miércoles, 26 de mayo de 2021

TREINTA Y UNO (Jaime)

 



La gente no lee, la gente no cuestiona, la gente tiene miedo a que la acusen irracionalmente de algo que igual es o igual no.

La gente no piensa por sí misma, prefiere que se lo den pensado.

La gente no respeta, la gente sigue a ciegas una ideología que no comprende, compra los packs ideológicos esté de acuerdo o no con ellos, sin ni siquiera analizarlos.

La libertad de pensamiento está en peligro y así es como todos los extremismos comienzan.

U.S


David se dirigió a la puerta. Alguien estaba llamando al timbre con insistencia. Cuando hubo mirado quién era en la mirilla, bajó el arma y abrió.

-¿Qué son esas prisas? –Alex entró rápidamente apartándole a un lado.

Él volvió a cerrar.

-¿Has leído esto? –le preguntó enseñándole el libro que tenía entre sus manos. “Leyendas de Helmántica”, con todo lo ocurrido se había olvidado por completo.

Habían pasado dos días desde el entierro de sus padres. Había estado viviendo en su casa desde entonces. Todos le habían dejado su espacio, incluida su tía quien solo aparecía de vez en cuando para dormir y saber cómo se encontraba.

Cogió el libro interesado en su contenido, quería tener la mente ocupada.

–será mejor que lo leas. Tranquilo yo te espero.

Ambos se dirigieron al salón. Alex se dio cuenta de que David había estado durmiendo en el sofá.

-Tanto en su dormitorio como en el mío hay demasiados recuerdos. –le dijo. Las puertas de la casa estaban cerradas, solo la cocina, los cuartos de baño y el salón parecían estar habitados.

Se sentaron, David abrió el libro por donde estaba marcado, y comenzó a leer.

-¿Cuál es tu teoría? –preguntó una vez hubo acabado. Alex se había limitado a esperar a su lado. –el hombre sabio parece tener el Munin.  Parecía ser conocedor de la localización de la escalera, o eso nos hace creer el cuento pero, ¿Qué sacamos con eso?

-He pensado mucho en ello. Digamos que una de las normas base de los universos paralelos es que todos los puntos de cruce tienen sus gemelos ¿No? Si consideramos que la escalera es también un punto de cruce, solo que en vez de estar unido a dos universos lo está con absolutamente todos, ¿No es de extrañar que también tenga sus propios protectores?

-Creía que por eso mismo la ciudad era propensa a generar más no nacidos de lo habitual.

-¿Y si estuviéramos equivocados en esa afirmación? ¿Y si realmente existiera un protector de la escalera pero que está escondido bajo un pacto de silencio entre aquellos que cumplen la misma labor? Y si los no nacidos no fueran otra cosa que otro muro del cortafuegos.

-No entiendo ¿Estas insinuando que Jaime era un “guardián de la escalera” y que tanto los gemelos como los tatuadores lo sabían?

-Estoy diciendo que desde que existen los atlas existen los tatuajes identificativos que, no solo hacen la función de documento de identidad, sino que además nos unen íntimamente con los universos. De ahí la sangre de los tatuadores ¿Recuerdas?

Esa sintonía cuántica los gemelos la tienen por naturaleza y los tatuadores la consiguen tras la experiencia de muerte dentro de la arista.

Los no nacidos y las personas normales por otra parte, la tenemos que recibir por medio de los tatuajes. Por eso existe la Pavonia, una forma de heredar un don, la llave para abrir los puntos de cruce sin necesidad de un gemelo.

Las puertas enfrentadas son el gremio de los gemelos, la papisa el de los tatuadores.  ¿No te has planteado qué significa el Munin?

-El tatuaje del protector de la escalera.

 –Alex asintió con una sonrisa.

-El Munin sin embargo ya hemos visto que no es como ninguno de estos tatuajes, requiere que sea heredado. También sabemos que es más antiguo que los propios Atlas si hacemos caso a este manuscrito.

He estado pensando mucho en ello. El hecho de que el Munin se pase de unos a otros implica que no es simplemente identificativo, como ocurre con las puertas o la papisa, el Munin tiene que ofrecer algo más ya que si no, no necesitaríamos ni la piel ni el vial.

Tampoco es como la Saturnia porque entonces solo necesitaríamos la sangre y las tintas de la tatuadora para que esta nos pasara parte de su don. No, el Munin requiere el don de su anterior predecesor.

El trabajo de los gemelos en los puntos de cruce es de nacimiento. Cuando unos gemelos mueren o son demasiado viejos para hacer correctamente su labor, de repente aparece de forma natural un predecesor, o sea dos personas, uno para cada universo.

¿Pero qué ocurriría si solo muriera uno de los dos gemelos?

Ese caso es muy particular pero ambos sabemos que puede ocurrir. En ese momento la solución es fácil, se jubila el gemelo restante y aparecen dos nuevos para remplazarles. La naturaleza se autorregula sola. Con la escalera en cambio…

Suponiendo que esta tenga el mismo protector en absolutamente todos los universos, no es raro pensar que uno de ellos muera cada cierto tiempo sin afectar al resto. Ahí el hecho de estar jubilando a todos y  generando nuevos protectores cada vez que muere uno es imposible.

Es ahí cuando he caído en la cuenta. ¿Por qué un no nacido heredaría el Munin del anterior guardián llevándose consigo su don?

El no nacido no es más que un reserva, alguien que está en el banquillo y que entra en juego en lo que el protagonista principal se prepara. El no nacido toma el relevo del que ha muerto hasta que una nueva generación de protectores de la escalera aparece. Es entonces, cuando el Munin es devuelto a los descendientes verdaderos con el vínculo heredado por sangre del anterior.

