Nada le molestaba, allí arriba él
era feliz, no eran apenas diez minutos al día, a veces ni siquiera llegaban a
cinco, pero esos minutos eran respirados segundo a segundo pasando a
convertirse en la razón de su existencia.
Cierto era que al volver a la
realidad pasaba a darse cuenta de todo lo que esta conllevaba consigo, el
ruido, las preocupaciones, los agobios, el egoísmo, la velocidad… pero allí
arriba, durante ese momento de tumbarse y cerrar los ojos, de sentir la
fragilidad de lo que le sostenía, de disfrutar aquel inmenso espacio repleto de
aire, de sentir el vacio a su espalda,
todo esas cosas no eran más que nimiedades.
Sabía que en un futuro, si se lo
proponía, solo se acordaría de las cosas buenas, el propósito era asegurarse de
tener esos recuerdos y recopilarlos en el poco tiempo que durara su
existencia. Aprovecha el momento, ese era su lema y como tal, lo seguía a
rajatabla yendo todas las mañanas, tras
largas horas de duro esfuerzo poco gratificante y peor remunerado, a aquel
lugar en el que pegaba la espalda al duro metal sabiendo que aquello era algo
que casi nadie más podía disfrutar.
Desde aquella altura nada parecía
importante, incluso los rascacielos que
formaban aquella inmensa ciudad de bullicio y contaminación pasaban a ser meros
juguetes que podía tapar con el dedo de una mano.
Diez minutos, diez minutos de
libertad al día no era mucho pedir y en cambio, se había convertido en lo más importante
de todo lo que hacía.
Allí simplemente era feliz y al
fin y al cabo, ¿No es lo que buscamos todos?
Creo que esos diez minutos son su salvación,los que lo alejan de la locura, de los pensamientos,de las cosas rutinarias que muchas veces no nos dejan respirar nuestra propia libertad.
ResponderEliminarQuizá diez minutos o menos sean suficientes para llenar una vida del sosiego y la felicidad necesarios.
ResponderEliminarUn relato, compacto, cortito y buenísimo!
Felicitaciones...
Un abrazo.
Allí simplemente era feliz. Esos diez minutos era su droga diaria para seguir con la vorágine de la vida. Es bueno buscarse sanamente una salida trasera.
ResponderEliminarUn abrazo Rendan.
De menos diez minutos de libertad...se agradecen y hay días que no los ves llegar.
ResponderEliminarRendan, este es un post inspirador. Me hago el propósito de encontrar la altura apropiada para esos diez minutos de libertad.
Por supuesto que puedes utilizar cualquier frase que te guste del blog, agradezco me lo hicieras saber.
Abrazos.
Pues si, es lo que buscamos ...todos?
ResponderEliminarMuy bueno; ademas, caualmente estuve viendo hace poco esas excelentes fotos del Rockefeller, y me dieron mucho que pensar; son fotos con una historia, de esas que te hablan.
Buena entrada,amigo :)
Vine hace unos días, leí el texto y me acabo de dar cuenta de que no te comenté, jajaja, soy una volada.
ResponderEliminarOjalá fueran más de diez minutos al día, pero bueno, algo es algo... Y si esos diez minutos le sirven, bienvenido sea...
La foto me recuerda a unas que vi de Lewis Hine, de cuando estaban construyendo creo que era el Empire State (hubo una expo suya en Madrid hace un par de años, y había muchas fotos como la que pones, no sé si será suya).
Un beso Rendan
La felicidad de cada uno es un misterio..
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