El cosmos, pese a todo el caos que
pueda aparentar ser, responde a un orden que lo mantiene con vida y fomenta su
evolución.
La naturaleza, como escenario
inmediato del ser humano, responde a una falsa aleatoriedad guiada por unas
leyes que indudablemente están ahí.
El cervatillo sabe dónde tiene que
mamar desde el segundo uno de su nacimiento, la polinización de las abejas y su
modo de vida coincide con la época del año predilecta para las plantas, todo
sigue un orden, un extraño equilibrio que parece que se va a derrumbar en
cualquier momento y que, sin embargo, ha estado allí desde un principio.
U.S
La calle libreros, de no más de cuatro metros
de ancho, entre edificios antiguos de no más de cinco alturas, se abría, al
llegar a la fachada de la universidad, a una plaza conocida como el Patio de
escuelas.
La fachada, que formaba parte de la propia
calle, era la entrada al edificio de escuelas mayores de la universidad de
Salamanca.
Actualmente dicha fachada, de un claro estilo plateresco, era uno de los
puntos turísticos más característicos de la ciudad, siendo la plazoleta a la
que hacia frente, el patio de escuelas mayores, un lugar muy transitado a lo
largo del día.
Por la noche sin embargo, a excepción de unos
pocos viandantes, esa calle quedaba poco transcurrida.
El
ambiente de las luces anaranjadas de las farolas iluminando la piedra arenisca
de las casas, dejaban una imagen llena de sombras digna de películas de misterio como “El tercer hombre”.
En el centro de la plaza, se erguía iluminada
la estatua de Fray Luis de León enfrentado a las dos enormes puertas de la
fachada. Ese monje con su túnica estaba situado encima de un enorme pedestal
blanco mirando hacia todo aquel que se pusiera a su lado.
David levantó la cabeza para mirar de nuevo la
rana encima de la calavera que le daba el nombre coloquial de la fachada de la
rana. Los Salmantinos, habiendo normalizado todas las maravillas que día a día
les rodeaban, estaban cansados de todo aquello, pero buscar aquel animalillo de
piedra, entre todos los ornamentos de aquella fachada, se había convertido en
uno de los motivos por el que aquella plaza estaba normalmente repleta de
turistas mirando hacia arriba y señalando.
David se fijó bien en la deformación rocosa
que había encima de la calavera, no se le parecía lo más mínimo a una rana y no
recordaba un tiempo en el que sí.
Miró a su alrededor pero no encontró a su tía
por ningún lado, parecía que con las prisas había llegado algo pronto por lo que dio una vuelta por esa plaza, de
un tamaño más bien pequeño pero que destacaba al salir de esa calle estrecha.
El silencio le rodeaba, la piedra dorada de
villamayor era la protagonista allá donde mirara y la luz atenuada, proveniente
solo de los focos de la fachada y la estatua de Fray Luis de León, generaban en
David la sensación de hogar que había tenido de niño.
El frio seco que en esos momentos sentía, y el
dolor de orejas debido a este, solo acrecentaban dicha sensación.
Los tres lados del patio, que no ocupaba la
fachada de la rana, eran superficies de
bajo mas dos ausentes de más decoración que la que ofrecían sus numerosas ventanas cuadradas, eso no
evitaba que, debido a su fábrica de piedra, ese patio destacara mostrando el
cuarto lado como protagonista.
Buscó en su bolsillo el paquete de tabaco que
se había parado a comprar a mitad de camino y se puso un piti en la boca, lo
encendió y aspiró profundo disfrutando de ese momento de tranquilidad, soltó el
humo relajadamente.
-Esa mierda te va a acabar matando. –le dijo
alguien a sus espaldas abriendo los ojos en el acto, desde el primer segundo
supo que no era Irene. Metió la mano automáticamente en el bolsillo, el tacto
del cuchillo a través del trapo en el que lo había envuelto le tranquilizó.
-¿Y eres tú el más indicado para decirme eso?
–dijo con el tono más desagradable que pudo mientras se daba la vuelta para
enfrentarse a la persona que había
estado buscando el día anterior. –Estuve en tu casa ayer ¿Sabias?
Jaime soltó una risa nerviosa asintiendo con
la cabeza, seguía teniendo la misma ropa que el día del entierro.