Sé que son todo suposiciones pero tienes que admitir que todo encaja. –David la miró fijamente. La había estado escuchando todo ese tiempo tratando de no perderse por el camino.

-Es cierto que suena factible, pero ¿Jaime? ¿En serio? ¿Ese yonqui, protector de la escalera?

-También tuve mis dudas hasta que Adriana me habló de Susana ayer. La relación que tienen los gemelos entre sí es más cercana que la que tiene una persona con sus homólogos. Un ciudadano normal no llega a saber de la existencia de ellos en toda su vida, y aunque así fuera, el trato sería el mismo que si fueran dos personas distintas.

Por lo visto con los gemelos no pasa eso. Los gemelos literalmente son la misma persona. Comparten absolutamente todo, pensamientos, experiencias… todo. Adriana me dijo que Susana a veces llegaba a hablar en plural cuando se refería a sí misma y que en ocasiones se confundía y creía que habían pasado algunas cosas en ese lado que realmente habían pasado en el otro.

Imagínate, se liaba cuando compartía mente solo con una gemela. No quiero pensar que ocurriría multiplicado por infinito. Tiene que ser para volverse loco. No me extraña que recurriera a la química para perder parte de esa conexión.

David miró el libro, lo tenía abierto por el título de la leyenda. “La escalera perdida del rectorado” Iván debió de darse cuenta de la relación entre el hombre Sabio y Jaime. Debió unir los puntos al ver  que el tatuaje que tantas veces habíamos visto cuando eran niños era en realidad la prueba de que Jaime conocía la localización de la escalera.

David entendió en ese momento el entresijo en el que se había visto envuelto. No podía decir a nadie lo que había descubierto ya que eso hubiera implicado poner en peligro a la única persona, junto con su novia Jess, que había estado con él todo ese tiempo.

Había decidido dar su vida antes que traicionar a un amigo por miserable que éste fuera.

-¿Dónde nos deja esto?

-Donde siempre hemos estado. Tienes que tomar el relevo del Munin hasta que la nueva generación de guardianes aparezca. –Esta vez fue Santiago el que habló. Él e Irene estaban de pie en la puerta. Su tía seguía con las llaves aún en las manos. –lo que ha dicho Alex es cierto salvo por lo de que Jaime comparte conciencia con infinitos universos. Por suerte eso no es del todo cierto. El guardián solo tiene relación con los universos cercanos, es decir todos aquellos que tienen puntos de cruce en su mundo. No son pocos, llegan a ser millones de hecho, pero no infinitos. La generación de Jaime no pudo resistir ese nivel de estrés y recurrió a la heroína para ralentizar la actividad cerebral.

Sabiendo que eso le acabaría pasando factura se acercó a vosotros, los no nacidos de Salamanca, aquellos que le tomaríais el relevo en caso de que ocurriera algo. No tuvo en cuenta que por efecto rebote tus amigos se verían envueltos en la misma mierda que tomaba él. –todos miraron a S.J.

-Tú quién eres. –exigieron saber David y Alex al mismo tiempo.

Jara se desabrochó la camisa. En su pecho se encontraba el tatuaje del cráneo perfectamente visible.

-Lo que te ocurrió a ti me ocurrió en su día a mí. –Irene dio un paso atrás sorprendida.

-Espera, ¿Tú sabes dónde está la escalera?

-Eso solo lo sabe Jaime y lo sabrá su heredero. Yo solo guardo el símbolo hasta que aparezca su nuevo dueño. El paradero de la escalera me resulta desconocido, puedo sentirla pero no lo suficiente como para localizarla.

-¿Nos llevas vigilando todo este tiempo? –Irene parecía enfadada.

-Jaime me dijo que necesitaríais mi ayuda para conseguir el material de Gabriel y Galán. Me avisó de que te mandaría hacia mí. Me limité a esperar a que vinierais y ayudaros.

-¿Por qué no nos dijiste nada hasta este momento?

-Porque como ya os he dicho ni siquiera yo sé el paradero de la escalera y a vosotros tampoco os corresponde saberlo. Mi trabajo era asegurar que David cumpliera su propósito. De nada os sirve saber quién es Jaime. El saberlo solo le hubiera puesto más en peligro si Los Desaparecidos llegaban a atraparos como ocurrió con Andrea.

-Los desaparecidos se hicieron con otro Munin. –cayó en la cuenta David. Pasaron al otro lado a través del Yelinas para hacerse con todo lo necesario.

-El Yelinas está cerrado, ya no existe ningún punto de cruce en este mundo, es imposible que podamos hacer algo. –Irene parecía preocupada. -¿Qué ocurrirá si consiguen traspasar el tatuaje a uno de ellos?

-No van a poder hacerlo ya que creen que es como la Saturnia. No guardaron la sangre de Jaime cuando lo mataron. Creen que solo es necesaria la tinta especial de la tatuadora.  Simplemente le arrancaron el tatuaje para hacer la réplica exacta.

Además, siento decirte que el Jaime que murió para que tú huyeras era en realidad el de este universo, el que tanto Iván como tú conocíais. Cruzó al otro lado cuando tú lo hiciste para poder prepararte para lo que iba a venir. Después de haber conseguido el Munin del Jaime del universo de Ávila, eso sí.

-Pero no entiendo, ¿Entonces están buscando las tintas de la tatuadora equivocada? –S.J asintió. Irene y él se sentaron.

-Todo empezó cuando Alex llegó a Salamanca y conoció a Iván. Iván se vio envuelto en ese momento en un mundillo que antes era desconocido para él.

Iván llamó la atención de Los Desaparecidos quienes le contrataron en contra de su voluntad y le dieron ese libro que tienes en tus manos. Para ellos en un principio no tenía ningún valor, un documento que simplemente hace referencia a la escalera sin añadir ningún dato valioso. No al menos para ellos.

