jueves, 29 de noviembre de 2018

Opinión



Soy de los que responden al viejo dicho que dice,  “defiende lo que es tuyo y por favor, no toques los cojones”

El mundo tiene muchas cosas maravillosas, muchas fronteras en las que luchar y muy pocos años para el disfrute.

Muchos libros e historias que leer, mucha música que sentir, muchos labios que besar y cuerpos que abrazar. Ninguna guerra que no sea la tuya merece la pena, yo elijo mis propias guerras nadie más.

Las banderas no me representan, ni las opiniones ajenas, mi género, orientación sexual, color de piel o religión. Yo soy simplemente yo.

No me importa tu hipersensibilidad al igual que mi opinión no debería importarte, pero la tengo, la diga o no.

No me digas como tengo que ser, no me juzgues por no opinar igual, me importa una mierda.

Soy del viejo dicho que dice “Que me traigan palomitas para ver como se pegan los gilipollas”

No tengo ninguna verdad absoluta, solo mi verdad, un gris de entre los muchos existentes a los que se hacen oídos sordos y en ocasiones se ilegalizan.

Lo único que me  permite la libertad es poder dar la opinión personal de las cosas.

¿Somos actualmente libres?

lunes, 5 de noviembre de 2018

Café



El olor a café le despertó.

El frío de los pies se contrarrestaba con el calor de las sábanas que le cubría, el resto de su cuerpo desnudo, hasta el cuello.

La almohada con el hueco ya marcado del uso, le sujetaba la cabeza levantándosela la altura perfecta.

Oía la cafetera borbotear en la cocina, el lado izquierdo de la cama estaba vacío pero su mente, aun en estado semiinconsciente, no permitía que ocupara ese espacio.

“Ese espacio es de ella, después de hacer el café querrá volver a meterse como siempre” en su sueño la notaba en la espalda, ese calor tan agradable de un segundo cuerpo a su lado, su olor, la respiración, podía oírla reír, ese pelo que siempre se colocaba en la cara al dormir, casi la sentía moverse.

El sonido de la cafetera paró anunciando que había acabado con su labor.

El piso volvió a ponerse en el más absoluto silencio.

Abrió los ojos desperezándose en esa cama vacía, aun tardaría en despejarse del todo.

Había tenido un buen despertar, el olor a café invadía toda la habitación.

Aun medio dormido retiró las sabanas que le tapaban. El sol entraba a través de la ventana iluminando la habitación, el frescor le invadió haciendo que tiritara.

Se puso una camisa que estaba en el respaldo de la silla, los pantalones que estaban por el suelo, las zapatillas de estar por casa que ella le había regalado y salió hacia la habitación donde provenía aquel maravilloso olor.

Al cruzar la puerta la sonrisa de su cara ya se había borrado, ya estaba despierto, ya recordaba.

La cafetera robotizada le esperaba con su café listo de las mañanas, por lo demás,

nadie,

ella le había dejado, él no había comprendido por qué y nadie se lo había explicado.

Una sonrisa de recuerdo le volvió a brotar tras una pausa de desconcierto.

Bueno, lo mejor era asumir que no había podido ser.

Se sirvió el café dispuesto a proseguir con su vida, pese a todo había tenido un muy buen despertar.