-Algo nos dijeron si, también se que tuviste
un encontronazo con alguien allí, me alegró saber que no te pasó nada. –David
se dio cuenta de que Jaime era incapaz de dirigirle la mirada ¿Acaso estaba colocado en esos momentos? Se
había jurado a si mismo que le echaría en cara todo en cuanto se encontrara con
él, pero en ese momento, y dado todo lo sucedido en las últimas horas, simplemente
no supo qué hacer, estaba demasiado cansado. – ¿Me das uno? –le dijo señalando el cigarro,
la mano le temblaba por el mono, David le lanzó la cajetilla y el mechero, se
puso a su lado, los dos de cara a la fachada tranquilamente fumando bajo la
atenta mirada de Fray Luis de León.
En esa noche fría de invierno, en silencio, simplemente
viviendo el momento parecía que ninguno se atrevía a decir nada.
-¿Eres tú el que me ha mandado el mensaje?
–Jaime se limitó a asentir mientras le daba una calada al cigarro. -¿Qué estás
haciendo aquí?
-¿A qué te refieres? –David no supo responderle,
el simple hecho de decir en voz alta que esa realidad no era su realidad le
hacía parecer que había perdido completamente la chaveta. –o sea que lo sabes.
Esa afirmación repentina le hizo girarse hacia
Jaime, éste seguía sin embargo disfrutando del frente del edificio de escuelas mayores. Una sonrisa amarilla se
mostraba en su cara asimétrica de tantos años con la adicción.
-¿Quién te lo ha dicho? –David no respondió,
Jaime tiró la colilla al suelo apagándola con el pie. –sígueme. –se limitó a
decirle. Caminó hacia uno de los dos portones no girándose para ver si le hacía
caso. –sentimos mucho lo ocurrido con Iván, debimos estar más al tanto de él.
-Le asesinaron. –las palabras le salieron con
tristeza y rabia, echaba de menos a su amigo y con lo ocurrido, aun no había
tenido tiempo de llorarle. Viendo a Jaime a su lado, ya no sentía ningún odio
hacia él, era cierto que había tenido parte de la culpa de que sus amigos
hubieran echado sus vidas a perder, pero viéndole de cerca, completamente
consumido por aquello que vendía, no podía sentir más que pena.
-Lo sabemos, por eso estamos aquí, pero no
quita que pudimos hacer más por él en su momento, te ves como la mierda por
cierto.
David no podía llevarle la contraria en esa
afirmación, las ojeras de dormir mal, la ropa usada de más, la barba desaliñada
al igual que los pelos, hasta la gabardina necesitaba un lavado.
-¿Cómo que lo sabes? ¿Sabes de las personas
con el anillo tatuado? ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Por qué me has traído aquí?
Jaime se acercó a uno de los portones y llamó
con el nudillo, no tardó en oírse la respuesta de unas llaves que les abrían.
Ante ellos se encontraba un hombre de unos
sesenta años con un manojo de llaves en la mano.
Su aspecto era el clásico de los profesores de
universidad, pantalones chinos, camisa de cuadros, a medio afeitar… en general
la típica indumentaria elegante y dejada de un hombre que desprecia lo que
hace, o por el contrario, ama despreciar al resto.
Jaime tiró del cuello de su chándal dejando a
la vista la clavícula. El tatuaje de la calavera de cuervo tan característico
suyo quedó iluminado con la luz de los focos reflejada en la fachada. David no
le recordaba sin él, se lo debió de hacer tiempo antes de que se hubieran
conocido, cuando sus vidas aún tenían alguna esperanza y ellos no eran más que
niños con sueños en la cartera.
-Hacia mucho que no pasabas por aquí. –dijo el
hombre dejándoles paso al interior.
El acceso daba, tras un pequeño espacio de
entrada, directamente al claustro del
edificio de escuelas mayores. Estaba gobernado en el centro por una enorme
secuoya centenaria que superaba en altura a dicho claustro.
-Regalo de Federico de Onís en 1870. –dijo
Jaime viendo que David se había quedado mirando al árbol centenario.
-¿Ahora me vas a dar una clase de historia?
–Dijo David en un tono despectivo.
-Precisamente vamos a hacer eso, si. ¿Sabías
que aquí nuestro colega Fede era hijo del bibliotecario y encargado del archivo
de la universidad de Salamanca?
Siguieron andando hacia el otro lado del
claustro donde se situaban las enormes escaleras de piedra que se dirigían al
segundo piso. David no podía dejar de mirar el árbol del centro, el hombre que
les había abierto, se mantenía en silencio siguiéndoles unos pasos por detrás,
delante estaba Jaime, con la manga derecha del chándal subida hasta el codo
mostrando todos los pinchazos de antebrazo completamente esquelético. No paraba
de rascarse dándole una sensación de nerviosismo que no encajaba en su
comportamiento.