Iván se dio cuenta de quién era Jaime y debido a eso se acabó suicidando no encontrando otra salida.

La tarde en la que fuiste al piso de Jaime fue la misma tarde que ellos encontraron el diario de Iván y vieron entonces la importancia del libro de leyendas. Al igual que vosotros sumaron dos más dos y descubrieron quién era Jaime realmente. No esperaron para ponerse a buscarle.

Puesto que en este mundo estaba desaparecido fueron a por el Jaime del otro lado de Ávila. Ahí le pillaron desprevenido pero antes de morir logró llegar al palacio del rey niño.

Fue en ese palacio donde el Jaime de este universo se hizo con el Munin y el vial de sangre.

Cruzó el Yelinas para encontrarse contigo y darte la piel y el aviso de que te encontraras conmigo sin saber que eso iba a ser lo último que haría. Su objetivo era que tú tomaras el relevo por todos los medios.

-¿Pero entonces qué ocurre con este mundo? También se ha quedado sin protector. –a David le parecía haber comprendido todo. Se estaba acostumbrando a las conversaciones de aquel tipo.

-Eso es algo que desconozco. Ni Jaime ni yo esperábamos que muriera en el patio de escuelas y se hicieran con su tatuaje. Mucho menos predijimos el colapso con el que nos quedaríamos encerrados en este lado.

Igualmente tenemos los materiales para hacer el traspaso inicial.

Todos se quedaron en silencio. Había sido demasiada información en muy poco tiempo. Pensaran lo que pensaran S.J tenía razón, solo les quedaba una cosa por hacer.

En una televisión de una casa sonaban las noticias.

“Estados Unidos ha respondido a los misiles lanzados por Rusia. Europa sigue debatiendo qué hacer ante una situación tan inesperada por todos”

miércoles, 19 de mayo de 2021

TREINTA (La escalera perdida del rectorado)

 


Corría el año 1933 cuando me llegó a oídos esta historia que aquí os vengo a contar. Lo llamo historia ya que lo sucedido aquellos días, por muy seguro que esté, me tacharía de loco y cobarde en caso de llamarlo realidad.

Es por ello por lo que me mantengo en la leyenda y en un pequeño relato del que ustedes juzgaran su veracidad.

De aquellas faltaban aún tres años para que comenzara una guerra que por entonces no podíamos ni imaginar.

Yo, como joven estudiante de filología y asiduo amante de las artes,  asistía todos los días a los seminarios que impartían en la facultad que me correspondía, asombrado de aquel edificio y su magnificencia.

No conocía a nadie. Era mi primer año en aquella ciudad y aún no me había dado tiempo a habituarme a su ritmo.

Las mañanas las pasaba en aquel lugar rodeado de conocimiento y personas ansiosas de absorberlo. Las largas tardes las disfrutaba paseando por aquellas calles que emanaban historia entre sus piedras.

Recuerdo que ella se me acercó una de esas tardes. Yo estaba dibujando en mi cuaderno en un café de la plaza mayor cuando se me presentó.

“Eres Miguel ¿Verdad?” –yo al principio no supe que responder, dudé incluso de que se estuviera refiriendo a mi pese a haber dicho mi nombre.

Asentí sin estar muy seguro de aquello.

“Me llamo Teresa” tenía una voz suave pero decidida. Yo me había fijado en ella en más de una ocasión, al fin y al cabo, era la única mujer que asistía a los seminarios. Siempre se juntaba con el mismo grupo de chicos quienes la seguían a todas partes. De vez en cuando se les veía hablando con el bedel, un hombre viejo y esmirriado que paseaba de un lado a otro moviendo la escoba con desgana.

Se sentó en la silla de al lado sin preguntarme siquiera y me cogió el cuaderno para ver el dibujo sin mi consentimiento. Quise protestar pero aquella chica emanaba un aura de confianza contra la que era difícil resistirse.

“Tienes talento” dijo refiriéndose al dibujo. La verdad es que siempre se me había dado bien. Mi padre era arquitecto y me había transmitido su pasión por aquel arte. Por desgracia, y por más que insistiera, él se negó rotundamente a dejarme seguir sus pasos. “Demasiada gentuza hay ya en este mundo” se limitó a decirme. A él le apasionaba la arquitectura, pero simplemente no soportaba la imagen a la que había evolucionado la profesión de arquitecto. “A demasiados inútiles resentidos con la vida dejan enseñar” respondía cuando se le preguntaba por qué creía que se había degenerado tanto aquella profesión.

“Disculpe señorita, pero ¿Qué quería?”

Me dijo que era una estudiante de tercero. Había nacido en aquella ciudad dentro de una familia adinerada, por lo que no tuvo ningún problema en conseguir que le dieran los permisos necesarios para estudiar allí.

Prácticamente toda su vida le habían apasionado los idiomas, desde que de niña había descubierto una serie de cartas en una extraña lengua, mientras jugaba en el dormitorio de su padre.

Yo no sabía por qué de repente aquella mujer recién conocida me estaba diciendo todo aquello, por lo que me limité a escuchar curioso de a dónde me llevaba  dicha situación.

Me contó que se había tropezado con una baldosa mal colocada al lado de la cama. Al principio no le había dado más importancia pero al levantarla, se había encontrado con un arcón escondido bajo ella. Su curiosidad le había llevado a abrirlo y descubrir una serie de extraños escritos en su interior. Estaban en un idioma que no había logrado reconocer, pero en el acto le fascinaron aquellas hojas llenas de símbolos y garabatos.

Claro está le preguntó a su padre quien la acusó de meterse donde no la llamaban quitándoselas sin más miramientos.

