lunes, 16 de abril de 2018

Memorias 10- Maratón



Hace siete meses me propuse un objetivo que hacía tiempo que quería realizar, prepararme una maratón en condiciones. 42 km corriendo, 42km  inalcanzables para mí desde la primera ver que hice media maratón y quedé destrozado en el proceso, estaba claro que me esperaba un duro recorrido si quería poder lograr acabarla el día de aquellas lejano, que tocara correrla.

Se ha escrito mucho del correr, mucho de este tipo de carreras de las que se cuestiona su razón de ser, el hecho de cansarse, de hacer algo potencialmente dañino para el cuerpo, hacer algo que te llena por dentro y te demuestra de lo que eres capaz, no es algo que comprenda mucha gente su atractivo y tal vez por eso la hace tan apetecible. Se ha escrito mucho del tema y me enorgullece ser uno de los que puede hacerlo después de todo el recorrido marcado en una dirección.

Hace siete meses, aprovechando mi cambio de vida,  me propuse correr todos los días una hora y tomarme en serio este objetivo, algo que en un principio parecía lejano fue acercándose poco a poco hasta que el día de ayer llegó el momento.

Fue duro, mucho más de lo que esperaba, con una marca de cuatro horas y veinte minutos fui finalmente capaz de acabarla y todo el sufrimiento del proceso cobró sentido de golpe.

Estaba preparado para los 21km, llevaba corriendo esas distancias a mis espaldas todos los Domingos desde hacía ya dos meses y tres años participando en la carrera de la media maratón de Coruña con la que fui mejorando mis tiempos de forma claramente visible. La media maratón pasó de ser algo que me había destrozado físicamente a algo que podía hacer prácticamente a diario sin sufrir agujetas posteriormente.

La tercera hora del recorrido fue la que empezó a avisarme de lo que se me venía encima, en la última vuelta es cuando me tope con el famoso muro, el momento en el que el cuerpo dice ya basta y se niega a continuar, a partir de ahí solo sirve la cabeza que no para de darte ánimos para continuar si o si.

La última hora y veinte fue un conjunto de gemelos subidos, espalda dolorida y tobillos palpitantes. La respiración y el cardio por suerte en ningún momento fueron un problema pero, debido a la situación muscular en la que me encontraba, mi velocidad disminuyó de forma exponencial, mi pequeño infierno personal del que podría haber huido en cualquier momento con tan solo renunciar.

Iba de avituallamiento en avituallamiento pensando continuamente que no tenía ninguna prisa por llegar, que había que tener paciencia y que el tiempo, ya no la distancia ni el ritmo, acabaría llevándome a la meta.

Ha sido una experiencia que me ha cubierto este año tan extraño, un objetivo del que no me arrepiento haber comenzado y que tengo la intención de repetir. Cuatro horas y veinte que no son otra cosa que el ver de qué esta hecho el cuerpo y de lo que es capaz. Forzar la maquinaria hasta niveles de los que no te creías capaz.

Coruña ya está lejos, he vuelto a casa dolorido y con el orgullo por los techos.

 Ahora toca descansar y marcarme nuevos planes de futuro que demuestren que esta vida no es solo el trabajo que a diario nos va consumiendo.

Objetivo cumplido.



miércoles, 4 de abril de 2018

Aprendizaje



Bebo de los versos de mi abuelo, de mis experiencias pasadas que sin saberlo me fueron llevando a donde estoy ahora.

Bebo de una vida de mierda que no cambiaría por nada, estoy entero, con mis más y con mis menos, pero entero.

Bebo del grial prohibido de tus labios secos, de los besos llenos de mentiras, llenos de futuros inciertos, vacíos de “tequieros” que quedaron atrás en los pudieron haber sido pero no fueron.

Bebo del gilipollas de turno que me dijo no puedo y yo, cabezota, hice todo por hacerlo.

Bebo de mis letras corridas por la lluvia que sin saberlo limpian mi conciencia perdida hace ya tiempo.

No seré yo quien diga lo que está mal y lo que por educación, costumbre o repetición, está bien para un público para el que los prejuicios son algo serio.

Bebo de un pasado del que aprendo sin avergonzarme, recordando mis errores y los de un pueblo que se empeña a negar su historia por penosa que sea, tropezando con las mismas piedras, cayendo en los mismos huecos, destruyéndose desde dentro, repitiendo los mismos versos.

Mi bandera es mi familia y mi apellido, pero también mis amigos con los que por decisión propia me encuentro, es la tierra en la que nací, el cielo que conozco desde que era pequeño y no me importaba la política, el racismo ni el género.

No paro de beber y aun así estoy sediento, sediento de lo que la vida me ofrece y yo sin miedo acepto.
Sediento de forzar mi cuerpo para ver si es capaz de llegar hasta el extremo sin romperlo.

Somos frágiles y sin embargo no sabemos lo que podemos alcanzar si no nos atrevemos.

La vida es demasiado corta y yo un necio que quiero aprenderlo todo, vivirlo, experimentarlo y seguir cambiando según bebo.