Creo que en esta época que nos
está tocando vivir hay más gilipollas que gente sana.
Creo que los extremismos están a
la orden del día y que por el simple hecho de que todos tenemos derechos a
sentirnos ofendidos, no significa que no podamos respetar las opiniones
contrarias.
Por desgracia estamos viviendo
una época en la que no se puede dar la opinión personal de las cosas sin miedo
a que te echen a los lobos o te persigan con horcas y antorchas para quemarte
vivo.
Una época en la que ser
irrespetuoso se pena con denuncias e incluso la cárcel. Una caza de brujas del
siglo XXI hacia todos los que piensen lo contrario tengan razón o no.
Ya no podemos hablar.
La libertad de expresión ha
quedado oprimida, si no opinas bien te tienes que callar, así de simple, no
existe más discusión.
Antes de nada dejar claro que
soy cristiano, creyente por decisión propia,
no por mi educación ni por nada que tenga que ver con mi alrededor, aquí
el “Yo soy yo y mis circunstancias” de
Ortega y Gasset no tiene cabida.
Soy creyente y pese a ello, al
contrario que muchos, sé diferenciar claramente entre religión y creencia. Mis
creencias son entre Dios y yo y no respondo ante unos humanos, tan imperfectos
como uno mismo, que no paran de decir qué es lo que está mal y qué es lo que
está bien como si tuvieran la verdad absoluta de las cosas. No creo en un
bautismo en el que el que menos se entera es el protagonista, en una comunión
que es por los regalos, o en un matrimonio que se hace por la tradición, para mí
eso no es religión, las costumbres, por costumbre, no las hacen correctas.
Se diferenciar claramente entre
religión y una iglesia formada por hombres al igual que, alguien con dos dedos
de frente, sabe diferenciar entre nuestros políticos y la política en general.
Unos hombres a los que tomo con raciocinio
y criterio propio, creo en la iglesia pero siempre mediante el filtro de la
razón.
Porque alguien sea irrespetuoso
no creo que merezca ser juzgado, una opinión demuestra cómo es su propietario,
que los imbéciles dejen bien claro que lo son sin miedo a represalias.
Creo que la libertad de
expresión tiene que estar ahí nos guste lo que se diga o no, nos guste cómo se diga o no, estemos de acuerdo o no.
Creo que las palabras no hacen
que cambiemos nuestra forma de pensar por más ruido que se haga con ellas.
Las opiniones no tienen por qué
ser respetadas siempre y cuando los actos sí que acompañen al respeto, la palabra es simplemente palabra, las
acciones son la línea que tiene que estar controlada.
Nos hemos convertido en personas
quejicas que saltamos a la mínima, ya sea por comentarios machistas, homofobos,
racistas, apolíticos o antirreligiosos. La verdad es que a veces me pregunto dónde
quedaron aquellos días de me entra por un oído y me sale por el otro…
No quitemos libertades.
No estoy de acuerdo con el actor
Willy Toledo, creo que hay formas y
formas de decir las cosas hablando por Valtonyc, me resultan de mal gusto los chistes de Carrero
Blanco de Cassandra Vera y podría seguir así con muchas más personas que son
perseguidas en la actualidad por hablar de más.
Con ellos tres en particular no
puedo decir que sea de mi agrado cómo
hicieron las cosas, pero no puedo hacer otra cosa que ponerme de su lado ante
la situación actual, han dejado muy
claro el tipo de personas que son, al igual que lo han hecho los ofendidos
quejicas que intentan imponer sus opiniones por la fuerza tratando de acabar
con esta pobre gente.
Simplemente no hay derecho a la
situación que estamos viviendo.
Lo único que nos permitía la
libertad era poder dar la opinión personal de las cosas, parece que ahora ya ni
eso.
1984, Un mundo feliz, Rebelión
en la granja, Fahrenheit…
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