Ella se obsesionó con aquello durante años hasta que, pasado un tiempo, logró hacerse de nuevo con aquel arcón.

Decidió entrar en aquella facultad con la intención de dilucidar su contenido.

Su padre había sido sincero con ella toda su vida. Un hombre de otro tiempo que había tratado a su hija con los mismos derechos que si fuera varón. Esto hacía que se acentuaba más su curiosidad por saber los motivos por los que le había escondido aquellos papeles.

–Aquello me dejó intrigado por lo que no pude evitar preguntarle el por qué de esa biografía.

Por lo visto, habían llegado a oídos de todos mis conocimientos sobre la arquitectura de Salamanca heredados de la pasión de mi padre. Me contó que dichos conocimientos les resultaban útiles para la empresa que estaban montando. Una suerte de búsqueda del tesoro debida a aquellos papeles que había logrado de una vez descifrar.

“¿Qué empresa?” le pregunté intrigado deseando que me desarrollara aún más lo que me estaba proponiendo. Me había quedado atrapado en su red sin darme cuenta.

Se limitó a darme un papel tras el cual se levantó de su asiento y se despidió cortésmente. En él quedaba conmigo aquella noche en la cueva de Salamanca.

Me gustaría poder decir que no asistí a aquella cita pero mi intriga por aquella reunión pudo más que mi instinto de supervivencia.

La cueva de Salamanca, para los que no sois conocedores de ella, es un enclave en el que se decía que el mismo diablo impartía sus clases a siete alumnos durante siete años. Una vez pasados esos siete años el diablo tomaba a uno de sus discípulos como pago. 

Podéis encontrar esta historia más desarrolladla si os interesa, ya que la cuento en este libro, pero para lo que viene al caso creo que os queda una idea de la sensación que sobrevuela aquel lugar.

En la realidad se trataba de la Cripta de la antigua iglesia de San Cebrián, derribada en el siglo XVI.

Yo la conocía muy bien ya que estaba junto a la Torre del Marqués de Villena, torre que siempre me había apasionado en la parte más antigua de la muralla.

Allí me encontré con ellos. No me sorprendió ver que eran siete, ocho conmigo. Recuerdo que me pregunté seriamente si uno de ellos era el diablo mas no pude hacer otra cosa que reírme de aquel pensamiento fruto del nerviosismo.

Se presentaron uno a uno. A cuatro de ellos les conocía de los seminarios. Formaban parte del grupito que acompañaba siempre a Teresa. Los otros dos me eran completamente desconocidos.

Ambos eran estudiantes pero de distintas facultades. Uno estaba estudiando historia mientras que el otro si os soy sincero no tengo recuerdos de él. Supongo que el tiempo afecta hasta a aquellas cosas que alguna vez nos marcaron.

Traían consigo el pequeño arcón del que me había hablado mi nueva amiga aquella misma mañana. Después de que me hicieran jurar sobre la tumba de mi difunta madre, que aquello que me iban a mostrar no saldría de allí, lo abrieron dejando a vista de todos, las cartas y papeles con la lengua desconocida.

“Es una mezcla de árabe, castellano antiguo y latín” me dijo Teresa. Recuerdo perfectamente la pasión que brotaba de sus palabras, se la veía excitada, nerviosa, y a su vez aterrada. “Suponemos que lo escribió un mudéjar en la época de la reconquista. Los musulmanes temían este territorio hasta el punto de que se convirtió en tierra de nadie el tiempo que ellos controlaron estas tierras. Aún seguimos traduciendo pero por lo que hemos logrado comprender hasta ahora, los papeles hablan de una puerta a otro mundo escondida en esta ciudad”

Yo no supe qué responder. Lo cierto era que me esperaba cualquier cosa de aquella reunión pero de ahí a hablar de cuentos de hadas había un gran paso.

Me contaron que se veían necesitados de alguien que conociera Salamanca como yo. Aunque originalmente fuera de Gijón, mi pasión por esa ciudad me había llevado a estudiar su arquitectura y sus calles en mis ratos libres. Podía decir con orgullo que de aquel grupo de ocho era el mayor experto en ese tema.

Pese a mi negación a creer en aquello que estaban buscando, aquella compañía me resultaba agradable, por lo que accedí a participar en su idílica empresa.

Se hacían llamar “Los buscadores” fruto de su pasión y falta de imaginación.

Mi horario en aquel momento cambió drásticamente. Por las mañanas asistía a los seminarios como venía siendo lo habitual. Allí me juntaba con mis nuevos amigos. Había pasado a formar parte de los hombres que perseguían a aquella mujer a todos lados.

Allí fue donde me presentaron al que llamaban el “hombre sabio” quienes el resto de mortales conocíamos como bedel.

Por lo visto les había pillado un día en la biblioteca tratando de traducir aquellos documentos. Había demostrado tener ciertos conocimientos de aquellos idiomas y les había estado echando una mano desde entonces.

El mote se lo había puesto uno de mis compañeros tras ser incapaz de pronunciar su nombre. El hombre sabio provenía de una familia de inmigrantes que habían cruzado Europa de Norte a Sur durante la guerra y él, aun habiendo nacido en este país, mantenía la costumbre de los nombres nórdicos.

A decir verdad yo tampoco fui nunca capaz de aprendérmelo por lo que en esta historia nos limitaremos a llamarle por aquel apodo.

Como ya mencioné anteriormente, era un hombre echado en años bastante delgado. Todo el tiempo que pasaba con nosotros se limitaba a escucharnos y observarnos. En pocas ocasiones se entrometía en nuestras conversaciones, pero siempre que lo hacía proporcionaba información interesante sobre la que trabajar.

