Por mucha evolución que exista, por
muchos conocimientos que se obtengan, la condición del ser humano que lo hace
ser como es, nunca va a poder
entenderse.
El cerebro es todo un universo del que
jamás, incluida yo, sabremos nada. El raciocinio y con él, el sentido de existencia, van más
allá del propio cuerpo, siendo este un mero cascarón perecedero, una concha
que contiene el mayor misterio de todos.
Yo me dedico a desgastar dicho
cascarón y abrirlo cuando llega su momento. A partir de ahí mi duda es ¿Cuántas personas convivían dentro?
Me alegra estar de vuelta.
U.S
-Si no te importa nos gustaría ver primero el
tuyo. –dijo Alex desconfiada. Tenía la mano metida en el bolsillo del abrigo
donde David sabía que escondía la luger.
Fabio era un hombre joven, debía de tener unos
treinta y pocos, unos ligeros rasgos asiáticos
era lo más destacable de su aspecto. Parecía algo intranquilo pero por
lo demás emanaba un aura de cercanía extraña en un desconocido.
- Si, disculpa, no es ningún problema. –se
levantó el pantalón enseñando el tobillo. Tenía el tatuaje de las dos puertas. Era
muy parecido al símbolo del Yelinas con numerosas líneas añadidas a modo de
enredaderas.
Alex lo miró fijamente generando una escena
cuanto menos extraña en aquel entorno. Un cura mostrándole el tobillo a una
mujer en una iglesia. Finalmente le hizo un gesto a David de asentimiento y
ambos enseñaron los suyos.
-Parece que está todo correcto. Disculpen esta
presentación tan directa pero como ya sabréis los puntos de cruce de esta
ciudad están comprometidos. Como ya dije, Adriana me avisó de vuestra llegada.
Ahora, si me seguís, os guiaré hasta la arista. –se dio media vuelta dirigiéndose al ábside.
-¿Cómo sabes que el tatuaje no es falso? –le
preguntó por lo bajo David a Alex.
-Adriana me lo describió antes de irnos, me
dijo en qué líneas me tenía que fijar para asegurarme. No te preocupes, es él.
-Espero que hayáis tenido un buen viaje. –dijo
Fabio ajeno a la conversación que tenían a sus espaldas. –Me informaron de que
la situación en Salamanca está siendo parecida a la de aquí.
-Han conseguido tres de los Atlas. ¿Hay algún
peligro de que sepan la localización de este punto?
-Por parte de esos documentos ninguno, pero
más nos preocupa lo que puedan decir los gemelos que tengan secuestrados. Llevamos
unos días sin saber nada de ellos. Tenemos que asumir que la catedral se verá
asediada igual que el resto y en ese caso intentaremos resistir hasta que
ustedes vuelvan.
Por desgracia tengo que deciros que os vais a
encontrar mucha más resistencia en el universo al que vais. Hace tiempo que los
desaparecidos llegaron a él, no me preguntéis cómo. El ambiente allí es mucho
peor, sobre todo en salamanca donde se
hicieron con su único punto de cruce. Ahora controlan esa ciudad. No quedan
gemelos y los no nacidos no se atreven a pisarla por miedo a que les descubran.
Esos desgraciados hacen desaparecer a todo aquel del que tengan sospechas. Controlan
aquello como si fuera su Jerusalén. Tienen gente tanto en la policía como en la
guardia civil quienes hacen la vista gorda si no se vuelve a saber de alguien.
-¿Se han hecho con el Yelinas?
-¿Yelinas? –Fabio se rió. –me da que te estás
confundiendo con este universo. Allí el punto está en la biblioteca Gabriel y
Galán. –a David le subió el pulso, ¿Era posible que el mensaje de reunirse con
el tal S.J se refiriera a hacerlo en aquel otro lado?
–Paró en seco. Habían llegado a uno de los
absidiolos que daba acceso a una de las capillas. –La capilla de la Velada.
–les informó. En su entrada se situaba una escalera de caracol. –da acceso al
cimorro de la catedral. –les dijo viendo su expresión interrogante. –pero nosotros
no vamos a subir. – levantó una madera que había bajo esta mostrando un agujero
de unos cinco metros de profundidad.
-He oído hablar de esto. –dijo David. El
pasadizo secreto que habían encontrado hace unos años aquí.
-Fue una faena que lo descubrieran. –Fabio se
agachó y empezó a bajar por el hueco sirviéndose de unas escaleras de mano.
–era más fácil proteger el punto cuando nadie sabía de su acceso.
Bajaron uno detrás de otro. Ante ellos se
encontraba un corredor de piedra de poco más de medio metro de ancho por dos de
alto. La sensación era claustrofóbica.
A unos tres metros más allá se encontraba un
muro cerrando el paso.
-Por suerte para nosotros, la puerta como tal
no la llegaron a descubrir, creyeron que el pasadizo estaba cerrado. Descubrieron
tres de sus partes pero nunca llegaron a la arista–volvió a agacharse y empujó
uno de los sillares que formaba el muro dejando ver que el corredor continuaba al
otro lado. –No se puede decir que sea el acceso más cómodo pero es lo que hay.
