miércoles, 17 de junio de 2020

Sobre supuestos Antifas y Fascistas (Parte 2)

El que antes era acusado de machista, simplificando, aligerando y normalizando una acusación de gran seriedad, ahora puede ser tachado también de homófobo, racista o facha con la misma ligereza, como si fuera algo común y no ocurriera nada.

Hemos llegado a un punto en el que se criminaliza el pensamiento, en el que se juzga a las personas por opiniones y creencias particulares, llevándolas hasta el extremo para poder llamarte poco menos que monstruo.

Hemos llegado a un punto en el que creemos que tenemos la verdad absoluta, en el que creemos que tenemos que cambiar la forma de pensar de las personas por el simple hecho de pensar diferente, en el que, si la persona es fiel a sus ideas, es tratada como paria.

Hemos llegado a una sociedad en la que juzgar, se hace con el corazón, con una ausencia plena de empatía y respeto hacia el prójimo, en la que no se discute lo que no se quiere discutir etiquetándolo como verdad absoluta, en la que personas, por una aceptación y deuda inexistentes, se arrodillan ante otras que claman la igualdad de todos.

Hemos llegado a normalizar lo que es una ausencia completa de respeto por el pensamiento individual.

Y eso, 
por más que se mire, 
no puede ser bueno.

miércoles, 10 de junio de 2020

Sobre supuestos Antifas y Fascistas (Parte 1)



Cuando la falsa moralidad se convierte en un dogma, poco más se puede hacer que tratar de no verte arrastrado por él pese a la facilidad y la falsa lógica que ello conlleva.

Las ideologías apoyadas en obviedades de las que nadie puede estar en contra, ya sea igualdad, racismo u otras cosas que parecen que están a la orden del día, son tan peligrosas como cualquier otro fanatismo o religión.

Impedir el poner en duda algo, o incluso el  no estar de acuerdo con ello, hace que dicha falsa moralidad solo sea eso, una forma de sentirnos bien con nosotros mismos poniéndonos por encima de toda razón y criterio.

La famosa frase, mal utilizada hoy en día por ignorantes amantes de los mantras, de ser intolerante hacia el intolerante, no tiene ningún sentido siempre que no se entienda previamente que “intolerante”, no es aquel que opina lo contrario y trata de demostrar su verdad, por errada que esta sea, mediante el raciocinio y la conversación, sino aquel que no sabe otra cosa que usar la fuerza para imponer sus ideas por encima de las del resto.

En este caso da exactamente lo mismo la calidad del discurso, ya que al convertirse en algo impuesto, rompe con toda libertad del ser humano a pensar diferente.

Y eso no puede ser bueno.