Recuerdo que una de sus manos llenas de arrugas, venas marcadas y asperezas, estaba tatuada con la imagen bastante tosca de lo que parecía ser el cráneo de un ave. En el momento que le pregunté sobre aquello se limitó a contestarme con que era un recuerdo de sus antepasados.

Las tardes, después de las clases, las pasaba en la biblioteca con el grupo si no recorría las calles de esa magnífica ciudad con Teresa, quien mostraba gran interés por los datos que le contaba.

Con el tiempo nuestra relación fue haciéndose más cercana y, lo que había sido inicialmente una unión por interés, ellos en mis conocimientos yo en su compañía, acabó siendo una relación de amistad en la que lo de menos para mí era aquella absurda leyenda que estábamos persiguiendo.

Poco a poco fueron traduciendo los documentos, y poco a poco tengo que reconocer que aquella absurda leyenda me fue atrapando como lo hizo con el resto de buscadores.

Aquellas páginas guardaban datos históricos hasta entonces desconocidos, cartas de grandes partícipes de la reconquista, tratados, menciones de la creación de fortificaciones y, lo que más nos importaba a nosotros, menciones de una especie de escalera que llevaba a lugares desconocidos.

Los documentos, pese a estar todos escritos en aquella mezcolanza de idiomas, recorrían un largo periodo de tiempo demostrando su diferente autoría. Ya no solo era un mudéjar, sino múltiples personas de múltiples nacionalidades épocas y culturas.

Con el paso de los días y semanas nos íbamos acercando más y más a un objetivo que solo podíamos imaginar.

Fue entonces cuando empezaron los problemas.

Todo cambió con la desaparición del historiador.

De la noche a la mañana no volvió a dar señales de vida, simplemente había desaparecido. Visitamos el piso que tenía arrendado y hablamos con su casera. La mujer nos mencionó que su padre había venido a recoger sus cosas para llevárselo a casa. Había sido tan inesperado todo que no le había dado tiempo a despedirse.

Nos extrañó aquello pero después de haber hablado con la casera no tuvimos otra cosa que aceptar la realidad.

Y así quedamos siete, ocho con el hombre sabio.

Pasaron los días y de siete nos volvimos seis tras el horrible accidente que sufrió otro de nuestros compañeros. Parece que la mala suerte iba In crescendo según íbamos avanzando con nuestras investigaciones.

Recién esa misma semana nuestro difunto compañero había descubierto una relación que existía entre las marcas de los canteros que se veían en algunos de los muros de la ciudad.

Según teorizaba, estos símbolos hacían a modo de señales que mostrarían un camino a la entrada de lo que comenzamos a llamar la escalera perdida del rectorado.

Por desgracia nunca llegó a desarrollarnos aquello ya que unas piedras cayeron de un andamio esa misma semana matándole en el acto.

Ese fue un duro golpe para los buscadores quienes decidimos pausar nuestro proyecto hasta después del funeral.

El tercero fue Julián. Era, junto conmigo, el más joven del grupo. Él era, por decirlo de alguna manera, nuestro contacto más cercano con el hombre Sabio. Aunque todos habláramos con el bedel, el que mejor se había llevado con él desde un principio era Julián. El resto tratábamos a aquel viejo como alguien extraño que de vez en cuando nos facilitaba las cosas y nos daba acceso a ciertas partes de la universidad que de otra forma no hubiéramos podido obtener.

Julián en cambio compartía una extraña cercanía con aquel hombre y de vez en cuando le sacaba una sonrisa cosa imposible para el resto.

Su muerte fue un duro golpe para el hombre Sabio, y desde entonces cada vez fue asistiendo menos a nuestras reuniones.

Encontraron a Julián flotando en el rio. Esa mañana había decidido salir a nadar.

Tras la tercera baja en nuestro grupo decidimos hacer un parón aún mayor en todo aquello. Simplemente no teníamos ganas de misterios.

Dos de nuestros compañeros decidieron dejar de juntarse con nosotros alegando que era peligroso, cosa que consideramos absurda.

No teníamos la culpa de nada de lo que había pasado. Habían sido dos accidentes que podían haberle ocurrido a cualquiera y en lo que se refería a nuestro primer compañero desaparecido, por lo que a nosotros respectaba estaba de vuelta en casa con su familia.

Así solo quedamos tres, Teresa, Paco y yo.

Los meses pasaron y yo volví a mi rutina original. Se acercaban los exámenes finales por lo que pasaba la mayor parte de mi tiempo en casa estudiando para poder sacármelos a la primera.

De vez en cuando pensaba en los mejores días de los buscadores, habíamos tenido buenos tiempos pese a acabar como acabamos.

Teresa seguía obsesionada con el arcón y yo era consciente de que había continuado con las investigaciones por su cuenta. Pepe, como joven enamorado de ella, la seguía ayudando en todo lo que podía.

Yo había decidido centrarme en mis estudios bastante abandonados. De vez en cuando daba un paseo por la ciudad con los dos como en los viejos tiempos. Ellos me llamaban para que quedáramos y nos pasábamos tardes hablando sobre arquitectura y dudas que les surgían en sus investigaciones.

Ninguno de los tres habíamos vuelto a saber del hombre Sabio. De vez en cuando le veíamos por la facultad arrastrando la escoba como hacía siempre, pero desde la muerte de Julián simplemente había decidido alejarse de nosotros al igual que el resto.

Teresa en esos días me contó que ya tenían casi todos los documentos y cartas traducidas. Todas mencionaban la escalera de una forma u otra pero no habían logrado ningún avance más.

Recuerdo que la desesperación casi se podía tocar cuando hablaba. Ya no parecía la misma mujer resuelta y alegre que se me había acercado en la cafetería de la plaza. Las clases las pasaba sola alejada de todo el mundo, y salvo las ocasiones que decidía quedar para dar paseos, poco más podía saber de ella.