-Si miras a tu izquierda podrás ver la capilla
de San Jerónimo, construida por Simón Gavilán Tomé entre 1761 y 1767, gran
arquitecto peor persona. –dijo poniéndose una mano en el pecho y haciendo una
pequeña reverencia. –que por cierto, también trabajó en la catedral nueva.
Al otro
lado está el Paraninfo, también llamado salón de actos de la universidad,
paraninnnnfoooo, nos gusta esa palabra. –Jaime parecía estar disfrutando de la
situación. – ¿Habías estado antes aquí de noche?
David negó con la cabeza, ¿Cómo era posible
que les hubieran dejado pasar así sin más abriéndoles completamente las
puertas? Ese lugar pertenecía a la universidad, y no solo estaba cerrado por
las noches, sino que normalmente había que pagar para entrar durante el día.
Se fijó en Jaime para asegurarse de que
aquella persona era la misma que había conocido años atrás, habían pasado
cuatro años desde la última vez que habían hablado.
Al acercarse a las escaleras David se quedó
petrificado, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, metió inmediatamente la
mano en el bolsillo agarrando la empuñadura del cuchillo de cocina.
-¿Qué ocurre? –Preguntó Jaime dándose la
vuelta en cuanto se dio cuenta de que David había parado en seco. Miró hacia
donde él miraba y sonrió. –imagino que sabrás qué son siendo de aquí.
Ante ellos, cubriendo las paredes de piedra
arenisca, se encontraba numerosas pintadas, todas ellas parecidas y a su vez,
ninguna igual que el resto. Estaban pintadas de un color rojo sangre compuestas
todas por las mismas letras, “Vítor”
-Son los Vítores, los tatuajes de Salamanca.
–continuó hablando Jaime viendo que David no contestaba. Los edificios
históricos de la universidad están repletos de ellos, cada uno representa un
logro que ha conseguido una persona a lo largo de su vida y que queda
inmortalizado entre estas piedras, una huella dejada para la posteridad de sus
habitantes más destacados.
Debajo de cada uno estaba la fecha de cuando
se habían pintado, aparte de eso no guardaban ninguna información.
Entre todos los Vítores, había uno que le
hubiera pasado desapercibido al David de la semana pasada pero que ahora, sin
embargo, no podía dejar de mirar. Las pulsaciones le habían aumentado, el sudor
había vuelto pese al frio de la noche.
Entre todos los Vítores había uno con dos
letras de más colocadas de una forma que David conocía muy bien. La U y la S,
ambas en continuidad.
-¿Sabías que la cruz gamada provino
inicialmente de los Vedas? Las escrituras sagradas del hinduismo que no tenían
nada que ver con lo mencionado en “Mi lucha” de Hitler. Los nazis cogieron algo
que podía haber sido hermoso, que se utilizó previamente en varias religiones,
y lo transformaron en un arte prohibido, la vergüenza de la humanidad.
-¿Qué me quieres decir con eso? –Apretaba el
cuchillo con fuerza a la espera de cualquier ataque inmediato.
-Ese Vítor que estas mirando puede ser uno de
los más importantes que pueda tener esta ciudad. Vítor a la amada Ubi Sunt, un
Vítor a la igualdad de todos los hombres, a su mortalidad que hace que la vida
tenga sentido. No confundas un símbolo hermoso con unos ideales peligrosos y
perversos, ellos se apropiaron de él sin permiso de su dueña, culpa a aquellos
que la difaman usándolo y no temas aquello que no debe ser temido.
-¿Estás diciendo que esto no tiene nada que
ver con aquellos que mataron a Iván?
-Estoy diciendo que este Vítor es tan antiguo
que nadie sabe su fecha exacta, el único Vítor sin fecha escrita bajo él y que
los estudios de su tinta lo datan de antes de haberse construido siquiera este
lugar.
-Si fuera eso cierto ¿Cómo es que no es tan
conocido como debería?
-Lo conocen aquellos que deben, para el resto
no es noticia. –dicho esto se dio media vuelta y empezó a subir los escalones.
-¿Continuamos con la visita?
-¿Qué sabes de esta secta?
-No nos corresponde a nosotros decírtelo. Esa
información ya te llegará a su debido tiempo supongo, pero no es a lo que
venimos. Como ya te he dicho, venimos a una lección de historia.
El hombre que les había abierto les estaba
esperando en la planta de arriba justo en frente de la puerta de la biblioteca
de la universidad.
-Espera un segundo, ¿Vamos a entrar en el
fondo antiguo?
