La he cagado. He sido engañado.
No sé qué hacer.
El otro día le hablé a Alex sobre el
libro que había encontrado en la Pontificia, bueno, sobre el libro que me
habían dado más bien.
Alex se mostró interesada desde un
principio. Le dije que lo había dejado en la propia biblioteca, escondido
detrás de más libros para que nadie lo encontrara. No había sido capaz de
sacarlo de allí, demasiada vigilancia, siempre me tienen echado el ojo.
Esa misma noche me esperaba el chico
de los guantes que me había estado ayudando. Resulta que pertenece a un grupo
que está buscando lo mismo que Alex. La quieren a ella y quieren que yo se la
entregue.
Han amenazado con hacerle daño a Jess
si no sigo sus instrucciones.
¿Qué hago? ¿Qué puedo hacer? ¡Jess no
tiene nada que ver con todo esto! ¿No pueden dejarla simplemente en paz?
Había quedado con Alex para enseñarle
el libro pero tras lo ocurrido llevo varios días evitándola.
Trataré de que no se acerquen a ella,
mientras siga sirviéndoles en mi búsqueda no creo que me exijan lo contrario.
Me guste o no ahora trabajo para
ellos.
I.C
El callejón del Yelinas estaba más tranquilo
que de costumbre. No se oía ni un alma y las luces que normalmente ofrecían sus
dos farolas estaban en ese momento apagadas.
David dudó de si entrar o no en aquella
oscuridad. Le resultaba demasiado raro todo aquello. Temía que al hacerlo le atacaran
por sorpresa, estaba claro que algo no iba bien.
Metió la mano en su bolsillo buscando su
navaja. No tenía muy claro qué podía
hacer con ella pero aun así le tranquilizaba aquel tacto frio en sus manos. Dio
unos pasos hacia adelante expectante de cualquier movimiento, cualquier sonido
que le sirviera de aviso para salir corriendo.
Tras esos primeros pasos, le siguieron otros
más. Parecía que estaba todo tranquilo. Sus ojos se hicieron a aquella
oscuridad, al fondo pudo ver la puerta del club. No le sorprendió ver aquellas
enormes puertas cerradas.
David no pudo evitar pensar que solo faltaban
dos antorchas a ambos lados de la puerta para que aquella imagen pareciera la
de la entrada a una mazmorra.
El suelo adoquinado estaba mojado fruto de la
lluvia que de vez en cuando empezaba solo para parar minutos después. Podía oír
sus pies chapotear a cada paso. Ya que había llegado hasta allí, comprobaría si
el bar estaba cerrado. Recordaba que en
ocasiones cerraban las puertas cuando hacia frio.
Sacó las manos de los bolsillos, agarró los
picaportes e intentó abrir sin resultado.
Miró el móvil, ya era tarde para volver a casa
de sus padres a cenar por lo que decidió que lo mejor era dejar todo aquello
por ese día. Se dio media vuelta en dirección al hotel.
Nada más dar cuatro pasos en la dirección por
la que había venido, oyó cómo alguien abría a sus espaldas. David pudo ver cómo
su sombra crecía a lo largo del callejón
según la luz del interior iba saliendo más y más por el hueco de las puertas al
abrirse.
A su espalda empezaba a salir el ritmo de
guitarra tan característico de la canción de Pneuma de The Tool.
-David, te estábamos esperando. –oyó que le decía una voz conocida. Era la
camarera del Yelinas la que le había abierto la puerta y le estaba invitando a
entrar.
La siguió escaleras abajo sin decir nada. El
interior se veía más grande de lo habitual debido a la ausencia de clientela.
Todas las mesas estaban vacías, solo la que habían estado utilizando aquellos
días, la que estaba al lado de la arista, estaba ocupada por dos mujeres que en ningún
momento hubiera imaginado encontrarse
juntas.
Allí estaban Alex e Irene mirándole fijamente,
una sentada al lado de la otra. Una tercera silla estaba separada dando a
entender que la camarera había estado sentada con ellas.
-Perdona pero acabo de reparar en que no se tu
nombre.
-Adriana, puedes llamarme Adri. No te molestes
en presentarte, ya sé quién eres, Susana me puso al día.
-¿Puedo saber que está ocurriendo aquí? ¿Ya os
conocíais vosotras dos? –dijo refiriéndose a Alex e Irene.
-Créeme, para mí también ha sido una sorpresa.