Caminaba con un aire de tristeza y obsesión, aunque para ser justos con el primero lo hacíamos todos.

Una noche después de los exámenes decidí pasarme por su casa. Hacía mucho que no sabía de ella y estaba algo preocupado. Su casa estaba enfrente del Convento de la Anunciación, cosa que siempre me había asombrado.

Al acercarme a su portal pude ver que estaba justo en la puerta hablando con alguien. No quise molestar parecía que la discusión era bastante acalorada por lo que decidí esperar a lo lejos observando.

Me di cuenta de que el hombre con el que estaba discutiendo era el bedel. No le había reconocido en un primer momento con la ropa de calle.

Observé la discusión tras la cual Teresa sacó una pistola con la que apuntó al hombre sabio. No puedo describir cuál fue mi sensación al ver aquella escena. Me escondí en una esquina y vi cómo los dos finalmente tomaron el mismo camino.

Inmerso en una enorme curiosidad decidí seguirles sin que me vieran. Era bastante de noche por lo que no me fue difícil caminar detrás de ellos  de incógnito.

Habían dejado de discutir para pasar a andar uno al lado del otro. Se podía ver claramente como el hombre la estaba llevando a un lugar específico. Los dos andaban deprisa y decididos.

Tras varias vueltas sin sentido y un tiempo del que perdí cuenta, el hombre se paró en una tapa de alcantarilla, la levantó mirando que nadie les estaba observando y bajaron por ella.

Yo me escondí hasta que hubieron desaparecido y después me dispuse a seguirles.

No sé cuánto tiempo estuvimos caminando. El hedor y la humedad lo inundaban todo. Teresa seguía apuntando al viejo con la pistola, el viejo seguía caminando delante dirigiéndola a dios sabía dónde.

No tengo muy claro si lo que sucedió entonces fue real o imaginaciones mías.

Dentro de las propias alcantarillas había una puerta doble. Era de madera maciza, tenía que estar allí desde prácticamente la construcción de la ciudad. La puerta iba acompañada con una enorme arquería de estilo románico que parecía sacada de una de las muchas iglesias de ese estilo que tenía la zona. Las pareces habían pasado a ser de una mampostería de piedra exquisita que ni los mejores canteros de la época serían capaces de imitar.

El viejo sacó una llave y abrió la puerta. Ambos entraron tras lo cual se pudo oír los goznes rugir al cerrarse.

Intenté seguirles pero me fue imposible abrirlas de nuevo.

No sé cuánto tiempo estuve esperando a que volvieran a salir pero cuando dieron las primeras luces de la mañana no me quedó otra que volver por donde había venido.

Fue esa la última vez que vi a Teresa y al hombre sabio. Intenté miles de veces luego volver a recorrer mis pasos de aquella noche pero nunca fui capaz de volver a aquella extraña puerta.

Aún a día de hoy me pregunto si me imaginé todo aquello. Si realmente Teresa descubrió la escalera y cruzó al otro lado, si por el  contrario murió esa misma noche a manos del viejo o viceversa.

Traté de conseguir el arcón pero también había desaparecido.

En un lugar entre estas calles y monumentos existe una escalera. No es una escalera cualquiera que une un piso inferior con uno superior, sino que es una escalera mágica.

Se desconoce dónde se localiza y a dónde va a parar. Solo  que los que deciden subir sus escalones no vuelven a bajarlos nunca más.

En un lugar entre estas calles y monumentos existe una escalera.

La escalera perdida del rectorado.

martes, 11 de mayo de 2021

VEINTINUEVE (Funeral)

 


 

“Las relaciones internacionales cada vez están más tensas, sobre todo después de que el presidente de Venezuela dijera en una rueda de prensa que Estados Unidos era culpable de los ataques.

El presidente norteamericano no ha tardado en presenciarse diciendo que no tolerarán acusaciones de ningún tipo hacia un país que ha sufrido los atentados más que ninguno.

Se ha mostrado rotundo y serio en sus declaraciones no dejando tiempo para preguntas.

Rusia ha salido en defensa de los países suramericanos que han apoyado la acusación.

Mientras, los gobernantes europeos siguen reunidos en Bruselas discutiendo los próximos movimientos a realizar.

En España las medidas del estado de alarma se siguen restringiendo.

Se han colocado controles en las salidas de cada comunidad para evitar desplazamientos injustificados.

Ante el colapso de los centros médicos se han dispuesto hospitales de campaña en los puntos clave de los atentados.

Se ruega a las personas que se mantengan en sus casas y no salgan a no ser que sea estrictamente necesario.

Esperen un momento, tenemos noticia de última hora. Corea del Norte acaba de lanzar unos misiles contra Seúl. Aún se desconoce el número de víctimas pero se sabe que han caído en el centro de la capital.

Para cualquier avance seguiremos informando."

Alex apagó la televisión en cuanto vio que David estaba a su espalda.

-¿Te he despertado? –David negó con la cabeza, había estado durmiendo todo ese tiempo en el dormitorio de Adriana. Tratando de hacerlo más bien.

Alex se levantó del sofá y le dio un fuerte abrazo.

-Parece que se está acabando el mundo. –dijo David señalando la televisión.

-Todas las generaciones tienen un momento en el que lo parece pero siempre acaban sobreviviendo. El ser humano es así, se le da bien joderse a sí mismo, pero es tan tozudo que se niega a quedarse en el suelo.

La diferencia es que ahora estamos solos.

-¿Qué tal tu mano?

