lunes, 27 de agosto de 2018

Sinsentido 15


Ya no pertenezco a donde pertenecía, eso lo veo,
los pájaros volaron de sus nidos a otros nuevos,
yo mirando con una alegría que pronto se convirtió en tristeza,
se fueron.
Sigo perteneciendo a esa vida en la que ser niño es bueno,
el resto en adultos se convirtieron
y aunque nadie quería, poco a poco aprendieron
y vieron que el pájaro que se quedó en su nido no merecía,
eran distintas manías, eran distintos sueños.
La separación era inevitable y por eso poco a poco rompieron
con el contacto que en su día fue intocable,
pero lo acabo siendo.
Ya no pertenezco a donde pertenecía
eso lo veo.
Las mismas voces seguían siendo,
pero no el mismo cuento.

sábado, 18 de agosto de 2018

Decisión



Cierro los ojos y ahí está,
se ve sencillo de primeras,
no saber cuánto tiempo durará pero el deseo siempre se muestra.

Lo que quiero está claro.
En esa oscuridad de mi pensamiento no existe nada más,
y todo da igual,
el futuro pasará pero el presente es sincero
todo es perecedero, hay que atreverse a saltar.

Las dudas vendrán y se irán,
los sueños sin cumplir se te clavarán en los pudieron haber sido pero no fueron.
Ir sobre seguro o saltar los muros sin saber qué hay detrás,
la eterna lucha de lo que quiero y lo que debo.

Abro los ojos y todo me invade,
las dudas, las críticas y demás cosas de las que todo el mundo cree que sabe.
Aquellos que decidieron seguir las normas del juego dejadme en paz,
solo yo sé en lo que creo, si es un error, dejadme errar,
intentar al menos tomar la oportunidad que sé que tengo.

Y es que es lo que quiero,
son mi vida y mis anhelos,
si soy capaz de dejarlo todo atrás es que lo vale,
dejadme luchar por ello.

Y quién sabe a dónde me llevará todo esto,
solo sé que es lo que debo por mucho que diga lo contrario mi cerebro,
esperar la oportunidad y lanzar las dudas al suelo,
vivir mi día a día, nunca olvidar,
cerrar los ojos y hacer lo que veo,
que es lo que quiero,
lo que importa al final.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Mi maldición





Recuerdo muy bien mis recuerdos casi como si de un video se tratara,
recuerdo los sonidos, recuerdo las personas, sus formas de expresarse,
sus gestos.
Recuerdo cada palabra de la conversación más simple, la forma en la que estas fueron dichas,
los acentos.
Recuerdo todos los momentos que pasé con una persona, los malos y los buenos,
con la mayor calidad que la pantalla me permite,
mi pensamiento.

Puedo visitar todos los archivos sin quererlo,
todos los ficheros de mis sentimientos,
tengo una biblioteca entera de libros acumulados que se van abriendo ante mí sin mi permiso, sin tener en cuenta lo que necesito o quiero,
el deseo.

Mi cabeza da vueltas sobre la imagen,
con las letras y los números tal vez no sea bueno pero mi cerebro,
no tiene problemas con el recuerdo.

Recuerdo todo con demasiada nitidez,
como una película, como si lo estuviera viviendo en ese momento.
Mi maldicion de pensar que se activa sin remedio,
mi biblioteca particular que no para de aumentar
y aunque quiera hacer hueco tratando de olvidar no puedo.
Y aquí estoy una vez más a las tres de la mañana no dejando de pensar,
viendo imágenes sin parar en mi cerebro,
no durmiendo, escribiendo para que al menos esos cuentos se pasen al papel con el deseo de dejarlos pasar y no volver a verlos.

martes, 7 de agosto de 2018

Las voces del finlandes



En el salón de los sin voz donde las voces se encontraban,
el finlandés con su sombra emparejada bailando al son de las llamas de un candelabro que nadie encendió.
Un banquete que nadie preparó,
tres platos de comida imaginaria para los tres comensales que el finlandés contaba,
dos copas de vino tinto que nadie bebió.

Un trueno sonó,
y el relámpago que tras segundos pasaba la estancia iluminó.
El hombre sentado en su butaca,
solo,
viendo como las horas volaban mientras las sombras le hablaban,
él pidiendo compasión.

Tras de sí la gran mesa se hallaba,
no paraba de oír las risas de dos hombre y una mujer que allí se encontraban,
una gota de sudor por el cuello le corrió,
los cubiertos entrechocaba, la vajilla inexistente sonaba, las risas se alzaban y la cena continuó.

Y sin atreverse en ningún momento a mirar atrás solo lloraba,
solo se encontraba en aquella sala, con polvo y telarañas,
repitiendo la misma canción.

Ahora sus recuerdos le alcanzaban,
las voces le perseguían y le atormentaban,
los dos hombres y la mujer disfrutaban como si de una cena se tratara,
noche tras noche el finlandés a solas se sentaba escuchando lo que los desconocidos narraban,
sin atreverse a mirar atrás,
las voces de los sin voz.