Me
considero un funcionalista, creo que lo importante de las cosas es que cumplan
con su labor de la mejor forma, que funcionen y funcionen bien, si algo no es
útil, por norma general no es importante ni necesario.
Me
considero un funcionalista y he de reconocer que en eso, la tecnología ha
avanzado a pasos agigantados, pero a su vez, mi vena romántica me dice que ha
dejado de lado otras muchas cosas.
Me
gustan los relojes de bolsillo pese a que sé que uno de muñeca es más práctico
y rápido, tiene ese qué se yo que hoy en día les falta a las cosas.
Las
brújulas, pese a que se que los móviles pueden cumplir con esa labor.
Los
zippos y las cerillas frente a los clíper de usar y tirar tan comunes hoy en
día. Los botones de los puños de las camisas, las gabardinas los vinilos…
Nada
de estos objetos reconozco que tienen lugar en este mundo, pero son objetos que
tienen un “alma” que ya no se crea, un libro de papel genera sentimientos que
un Ebook, pese a ser indudablemente mejor, no tiene. Una pluma no puede tener
ni punto de comparación a un boli bick pese a que está la tienes que ir
recargando.
Una
carta tiene un sentimiento que un correo es incapaz de apreciar.
A
veces me pregunto si viví realmente en la época correcta, soy funcionalista
pero reconozco que no todo es función, soy funcionalista y sin embargo me pregunto por qué vivo en un mundo en el que el “steampunk” es
simple ficción.