-Anestesiada. No sé lo que me ha dado Adriana para el dolor pero tengo que decir que funciona. Aunque aún siento que tengo cinco dedos, se hace raro. –le habían puesto una venda nueva. – ¿Te apetece comer algo? Hay un poco de sopa en la cocina, y si quieres algo sólido puedo hacer unos filetes, arroz…

David negó con la cabeza.

-No gracias, no tengo hambre. ¿A qué hora es el funeral?

-Nos recogen en un par de horas. No he querido despertarte. –había pasado casi todo un día desde que su tía le había dado las malas noticias. David calculó que era casi la hora de comer.

-¿Se sabe algo de S.J? –solo quería pensar en otra cosa que no fueran sus padres.

-Está con Irene en estos momentos ayudando con los preparativos. Sus contactos nos permitirán movernos libremente durante el funeral. Te he traído un traje. Creo que es de tu talla pero será mejor que te lo pruebes. –estaba colgado en la puerta. David lo cogió y fue al baño. Se volvió a duchar, había sudado mucho durante la noche. Se afeitó y arregló el pelo. Apenas se reconoció cuando vio su reflejo en el espejo empañado.

Al salir Alex estaba esperándole para ver cómo tenía las heridas, le vendó de nuevo el torso con cuidado. Aún le costaba caminar.

-Sé que no tienes hambre pero será mejor que comas algo. –insistió.

Él la hizo caso, la ducha le había hecho recuperar un poco el apetito.

Se puso el traje. Le quedaba perfecto, Alex le había cogido las medidas correctamente. Ella se había metido en la ducha y también se estaba arreglando. Al salir se dio cuenta de que iba con el mismo vestido negro que cuando la conoció en el entierro de Iván. Parecía que habían pasado muchos años de aquel día.

Un vehículo les esperaba abajo. Allí estaba Irene, tenía un aspecto de no haber dormido nada. Detrás se encontraba el coche funerario donde estaban sus padres y varios furgones que les escoltarían en todo momento. S.J estaba en uno de ellos, le miró y le hizo un gesto con la cabeza a modo de pésame.

La homilía tuvo lugar en la Iglesia de San Marcos. Un pequeño templo románico de planta circular donde nadie les molestaría. El interior, pese a su forma cilíndrica exterior, respondía a la típica planta basilical de tres naves y tres ábsides.

El muro era prácticamente ciego por lo que casi toda la iluminación procedía de velas artificiales. Al entrar estaban esperándoles Adriana, Andrea y unos cuantos desconocidos que debían ser amigos de sus padres. El ambiente era triste, pero no resultaba cargado en aquel lugar.

No habían tenido ningún problema en llegar hasta allí. La ciudad estaba prácticamente vacía. Cuatro de los hombres de Santi cogieron los féretros y los llevaron justo enfrente del altar.

Adriana se le acercó.

-Espero que hayas estado cómodo en el piso.

-Muchas gracias por todo. Y siento lo ocurrido con Susana.

Una lágrima calló por la cara de la camarera.

-Habiéndose cerrado los puntos de cruce ya no volverán. Solo espero que estén bien. Después de esto nos reuniremos en el Yelinas. –le apretó el brazo y se volvió a su sitio.

David no recordaba la última vez que había asistido a un sermón pero a decir verdad su cabeza en ningún momento atendió a lo que decía el cura. Esperó a que todo aquello terminara y fue el primero en salir de allí al acabar.

Irene se puso a su lado y le pasó un cigarrillo recién encendido.

-¿Qué voy a hacer ahora? El mundo se está yendo a la mierda y papá  y mamá han muerto por mi culpa. –sabía muy bien que una cosa no tenía nada que ver con la otra pero su cabeza en ese momento era un amasijo de malos pensamientos.

-El mundo se está yendo a la mierda. –confirmó Irene. –pero los únicos culpables de la muerte de tus padres son los mismos que tu primera afirmación. Tú no has tenido nada que ver con todo esto. Solo eres una víctima más.

Vieron cómo volvían a meter los ataúdes en el coche para llevarlos al cementerio.

El cura se le acercó. Era Fabio, no se había fijado en él en todo ese tiempo y con los atuendos no le había reconocido.

-Para cualquier cosa estoy aquí. Siento mucho lo ocurrido.

-Gracias por haber venido desde Ávila. Sé que tú también has perdido mucho estos días.

-No volveré a ver a mi gemelo, pero tengo la certeza de que le irá bien sin mí. Ahora tanto él como yo somos personas normales.

El entierro fue muy parecido al que había asistido la semana anterior. Esta vez había más gente pero tanto el cementerio como la lluvia eran lo mismo.

Andrea se puso a su lado mientras bajaban los ataúdes. David no había querido ver los cuerpos, había preferido recordarles tal y como eran en vida.

-Siento lo ocurrido a tu homóloga. Fue horrible lo que le hicieron.

-Nunca la llegué a conocer aunque siendo la misma persona no sé si era necesario. Me tienes aquí para cualquier cosa David. Cuando estés listo pásate por el Midwife. –le dio un beso en la mejilla y se dio media vuelta.

Poco a poco, uno a uno, se fueron retirando hasta que solo quedaron Alex y él.

Irene había ido a hablar con Jara y los hombres que les habían ayudado con todo aquello.

Esta vez fue ella quien le ofreció la petaca. Él la aceptó agradecido y bebió. Ginebra, para variar.

No había llorado en todo el día. Ya no le quedaban lágrimas que llorar. Finalmente ella se dio media vuelta.

-Te esperamos en el coche cuando estés listo.

“Adiós papá, adiós mamá, siento haber sido el hijo que tuvisteis. Os merecíais algo mejor” –bebió y echó lo que quedaba en la tierra.

