Nació en una familia
de esas que se pueden considerar adineradas, de padre médico y madre abogado.
Nació dentro
de un hogar de cariño rodeado de éxito por todos lados y como tal, no se podía esperar
otra cosa de él.
De primeras
fue a un colegio privado, de buena fama pero de mala realidad, de esos colegios
de pago con bonita fachada y fatal interior. Pero ellos eran sus padres, no le escuchaban y solo querían lo mejor para él, un futuro lleno de
trabajo y renuncia por todos lados, un futuro en el que, eso sí, no le iba a
faltar de nada menos tiempo y libertad.
Tras el
colegio fue bachiller y con él, más expectativas
de decisión de futuro.
Sus padres
eran muy abiertos en lo que se refería a elegir una carrera, no le obligaban a
decidirse por una en particular siempre y cuando, estudiara y se dedicara
plenamente a ella. Del tema amistades, tiempo libre, hobbies o descanso no se
hablaba más que en un segundo plano sin importancia y totalmente prescindible.
Lo único importante
eran los estudios y mientras eso fuera bien, todo iría bien.
Y por fin,
tras dos años no precisamente buenos pero académicamente decentes, bachiller
terminó y él se pudo liberar de aquel infierno que habia sido el colegio
privado y de esos cretinos que había tenido como compañeros.
De esa época no
quedaría nada en su memoria.
Ante él aparecía
la elección por la que había estado preparándose toda la vida y que le llevaría
a un trabajo fijo, una mujer, hijos (si cabía al caso), un futuro aun lejano
del que todavía no se sabía nada más que las expectativas por las que nos preparan
a todos desde el nacimiento.
Solo había un
problema, él no quería nada de eso, él desde hacia tiempo quería dedicarse al
mundo del espectáculo y estaba dispuesto a dejarlo todo para conseguirlo. ¿Todo? Bueno, todo no, su
familia era lo único a lo que no podía renunciar, ese era el principal motivo
por el que calló, no dijo ni media palabra y, como siempre había hecho, apechugó
con lo que querían sus padres de él.
Tras mucha meditación
eligió la carrera que más le atraía dentro de todas las posibilidades poco
apetecibles.
Realidad. En mi familia hay un caso, a diferencia de este chico, éste se sacó su carrera de filología hispánica, le entregó el título a la madre y se dedicó a la danza contemporánea, ahora vive de ella.
ResponderEliminarUn abrazo, Rendan.
Anda que no hay ejemplos así! Y es que vaya manía tienen los padres con forzar a los hijos a hacer lo que ellos quieren!
ResponderEliminarQué frustrante!
Muy buen relato, Rendan.
Estudié gestión y administración de empresas por que a mi papi querido le convenía para la empresa, luego cuando terminé y obtuve el título ya no tenía ganas de seguir estudiando lo que a mí me gustaba. Una vida sin tiempo y libertad es una mierda. Los padres quieren que los hijos sean como ellos (en algunos casos) o como ellos no pudieron ser (en la mayoría) y eso es horroroso. Yo jamás haría eso con mis hijos.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Suena familiar,jajaja
ResponderEliminarPero no te creas, los sueños no desaparecen, tarde o temprano te exigen presencia. Aunque se puede vivir bien con las decisiones tomadas si son conscientes.
Yo hubiése querido cantar,pero no poseo lo principal, una buena voz, así que estoy bien con lo que soy.
Saludos.
Una vida edificada sobre renuncias y frustraciones es una vida llena de grietas por las que penetran aulladores todos los vientos.
ResponderEliminarPor suerte siempre queda un reducto... ese lugar secreto donde somos quienes siempre debimos ser.
Abrazos.
... menos tiempo y libertad. Pues eso es todo lo importante. Sí. Los padres. Esa gran losa con la que cargamos de por vida.
ResponderEliminarBuen texto, Rendan.
Un final genial para una historia muy real. No se supo nada de sus sueños...
ResponderEliminarSalud