El olor a café le despertó.
El frío de los pies se
contrarrestaba con el calor de las sábanas que le cubría, el resto de su cuerpo
desnudo, hasta el cuello.
La almohada con el hueco ya
marcado del uso, le sujetaba la cabeza levantándosela la altura perfecta.
Oía la cafetera borbotear en la
cocina, el lado izquierdo de la cama estaba vacío pero su mente, aun en estado
semiinconsciente, no permitía que ocupara ese espacio.
“Ese espacio es de ella, después
de hacer el café querrá volver a meterse como siempre” en su sueño la notaba en
la espalda, ese calor tan agradable de un segundo cuerpo a su lado, su olor, la
respiración, podía oírla reír, ese pelo que siempre se colocaba en la cara al
dormir, casi la sentía moverse.
El sonido de la cafetera paró
anunciando que había acabado con su labor.
El piso volvió a ponerse en el más
absoluto silencio.
Abrió los ojos desperezándose en
esa cama vacía, aun tardaría en despejarse del todo.
Había tenido un buen despertar,
el olor a café invadía toda la habitación.
Aun medio dormido retiró las
sabanas que le tapaban. El sol entraba a través de la ventana iluminando la
habitación, el frescor le invadió haciendo que tiritara.
Se puso una camisa que estaba en
el respaldo de la silla, los pantalones que estaban por el suelo, las
zapatillas de estar por casa que ella le había regalado y salió hacia la
habitación donde provenía aquel maravilloso olor.
Al cruzar la puerta la sonrisa
de su cara ya se había borrado, ya estaba despierto, ya recordaba.
La cafetera robotizada le
esperaba con su café listo de las mañanas, por lo demás,
nadie,
ella le había dejado, él no había
comprendido por qué y nadie se lo había explicado.
Una sonrisa de recuerdo le
volvió a brotar tras una pausa de desconcierto.
Bueno, lo mejor era asumir que
no había podido ser.
Se sirvió el café dispuesto a
proseguir con su vida, pese a todo había tenido un muy buen despertar.
Algunas veces solamente podemos continuar adelante a pesar de todo.
ResponderEliminarSaludos,
J.