Tenía dudas sobre un tema
importante para mí y, cuando recurrí a alguien de confianza para que me las
resolviera, me contestó con una simple pregunta.
“¿Qué quieres que te diga?, dímelo y yo te lo digo.”
Pese al excesivo uso del verbo
“decir” en una sola frase, esta contestación había sido la más sincera de todas
las que me habían dado hasta el momento. Recurrimos a familia, amigos,
confidentes… todos los días para pedir consejo, sin darnos cuenta de que éste
nos va a traer al pairo si no nos gusta. Hacemos esfuerzos extras por averiguar
cuál es el mejor conjunto de palabras para decir a alguien que está pasando un
mal rato cuando lo único que realmente quiere que le digas es nada, simplemente
estar ahí como una columna, silencioso, inmóvil, pero presente como algo
fundamental en lo que apoyarse si existe esa necesidad.
“¿Qué quieres que te diga?,
dímelo y yo te lo digo”
Nunca una contestación había sido
de mayor utilidad que esta.
“No quiero mentirte ni darte mi
opinión ya que al fin y al cabo no soy quien para decidir por nadie, no quiero
darte falsas esperanzas ni convertirme en alguien que de repente lo sabe todo,
lo puede todo y conoce todos los detalles del problema, eso solo lo puedes
hacer tú mismo.
Pero si puedo estar allí, andar pendiente de
tu problema e intentar hacer que te olvides de él, la solución está en tu mano
pero si necesitas una noche de borrachera para desahogarte yo estaré allí, si
necesitas pasar el mal trago con alguien, yo estaré allí, y da por sentado que
para cualquier cosa, que este en mi mano eso sí, no dudes en recurrir a mí. No haré
juicios, te daré actos.”
Eso es lo que quise que me
dijera, y como buen amigo me lo repitió
palabra por palabra de forma totalmente sincera antes de retirarse, de convertirse
en columna, presente pero sin molestar, sin falsas decoraciones, pero siempre
al tanto, siempre sustentando.
La verdadera amistad no juzga, acompaña convirtiéndose en los remos de tu vida.
ResponderEliminarEs solo eso, saber que está ahí.
Abrazos Rendan.
Coincido contigo en este post. Los verdaderos amigos son los que estarán ahí en los momentos más necesarios. Lo único que sucede es que conforme pasa la vida uno descubre que se pueden contzr con los decos de una mano. Pero para mí es sufiicente. Pocos amigos pero de la mejor calidad humana...
ResponderEliminarUn abrazo!
Ah,me parece una respuesta acertadísima..tan simple y tan compleja... y como bien dice Auro,la amistad no juzga! Muy buena reflexión Rendan!
ResponderEliminarCierto Rendan!! pedimos consejos, no los llevamos a cabo y si no nos dicen lo que queremos oir nos molestamos. Muy buena tu entrada, opino igual, no me gustan los consejitos ni darlos ni que me los den, pero sí valoro que me apoyen y estén ahí a mi lado, haga lo que haga, a pesar de mis muchos errores.
ResponderEliminarBesitos, lindo.
Una reflexión de las tuyas,amigo; es decir, profunda. o creo que una cosa es pedir consejo y otra bien distinta pedir ayuda, o consuelo. A veces se confunde quien lo pide, no quien lo da. No obstante, yo, con un buen trecho recorrido ya, sólo puedo pedir consejo a dos personas en mi vida ( y ayuda también) aunque creo que es más facil dar ayuda que consejo. Joder, vaya chapa me he tirao,amigo. Un abrazo.
ResponderEliminarPráctica y sabia reflexión.Son muchas las personas que buscan simplemente escucharse a sí mismas a través de la presencia de otro.A veces basta escuchar y escuchar y en muchas otras en callar y callar.Un abrazo.
ResponderEliminarEs que no aprendemos de la experiencia ajena. Yo suelo pedir consejo a diferentes tipos de personas, pero al final hago lo que yo decido. Eso sí, si me juzgan...malo. Yo quiero escuchar SU punto de vista según SU criterio, otra cosa es que su criterio me valga a mí porque cada uno tiene diferentes circunstancias y formas de actuar.
ResponderEliminarMuy buena reflexión, Rendan.