sábado, 13 de enero de 2024

Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña. (Opinión tres años después)

 


  Soy arquitecto.

  Soy arquitecto en parte porque estudié y acabé la carrera de arquitectura y en parte porque, pese a todo lo sufrido en ella, así me sigo sintiendo.

  Estudié en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de a Coruña.

  Especifico esto, no porque esté orgulloso de haber salido de donde he salido. Mucho menos lo digo porque la calidad de enseñanza en esta escuela en concreto sea de gran nivel. Especifico el lugar donde me inicié con esta profesión porque la ETSAC, dicho de forma abreviada, es una de las escuelas donde más “hijoputismo” gratuito tiene que aguantar un alumno de arquitectura.

  De esa escuela no se sale, se sale con graves problemas psicológicos, o se sale curtido para aguantar a cualquier cretino que te vayas a encontrar el resto de tu vida. Y eso es lo que realmente te enseña la ETSAC. A aguantar si es necesario, y no dejarte mangonear por cualquier idiota que se crea mejor que tú.

  Soy arquitecto porque, en contra de todo intento continuo de mis profesores, la arquitectura me sigue enamorando. La arquitectura es algo que simplemente me apasiona, y francamente, es una pena que tenga que escribir este artículo para decir que, por desgracia, detesto todo el mundillo que la rodea.

  Esta última afirmación puede ser difícil de entender pero trataré de explicarme como es debido.

  Si me permiten, pese a que no me suele gustar la utilización de analogías ( ya que son comparaciones que parten de una base de fe donde hay que creer que la comparación inicial es correcta) considero que en este caso es más fácil comprender lo que quiero decir haciendo uso de ese razonamiento mediante un símil con el arte o la política.

  El arte puede ser maravilloso, pero creo que hoy en día casi todo el mundo puede ver el enorme estercolero en el que se ha convertido el mundillo del arte. Un mundo en el que, al igual que en la política, destaca la gentuza sin valores, los amiguismos y los chanchullos por encima de la calidad.

  Un mundo en el que, si se puede pisar a alguien para avanzar, se hace. Un mundo de egocentristas echados a más que te miran por encima del hombro…

  El mundo de la arquitectura es todo eso.

  Concursos amañados, horas extras sin pagar, faltas de respeto por la vida ajena. Profesores fracasados, cretinos que se creen artistas, personas cuya única cualidad válida es haber sido el hijo de quien, o el conocido de tal. Profesores retrasados, perdón, atrasados  tecnológicamente que rechazan las nuevas herramientas de su profesión y desinforman sobre ellas.

  Un mundo de profesionales becados con sus horas contadas, de falsos autónomos, trabajos en negro, contratos de delineante por no pagar el de arquitecto. Un mundo en el que, no nos engañemos, hay trabajo de sobra con condiciones que son de risa. Un mundo donde la peor calaña se ha hecho un hueco convirtiendo algo inicialmente bonito en algo que evitar.

  Soy arquitecto porque me gusta la arquitectura pero no puedo decir lo mismo de los arquitectos. Si tengo algo que agradecer a la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña precisamente es la sinceridad con la que te muestran esa realidad.

  Por eso, además de un corte de mangas y un franco deseo a que el karma cobre sus deudas, doy gracias a esas paredes de hormigón armado por hacerme quién soy ahora.

  Uno no olvida, el tiempo no hace que los horrores allí vividos se perdonen. Ellos no pudieron conmigo pese a que insistieron en ello y estuvieran a punto. Me ha ido bien después de eso, la vida sigue. A día de hoy solo animaría a los estudiantes que aún siguen en esa escuela a denunciar las barbaridades que allí se cometen.

  Soy arquitecto a su pesar.

  Orgulloso de serlo.

  Eso nadie me lo quita.