En ese momento le pareció ver a Jaime con el rabillo del ojo. Giró la cabeza, allí estaba, a lo lejos, mirándole tal y como se lo había encontrado cuando salió de Gabriel y Galán unos días atrás. Quiso dirigirse hacia él pero alguien le llamó a su espalda. Era el enterrador.

-Disculpe pero tenemos otro entierro ahora y con las medidas de seguridad de hoy en día no nos dejan tener más gente. –David se disculpó, ya lo tenía como un acto reflejo. Volvió a mirar a donde estaba Jaime solo para no encontrarse a nadie. Se dio media vuelta y se dirigió al coche donde le estaban esperando Alex y su tía. Ya se había acostumbrado a caminar con el bastón por lo que no  tardó en llegar a la verja de entrada.

-Adriana nos está esperando en el Yelinas junto con Santiago. –le dijo Irene.

Desde las escaleras del bar se escuchaba “One lone night” the White búfalo. A David le encantaba esa canción. Casi perdió el equilibrio. Hubiera caído por las escaleras si no le hubieran sujetado Alex e Irene. Se sentía débil, no podía más.

Le ayudaron a bajar entre las dos. El bar estaba vacío. Solo se encontraban Adriana y Santi sentados en la misma mesa de siempre.

Adriana se levantó para servir nuevas copas.  Todos se sentaron alrededor.

-Gracias por la escolta. –dijo David a S.J.

-Me debían un favor.  Hoy no estamos en peligro, no nos tenemos que preocupar por nada. Solo beber y brindar por aquellos que ya no pueden. Coger fuerzas para lo que viene.

Los cinco cogieron las cervezas y brindaron. De fondo empezaba a sonar “Highwayman”.

Todos se acababan de conocer apenas una semana pero se sentían en familia. Para ser sinceros solo se tenían los unos a los otros.

Poco a poco el silencio se fue convirtiendo en un momento para conocerse mejor. Contar anécdotas de su pasado, nada importante, chorradas que se le iban pasando a cada uno por la cabeza.

Alex habló de la familia que había perdido. No habló con tristeza, sino recuerdos alegres y situaciones estúpidas que había vivido con ellos. No recordó lo malo sino todo lo bueno. Todo lo que se había quedado con ella. Por muy grande que fuera el dolor que sentía, mayor era el orgullo de haber podido sentir todo lo anterior.

Adriana brindó por Susana quien la había recogido de la calle cuando ya no le quedaba nada. Era poco mayor que ella pero la consideraba una madre. Se rió recordando cómo en ocasiones hablaba en plural refiriéndose a sí misma y a su gemela.

-En ocasiones se liaba y se refería a ella en tercera persona. –rió. –yo la vacilaba diciéndole que se parecía a Elmo el de Barrio Sésamo. Nunca entendí del todo la unión que sentían las dos gemelas pero era como si fueran una sola. Compartían todo, sentimientos y pensamientos. Me consuela que estén juntas ahora.

Irene no paró de contar recuerdos de su niñez. De cómo hacía chinchar siempre a su hermana. Cómo Paula siempre la había protegido.

-Tu madre sabía que habías descubierto lo que eras, sobrino. Me lo dijo la noche antes de morir y estaba en paz con ello. Me hizo jurar que te protegería y da por seguro que lo haré.

S.J contó historias de universos lejanos que había visitado. Contó que había mundos unificados por un mismo idioma, cómo habían acabado aceptando que éste servía para comunicar y no para dividir a las personas. Contó a su vez de otros mundos en los que había ocurrido todo lo contrario.

Habló de gente maravillosa y de universos que se habían levantado de la nada tras colapsos como el que estaban viviendo.

Habló de esperanza de futuro y del duro camino que les esperaba hasta llegar a él.

El último en decir algo fue David. Había estado disfrutando de las conversaciones ajenas mientras bebía y, sin darse cuenta se le escapaba una sonrisa de vez en cuando.

Cuando estuvo preparado empezó a contar un recuerdo que le había venido a la mente. Era un recuerdo que no tenía que ver con nada, un recuerdo de una comida del pasado, cuando él aún no había entrado tan siquiera en la carrera.

Habló lentamente, sin mirar a nadie, con una sonrisa en la cara y los ojos llorosos. Todos bebieron y callaron.

Nadie sabía cuánto tiempo estuvieron así y cuánto llevaban bebido. Se acababa una botella y Adriana traía más.

Discutieron, gritaron, rieron, lloraron, en un momento de culmen de intoxicación etílica Adriana se puso a bailar al son de “Rose Tattoo” de Dropkick Murphys. Nadie supo cómo habían llegado a esa canción.

Todos corearon el estribillo.

Pasaron segundos, minutos, horas, días, semanas, nadie llevaba la cuenta, solo existía el presente.

S.J fue el primero en irse seguido de Adriana quien les quiso dejar las llaves del piso. David las rechazó agradecido, quería dormir en casa de sus padres.

Irene le miró con una mezcla de tristeza y orgullo.

Alex fue detrás quedándose su tía y él solos.

-¿Estás seguro de que quieres ir a la casa sobrino? –se habían quedado en silencio.

David estaba serio pero parecía que se había quitado un peso de encima. Asintió.

-Tengo que hacerlo. Quiero hacerlo.

Recogieron todo y apagaron las luces. Aquel local se veía extraño con todo apagado.

David se paró al otro lado de la barra mirando el muro de los recuerdos, ese corcho en el que aún quedaban unas pocas fotos de buenos tiempos, antiguos clientes habituales…

El Yelinas tenía algo especial no podía negarlo. Había sido un día de mierda y aun así había sido capaz de darle un momento de paz.

Su tía le esperaba escaleras arriba. Se dio media vuelta y se unió a ella.

Era hora de volver a casa.