–Dijo Alex.
-Tenía curiosidad por saber quién era tu
informante. A sí que decidí acercarme y presentarme en persona. Tengo que decir
que me sorprendió encontrarme con una desaparecida, aunque luego recordé las
historias que se cuentan sobre la no nacida que perteneció al otro bando. Tanto
su tatuaje como Adriana responden por ella por lo que, por lo que a mí respecta,
estamos bien.
-Estuviste a punto de pegarle un tiro en la
cabeza. –Adriana parecía algo molesta.
-¿La sacas ahora o la sacas luego? –Irene
parecía divertida. Alex sacó la mano de debajo de la mesa, apoyó encima una
luger con la que había estado apuntando a su tía en todo momento. –si yo la
hubiera disparado ella hubiera hecho lo mismo. Supongo que estamos en paz.
¿Puedes dejar de apuntarme ahora que me ha reconocido mi sobrino?
-Solo quería asegurarme. –dijo Alex tranquila
guardándose el arma de nuevo.
-¿Por qué el Yelinas está cerrado?
-Siéntate, te serviré algo. –se fue detrás de
la barra y sirvió cuatro vasos.
-Siempre he tenido curiosidad por saber qué
significa el símbolo del Yelinas. –dijo Irene despreocupada quitándole hierro a
todo el asunto. –Los dos rectángulos unidos en la esquina lo puedo llegar a
entender, son las puertas enfrentadas unidas en la arista. Pero, ¿Y las letras?
David se fijó en el logotipo al que se refería
su tía. Siempre lo había visto tanto detrás de la barra como en la puerta del
local, muchas veces se había preguntado a qué hacían referencia aquellas
letras. La M, H, T, S, V, se había convertido en el símbolo de aquel lugar, sin
que nadie supiera realmente por qué. Al lado se situaban los dos rectángulos
que Irene muy bien había descrito.
-Proviene del escudo familiar del primer
gemelo de este punto de cruce. –dijo Adriana desde el otro lado de la barra aun
sirviendo. Había dejado los vasos en reposo dejando que la espuma se asentara.
–la idea es un poco la misma que la de Ubi Sunt aunque algo más desarrollada.
Según este escudo la igualdad de las personas no se limita a su final, la
Muerte, sino que es todo un proceso que comienza desde el momento del nacimiento, la Vida.
M, H, T, S, V, es decir, Muerte, Heridas,
Traición, Sangre, Vida.
La vida como el inicio del que todos somos
testigos. La sangre como la continuidad, los años que estamos en este mundo y
lo que dejamos atrás. Nuestras imperfecciones que hacen que seamos nosotros
mismos. Traición como el dolor psicológico, heridas como el dolor físico, nadie
escapa de ninguno de estos dos por muy poderoso que sea.
Por último la muerte como el final que, al
igual que la ideología Ubi Sunt, nos hace a todos iguales no pudiendo huir de
ella.
No se sabe nada de esta familia ni del primer
gemelo. Solo dejó este escudo del que se
tiene constancia en varios puntos de la ciudad.
Cogió los cuatro vasos y se sentó con ellos en
la silla que había quedado vacía.
-Bien, ahora que estamos todos podemos
empezar. –Adriana llevaba la voz cantante en lo que el resto la miraban
callados, pendientes de lo que dijera. –anoche, después de que dejarais el otro
lado y cruzarais a este, ocurrieron una serie de sucesos que hicieron que las
Susanas tomaran la decisión de cerrar el Yelinas. Los desaparecidos se hicieron
con el patio de escuelas mayores, el archivo y la biblioteca Gabriel y Galán en
un ataque coordinado.
-¿Bajas? –la voz de Irene cobró un tono de
seriedad poco común en ella, había dejado a un lado la cerveza para apoyar los
codos sobre la mesa.
-No lo tenemos claro, sabemos que tenían altos
cargos de la policía de su lado que les ayudaron a cubrir su rastro, pero es de
suponer que todos los funcionarios que estaban allí en ese momento fueron
eliminados.
-¿Qué hay en esos lugares para ser tan
importantes? –esta vez era David quien preguntaba.
Alex fue la que respondió.
-Son tres de los sitios donde se guardaban los
atlas. En España solo se hicieron diez copias, tenemos constancia de que cuatro
de ellas habían desaparecido ya en ese universo. Madrid, Barcelona y Santiago son los tres
tomos que quedaban hasta ahora junto con los de Salamanca. Supongo que son
ahora los únicos que quedan.
