martes, 4 de diciembre de 2018

De artistas y artistillas



De artista y artistillas. 

Llevo nada menos que 9 años estudiando Arquitectura y hoy, a falta de un proyecto que resolver, sigo viendo la decadencia de todo lo que me rodea en un ambiente que debería resaltar por su grandeza.

Al igual que un estudiante recién salido de la escuela de Bellas artes sale con el derecho a denominarse artista, y poder tomarse ciertas libertades a la hora de ver la realidad y moldearla a su gusto, un arquitecto tiene que tener siempre dicha realidad como base de cualquier proyecto.

Un arquitecto no es ni mucho menos, un artista.

Desde el primer año en el que empecé con esta carrera de a fondo no he parado de ver artistillas a mí alrededor. Gente que antepone la idea abstracta y el simbolismo a la tierra que pisa llegando a cimentar sus proyectos en no más que humo.

No somos artistillas por mucho que intenten que lo seamos.

Lous I. Kahn escribía que al igual que un pintor podía pintar una rueda cuadrada y un escultor esculpirla, puesto que su labor como artistas se lo permitía y no había nada malo en ello, un arquitecto estaba obligado a hacerlas lo más redondas posible para que pudieran cumplir, de la mejor forma, con su labor de rueda, un arquitecto podía permitirse un diseño de esa rueda, pero el terreno sobre el que afirmaba dicho diseño era una realidad tal como la de la propia función de la rueda.

Un arquitecto no tiene que olvidar para qué y quien hace lo que hace y su diseño (que también forma parte de su labor) no puede ser la base de todo ello.

Kahn a su vez diferencia entre “la casa”, “una casa” y “el hogar”.

“La casa” seria en todos los aspectos aquello por lo que ésta es lo que es, no hay diferencia en este caso entre una casa y otra, todas se componen de las mismas necesidades para cumplir su labor como casa.

“Una casa” ya contiene el toque arquitectónico que hace que se diferencie ésta del resto. Esta diferencia proviene de un diseño que se tiene que apoyar en las características del entorno y el proyecto que hacen que este sea distinto a otro proyecto de casa. Kahn llama a esto percatación, una unión entre el sentimiento y el propio pensamiento, no podemos dejar el diseño al puro simbolismo pero a su vez, la funcionalidad sin algo externo hace que nunca se llegue al estado de “una casa”.

Y aquí es cuando empiezan los problemas que en estos nueve años me han estado rodeando y que creo que rodean en si a este mundillo.

Cuando dicho diseño no proviene del mundo físico, si no exclusivamente del amor por el arte de su proyectista, o por simbolismos tan abstractos que no puedes hacer otra cosa que aplaudir por la gran imaginación de la persona, no puedo dejar de pensar que se ha equivocado de carrera, y es que muchos arquitectos en el fondo se han equivocado de carrera. En este caso la rueda seguiría cometiendo su función de rueda, seguiría siendo redonda, la parte del proyecto de la rueda estaría cubierta pero a la hora de pasar a ser una rueda, estaría repleta de adornos innecesarios que no se basarían en otra cosa más que en la propia gilipollez del individuo.

Kahn a su vez describe la figura de “el hogar”, es decir, la parte del proyecto que ya no controla, o no debería controlar el arquitecto, en la que una casa especifica es habitada por sus propios habitantes transformándola en el proceso.

De esto también se olvida el arquitecto de hoy en día que antepone sus dotes de artistilla a las personas para las que va dirigido lo que hace, busca el renombre propio sobre la vida misma de sus habitantes, y es que no deberíamos tener que recordarnos que influimos en las personas.

La arquitectura está hecha para aquellos que la viven, y aunque las ideas de la Bauhaus de la arquitectura como aquello que contiene todas las artes es algo que no se puede negar, también hay que aceptar que no podemos permitirnos ser un arte como tal.

Con esto no quiero decir que la arquitectura buena tenga que ser algo sobrio que se limite a su función, como ya he dicho, el arquitecto también se hace responsable de su diseño, pero nunca basándose en una idea abstracta como si fuera una verdad absoluta, y mucho menos mintiéndose a uno mismo diciendo que las cosas salen de algo que realmente se ha pensado a posteriori. (He usado este material porque simplemente me ha parecido el más adecuado, no porque haya querido hacer un guiño a una casa que he visto a quilómetros de distancia)

Un proyecto cubre un programa y resuelve unos problemas de la mejor forma posible, muchas veces metiendo el gusto personal en ello, eso es algo normal y de lo que uno no debe avergonzarse, lo que sí me parece vergonzoso es tener que recubrir ese “salió por que si”  con unas excusas artísticas y modernas que parece que estamos obligados a tener para obtener la aceptación en el gremio. Un evitar admitir una apetencia de un momento y unos gustos que parece que hay que tapar  con unos aires de falsa intelectualidad.

Un arquitecto no se puede permitir ser un artista ya que comete el error de convertirse en Artistilla, no puede dejar de pensar que sus decisiones afectan a unas personas y que, dentro del diseño, el “porque si” no necesita taparse con análisis innecesarios de una escala territorial para un proyecto situado en un ámbito pequeño por mucho simbolismo que haya en ello.

El porque si no debería ser perseguido siempre y cuando se use con cabeza tras un análisis previo, de hecho en la actualidad se usa en todos los proyectos, buenos y malos, aunque no se quiera admitir.

Por desgracia en la escuela que me ha tocado vivir la mentalidad es la contraria, nos enseñan a tener que recubrir las cosas con aires de intelectualidad, “ya está todo inventado” dicen, tenemos que hacer referencias por muy sin motivo que estas sean, tenemos que buscar lo espiritual dentro de las piedras y el lugar, analizar hasta el último detalle de un urbanismo por muy innecesario que este sea, controlar el hogar (crearlo nosotros mismos) hasta el punto de que, si nos critican o no pueden vivir en él, es que somos unos incomprendidos.