Tras un fin de semana merecido,
perdiendo la rutina en la arboleda,
la ciudad que me lleva a la carrera
la afronto con descanso, renacido.
Engraso las botas que en el camino
quedaron gastadas y polvorientas,
dispuestas a la próxima pelea
que no voy a vivir, he presentido.
La muerte me avisa que pronto llega,
yo limpio mis botas y me despido,
en su caja las dejo, ahora a la espera
de que las descubra alguien conocido,
y vea que la vida a veces lleva,
a romper con los planes pretendidos.
Con que ese día viene, nadie sueña,
todos creen en seguir como han vivido,
parado en el tiempo por el destino
el objeto con una intención queda.
Volver a caminar por la arboleda,
un pensamiento que no se ha cumplido,
las botas listas caen en el olvido,
sus suelas ya no pisarán la tierra.
Las limpio y engraso como es debido,
sintiendo alegría y a su vez pena,
disfruto de este ritual tranquilo.
Sin explicarlo tengo la certeza,
de este último paseo recorrido,
y esta caja que dejo como herencia.
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