-Desde entonces el Yelinas ha estado vigilado.
Quieren poseer el único punto de cruce de Salamanca por todos los medios. Es
por eso por lo que las Susanas han decidido esconderse, sin ellas simplemente
no se pueden abrir las puertas.
-Pero entonces nosotros tampoco podremos
cruzar.
-Trabajaremos desde este lado ya que es desde
donde ellos más se han movido hasta el momento. Sin controlan también este lado
el Yelinas estará perdido.
-¿Por qué Salamanca? ¿Por qué el Yelinas?
Cualquier ciudad tiene más puntos de cruce que esta y es más fácil hacerse con
ellos sin llamar tanto la atención. –Irene habló sin el tono de sarcasmo del
que era habitual.
-Buscan la escalera de Penrose y no pararán
hasta encontrarla. –Alex también estaba más seria que de costumbre. Sus ojos
reflejaban un odio poco común en una persona.
-¿La escalera? –Adriana parecía sorprendida
ante aquello. –pero si es solo un mito.
-Es más que un mito, y todo apunta a que está
aquí, en algún lugar de Salamanca.
Silencio.
-Eso lo explica todo. Hemos recibido noticias
de ataques en puntos de cruce de Zamora, Valladolid y Ávila. Los desaparecidos
se han hecho con varios puntos de esas ciudades, es de prever que para tenerlos
cerca de aquí.
-¿Qué hay de esos universos? Es imposible que
podamos proteger todos al mismo tiempo. –Para David la noticia de Ávila fue un
duro choque. Tenía planteado ir al día siguiente a cumplir con el mandato que
le había dado Andrea esa misma tarde. El simple hecho de que el mismo punto de
cruce que pensaba atravesar estuviera controlado por aquellas personas…
-Cada universo tiene sus propios no nacidos. Muy
pocos deciden alejarse mucho por miedo a perderse y no poder volver a casa.
Como he dicho, nosotros nos encargaremos de este lado. El asunto a resolver es
por dónde empezamos. Ellos han comenzado ya a moverse, empieza a haber
demasiadas desapariciones en esta ciudad.
No hay forma posible de que mantengan contacto
con el otro lado estando el Yelinas cerrado y mientras las gemelas estén
escondidas el punto de cruce estará protegido.
-La última vez que hablé con Iván, me dijo que
había encontrado algo, una especie de libro de leyendas donde podía haber
escrita una pista sobre la localización de la escalera, o al menos información
importante. Nunca llegué a saber donde lo encontró ni qué hizo con él.
David en ese momento se acordó, abrió su
mochila y sacó de ella el diario de Iván. A Alex se le abrieron los ojos.
-¿Eso es…? Me dijiste que lo habías perdido. Iván
escribía todo en ese cuaderno.
-Y así fue, lo perdí pero me lo devolvieron.
Aun no me ha dado tiempo a mirarlo pero, si es como tú dices, quizás haya algo
importante en él. –estando allí frente a esas tres mujeres decidió que era el
momento de contar todo lo ocurrido. Habló sobre Jaime, su lección de historia
sobre la escalera, sobre cómo posteriormente se había encontrado aquel diario y
la piel humana en el bolsillo junto con la nota, hasta les contó sobre la
extraña situación que había tenido con la tatuadora.
Ellas atendieron en silencio. Era la primera vez
que David era el que hablaba y el resto escuchaban, extrañamente sentaba
demasiado bien aquella posición de tener el conocimiento por una vez.
Cuando acabó de contar esos últimos días, fue
Irene la primera en hablar.
-¿Podemos verlo?
David sacó la toalla de la bolsa y la extendió
sobre la mesa dejando la calavera del cuervo al descubierto.
-¿Sabéis lo que puede significar? Jaime tiene uno
igual en el pecho. Andrea lo llamó el Munin.
-Ni idea, pero si Andrea dijo que era
importante no somos quien para llevarle la contraria. Los tatuadores están
siempre sabiendo cosas que nosotros no podemos ni entender –Irene cogió la piel
para mirarla con más detenimiento y la volvió a dejar en su sitio –En cuanto a
S.J… es un mito, una leyenda entre los no nacidos, no le he llegado a conocer
en persona aunque no es de extrañar, muchos dicen que solo se queda en eso, una
leyenda.
