Cuando
la falsa moralidad se convierte en un dogma, poco más se puede hacer que tratar
de no verte arrastrado por él pese a la facilidad y la falsa lógica que ello
conlleva.
Las ideologías
apoyadas en obviedades de las que nadie puede estar en contra, ya sea igualdad,
racismo u otras cosas que parecen que están a la orden del día, son tan
peligrosas como cualquier otro fanatismo o religión.
Impedir
el poner en duda algo, o incluso el no
estar de acuerdo con ello, hace que dicha falsa moralidad solo sea eso, una
forma de sentirnos bien con nosotros mismos poniéndonos por encima de toda
razón y criterio.
La
famosa frase, mal utilizada hoy en día por ignorantes amantes de los mantras,
de ser intolerante hacia el intolerante, no tiene ningún sentido siempre que no
se entienda previamente que “intolerante”, no es aquel que opina lo contrario y
trata de demostrar su verdad, por errada que esta sea, mediante el raciocinio y
la conversación, sino aquel que no sabe otra cosa que usar la fuerza para
imponer sus ideas por encima de las del resto.
En este
caso da exactamente lo mismo la calidad del discurso, ya que al convertirse en
algo impuesto, rompe con toda libertad del ser humano a pensar diferente.
Y eso
no puede ser bueno.
De una forma u otra todos somos intolerantes de algún tipo para alguien más...
ResponderEliminarSaludos,
J.