a Pompei, me he bajado en un pueblo a mitad de camino, he andado hasta la siguiente parada para coger el tren que si era y finalmente he llegado a la 1:00.

Pompeya me ha dejado un sentimiento de pena, un pueblo-ciudad de aquel tamaño y estatus… un lugar con vida condenado a vivir para siempre de forma agónica, congelado en el tiempo y en la imaginación de todos los que la visitamos.

Una población que ha perdurado en su plenitud gracias a una catástrofe conocida por todos.

El sentimiento que genera ver los moldes de hombres, mujeres, niños y mascotas en sus últimos momentos de vida… sus posturas…

Los pasos de cebra, el circo, el coliseo, los templos, prostíbulos y tabernas, todo conservado como si no hubieran pasado 2000 años.

Una ciudad de antaño llena de vida hoy convertida en un parque temático que hay que ir a ver en algún momento.

Estos días están pasando más rápido de lo que me gustaría, ya solo queda mañana y pasado vuelta a la realidad.

Ahora coger otro tren.