-Le llaman el vagabundo ya que es uno de los
pocos que cruza sin miedo cualquier punto de cruce. Se dice que ha estado en
tantos universos que es imposible que vuelva a su lugar natal. –Adriana estaba
blanca, algo le preocupaba.
–Existe, ha estado aquí no hace mucho, pero no
sé a dónde fue. Es alguien especial, sería bueno tenerlo en nuestro bando.
-Un momento, ¿Dices que S.J ha estado aquí?
¿Cuándo? –Alex parecía sorprendida.
-No es lo que importa, solo que puedo asegurar
que existe. En cuanto al tatuaje estoy con Irene. No puedo aportar nada, pero
si la tatuadora dice que es importante, es que lo es.
Pasaron un tiempo en silencio.
-Tengo algo. –Alex había estado ojeando el
diario de Iván. –hay mucha morralla y muchas hojas con dibujos y garabatos sin
importancia. Se ve que Iván realmente escribió muy poco pero por suerte fue
suficiente. Según estas páginas, el libro que supuestamente encontró se lo
debieron dar los desaparecidos con la intención de que les acercara a mí y les
ayudara con la búsqueda.
Iván escondió el libro en la misma biblioteca
donde lo recibió. Tenemos que ir a la Pontificia.
-Por lo que veo tenemos tres objetivos
bastante claros a seguir. –Irene cogió el cuaderno y miró donde Alex le
señalaba.
Tú, David, tienes que ir a Ávila. No tenemos
claro que hayan tomado la catedral pero eso ya no importa. Tienes que cruzar
sea como sea para conseguir las tintas y poder hacerte el Munin. Alex te
acompañará, por lo que tranquilo, no estarás solo.
En cuanto a mí, haré cuanto esté en mi mano
para hacerme con las Leyendas de Helmántica. No podemos saber si seguirán allí
donde las dejó Iván, pero si tienen información sobre la escalera merecerá la
pena ir a comprobarlo. Dios, la escalera, soñaba con su existencia cuando era
joven.
Desconocemos quién es Jaime realmente, pero es
de suponer que si tenía este tatuaje y le llegaron a matar realmente en el otro
lado, los desaparecidos ya se han hecho con él.
En cuanto a S.J… no podemos hacer nada por el
momento. Solo él mismo, y tal vez Jaime, saben dónde realmente está.
-Yo me quedaré protegiendo el Yelinas, lo que
menos queremos ahora mismo es que se hagan con este lugar. –Adriana recogió los
vasos y los llevó al otro lado de la barra.
-¿Me puedo quedar con esto? Le preguntó Alex a
David levantando el cuaderno. –Iván llegó a escribir poco, pero me gustaría
estudiarlo detenidamente. –David asintió.
-Pues parece que tenemos un plan. –Irene se
levantó, metió la mano en su bolso y le tendió lo que sacó a su sobrino. Era
una beretta con silenciador. –pisamos terrenos de guerra sobrino, será mejor
que estés preparado cuando el momento llegue. –dijo insistiendo en que la
cogiera viendo que la rechazaba.
-No te preocupes, yo te daré unas nociones de
cómo utilizarla de camino a Ávila. –dijo Alex ya de pie.
-No es eso lo que me preocupa, me niego a
matar a alguien sea por los motivos que sean.
-Esperemos que estés equivocado sobrino.
–Insistió en que la cogiera. Alex también se levantó dejando a David como el
único que quedaba sentado.
Un momento, ¿Ya nos vamos?
-No hay tiempo que perder sobrino. Tomad
también mi Chrysler, dame las llaves del tuyo y me encargaré de cargarle la
batería.
David cogió la beretta, era más pesada y fría
de lo que se imaginaba. Nunca había tenido un arma en sus manos, era bastante
reacio a su uso. La metió en la mochila con miedo de que se disparara al tacto.
Cogió las llaves y se las metió en el bolsillo.
-Llamad cuando lleguéis a Ávila, mantenednos
informados en todo momento. –Le dio un abrazo a modo de despedida.
-Los gemelos de la catedral son un cura
llamado Fabio. Preguntad por él, esperemos que no le haya ocurrido nada. Es un
punto de cruce bastante desconocido, no aparece siquiera en el Atlas por lo que
puede que tengamos suerte. –Adriana le dio otro abrazo y salieron por donde
habían entrado. Abrieron las puertas, a sus espaldas la canción The pot de The
Tool les daba la despedida.
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