-Aquí se encuentran libros de hasta 800 años
de antigüedad, libros que nunca podrán ver la luz debido a sus condiciones,
solo personas muy selectas han tenido trato con dichos volúmenes a sí que te ruego
que tengas cuidado, no toques nada y haz lo que se te pida.
El hombre les tendió unos guantes de
terciopelo para que se los pusieran, Jaime cogió a su vez unos cordones con
pesos en los extremos.
-Los libros que vamos a ver son muy delicados.
–le explicó. –muchos de ellos no se pueden abrir por completo y tienen las
hojas a punto de convertirse en polvo, cuanto menos las manipulemos mejor. Estos
cordones son para sostener las páginas y evitar que las sujetemos con la mano
mientras están abiertos.
El hombre les abrió la biblioteca, era una
sala rectangular con librerías en sus cuatro lados, llegaban desde el suelo a
unas bóvedas de crucería guarnecidas en un color amarillento. Allá donde mirara
veía las paredes repletas de volúmenes, no había ni un solo ejemplar que
pareciera ser de ese siglo.
Justo en la unión entre las librerías y las
bóvedas, se situaban varias ventanas por donde entraba una tenue luz de las
farolas del exterior.
En el centro de la sala se encontraban varias
mesas y atriles de madera, todos ellos rodeados por sillas antiguas con
reposabrazos de madera dejando unos pasillos, entre estos y los atriles, de
manera que todo aquel que tuviera trato con los volúmenes, tendría que hacerlo
de pie.
El ambiente era cerrado pero no se hacía
claustrofóbico, la sensación era de estar respirando un aire seco con el típico
olor a libro antiguo.
No había iluminación eléctrica de ningún tipo
por lo que entraron prácticamente a oscuras sirviéndose de la poca luz que
entraba por las ventanas.
El hombre que les había estado acompañando se
adelantó escogiendo varios volúmenes de distintos estantes, el tratamiento era
de sumo cuidado, como si portara entre sus manos un elemento que se pudiera
romper con solo mirarlo.
Escogió con cuidado para evitar tener contacto
innecesario con otros ejemplares, se acercaba a una librería, se quedaba un
rato mirándola, cogía un libro y lo llevaba lentamente a uno de los atriles
posándolo completamente cerrado.
Posteriormente se daba media vuelta y repetía el mismo proceso hasta haberlo
hecho varias veces, uno por uno, con lentitud y tocando lo menos posible los
volúmenes.
David y Jaime esperaron en silencio en la
puerta. Por un momento David se olvidó de su situación disfrutando el
encontrarse en aquel lugar, siempre había querido entrar pero actualmente era
imposible por motivos lógicos, miró al personaje que tenía a su lado con sus
pintas de drogadicto, tembleques incluido, y se preguntó quién era realmente
aquella persona, estaba claro que sabía de todo aquel mundo tan nuevo para él,
¿Sería también un no nacido?
El hombre que les había abierto y les había
llevado hasta allí, le había tratado en todo momento con un gran respeto
llegando a parecer completamente absurda la situación, pese a todo, ahí estaban
ellos, en una sala a la que muy pocos tenían acceso.
Una vez hubo acabado de preparar todo, el
hombre les hizo una señal para que se acercaran, Jaime fue primero, se movía
como si estuviera habituado a aquella situación, el hombre se dirigió
directamente a él.
-Avísenme cuando hayan acabado. –dicho esto, y
para sorpresa de David, salió por la puerta dejándoles completamente solos.
Jaime caminó lentamente dando una vuelta por
la sala, su voz, pese a ser prácticamente un susurro resonaba pudiéndose
entender perfectamente.
-Pese a estar creándose continuamente nuevos
universos, extrañamente esta sala siempre es la misma, mismos libros, mismas
historias y conocimientos.
David estaba de pie completamente quieto
siguiendo a su compañero con la mirada.
-No tenemos la más mínima idea de cuánto es lo
que sabes, pero sí sabemos que eres consciente de que esta ciudad no es la tuya
pese a serlo. No tenemos mucho tiempo para mostrarte todo pero haremos cuanto podamos,
llegado mañana tendrás que haber cruzado de nuevo a tu lugar de origen. –Se fue
acercando al primer atril ocupado por un tomo grande, le hizo una señal para
que se acercara. –ahora dinos. –le miró por primera vez directamente a los ojos
mostrando una seriedad y una consciencia nada común en él. A David no le
sorprendió ver que los tenia rojos – ¿Qué sabes realmente de la escalera de
Penrose?
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