Hace siete meses me propuse un
objetivo que hacía tiempo que quería realizar, prepararme una maratón en
condiciones. 42 km corriendo, 42km inalcanzables para mí desde la primera ver que
hice media maratón y quedé destrozado en el proceso, estaba claro que me
esperaba un duro recorrido si quería poder lograr acabarla el día de aquellas
lejano, que tocara correrla.
Se ha escrito mucho del correr,
mucho de este tipo de carreras de las que se cuestiona su razón de ser, el
hecho de cansarse, de hacer algo potencialmente dañino para el cuerpo, hacer
algo que te llena por dentro y te demuestra de lo que eres capaz, no es algo
que comprenda mucha gente su atractivo y tal vez por eso la hace tan apetecible.
Se ha escrito mucho del tema y me enorgullece ser uno de los que puede hacerlo después
de todo el recorrido marcado en una dirección.
Hace siete meses, aprovechando
mi cambio de vida, me propuse correr
todos los días una hora y tomarme en serio este objetivo, algo que en un
principio parecía lejano fue acercándose poco a poco hasta que el día de ayer
llegó el momento.
Fue duro, mucho más de lo que
esperaba, con una marca de cuatro horas y veinte minutos fui finalmente capaz
de acabarla y todo el sufrimiento del proceso cobró sentido de golpe.
Estaba preparado para los 21km,
llevaba corriendo esas distancias a mis espaldas todos los Domingos desde hacía
ya dos meses y tres años participando en la carrera de la media maratón de
Coruña con la que fui mejorando mis tiempos de forma claramente visible. La
media maratón pasó de ser algo que me había destrozado físicamente a algo que podía
hacer prácticamente a diario sin sufrir agujetas posteriormente.
La tercera hora del recorrido
fue la que empezó a avisarme de lo que se me venía encima, en la última vuelta es
cuando me tope con el famoso muro, el momento en el que el cuerpo dice ya basta
y se niega a continuar, a partir de ahí solo sirve la cabeza que no para de
darte ánimos para continuar si o si.
La última hora y veinte fue un
conjunto de gemelos subidos, espalda dolorida y tobillos palpitantes. La respiración
y el cardio por suerte en ningún momento fueron un problema pero, debido a la situación
muscular en la que me encontraba, mi velocidad disminuyó de forma exponencial,
mi pequeño infierno personal del que podría haber huido en cualquier momento
con tan solo renunciar.
Iba de avituallamiento en avituallamiento
pensando continuamente que no tenía ninguna prisa por llegar, que había que
tener paciencia y que el tiempo, ya no la distancia ni el ritmo, acabaría llevándome
a la meta.
Ha sido una experiencia que me
ha cubierto este año tan extraño, un objetivo del que no me arrepiento haber
comenzado y que tengo la intención de repetir. Cuatro horas y veinte que no son
otra cosa que el ver de qué esta hecho el cuerpo y de lo que es capaz. Forzar
la maquinaria hasta niveles de los que no te creías capaz.
Coruña ya está lejos, he vuelto
a casa dolorido y con el orgullo por los techos.
Ahora toca descansar y marcarme nuevos planes
de futuro que demuestren que esta vida no es solo el trabajo que a diario nos
va consumiendo.
Objetivo cumplido.
¿Cuatro horas corriendo? oh, my gosh!! mi admiraciòn para ti. La verdad nunca he sido de correr largas distancias a velocidad medida. Cuando solìa correr, solìa ser distancias cortas a ràpida velocidad...En una explosiòn.
ResponderEliminarSuerte con tu pròximo proyecto. Creo que el cuerpo una vez que se acostumbra a algo, exige continuidad.
Feliz martes.