–se tumbó en el suelo y cruzó. Alex le pasó la bolsa antes de seguirle. –espero
que todo esto sea solo por protección. –dijo el cura adivinando lo que había
dentro y pasándole de nuevo el saco. –os vendrá bien allá a donde vais.
Se encontraban en ese momento en un segundo
espacio aún menor que el anterior.
-Cuando descubrieron el pasadizo vieron que las
tres partes llevaban desde la capilla de
la Vereda hasta dos absidiolos más allá en la de San Antolín. A partir de ahí
consideraron que el corredor se había derrumbado. Este es el segundo tramo
conocido, a continuación pasaremos al tercero y desde allí a la Arista.
–repitió el mismo proceso. Se agachó, abrió un hueco en el segundo muro y
pasaron por él. –a este lado tuvieron que acceder por la saetera de iluminación
que daba a la capilla. Fue por esta misma por la que descubrieron el pasadizo. Hubiéramos
bajado por ahí, pero siempre es mejor no hacer esto en vista de todos.
–caminaron unos 8m y tras un marcado giro a la derecha se volvieron a encontrar
con un punto muerto. La iluminación era escasa, solo proveniente de la poca luz
que pasaba a través de la ya mencionada saetera. Los muros, separados medio
metro entre sí, no permitían una correcta ventilación del espacio haciendo que
fuera difícil respirar.
Fabio puso las dos manos en la pared final y
empujó con todas sus fuerzas. Esta vez se movió entera haciéndose a un lado y
dejando ante ellos un inmenso pasillo de oscuridad.
-Bienvenidos a la arista de la catedral de Ávila.
–Dijo sonriendo y sacándose una linterna del bolsillo. –reconozco que es un
poco incómoda de usar, pero gracias a ello ha estado escondida todo este
tiempo. A veces me pregunto cómo hacen las Susanas para que nadie se cuele por
aquella puerta.
-Cierran con llave. –se limitó a decir Alex.
Él asintió divertido.
Los tres entraron.
Nada más cruzar el límite, el muro se volvió a
cerrar dejándoles aislados de cualquier realidad.
Alex sonrió. –El gato de Schrödinger. –le
recordó a David.
Esa arista era completamente distinta a la del
Yelinas, allí no había ni habitación ni muebles. Si ya lo había pasado mal en
aquella, en esos momentos estaba haciendo todo cuanto estaba en su mano para no
empezar a hiperventilar.
La luz de la linterna no alcanzaba a mostrar el
final de aquel corredor de dos metros de alto y medio de ancho. Si no fuera
porque era una locura, David hubiera creído que aquel pasillo continuaba hasta
el infinito.
Siguieron al cura sin decir nada. Allí no se
oía el más mínimo ruido. Caminaron tranquilamente durante lo que pareció una
eternidad en línea recta. El silencio era inigualable, casi se hacía posible
oír los pensamientos ajenos.
A su espalda solo quedaba un fondo negro,
ausente de todo movimiento de aire provocando una mezcla de agorafobia y
claustrofobia al mismo tiempo. Al frente, la luz de la linterna mostrando un
vacío solamente encuadrado por unos paramentos de piedra demasiado próximos
entre sí.
David no paraba de mirar hacia atrás
intranquilo. Se sentía completamente expuesto, como cuando uno mira la
profundidad del océano mientras flota en él. En cualquier momento esperaba que
alguien o algo le agarrara por detrás. Su respiración fue cada vez más fuerte
siendo esta, y los latidos del corazón el único ruido, ahora inaguantable.
De pronto los pasos pararon, Fabio levantó la
linterna iluminando unas escaleras de caracol parecidas a por las que habían
entrado.
-Ya hemos llegado. –dijo susurrando no muy
bien por qué. Se echó a un lado pegándose a la pared lo más que pudo para
dejarles pasar. –yo me quedo aquí. Mi gemelo os aguarda arriba. Mucha suerte, espero
que encontréis lo que estáis buscando y por
favor, tened cuidado.
-Gracias. –dijo Alex. –trataremos de volver
cuanto antes.
Se dieron la mano a modo de despedida y
subieron las escaleras.
El último escalón terminaba en un muro que no
tardó en abrirse. Fabio estaba esperándoles tras él.
-Hola. Me alegra saber que habéis llegado sin
dilación. Espero que mi gemelo os haya dado una buena primera impresión.
Ahora, ¿Me podéis enseñar vuestras
Saturnias por favor?
A David aquello le resultó cómico, rozando lo
absurdo más bien, pero se limitó a hacer lo que pedía.
Una vez hubieron confirmado de nuevo quiénes
eran, les dejó salir de la arista.
David respiró tranquilo. Tenía un sudor frio
cubriéndole todo el cuerpo.
-No te preocupes, con el tiempo esa sensación
desaparece y el cruzar se hace más fácil. –le trató de tranquilizar Fabio
dándose cuenta de su estado. -¿Hace cuánto que te hiciste la Saturnia? ¿Dos
días?
-Ayer. –le contestó. -¿Se nota mucho que soy
novato en esto?
-Las aristas generan un ambiente que puede
resultar represivo al principio. Esta en particular más de la cuenta por lo que
es normal que te sientas algo mareado.
Para su sorpresa vieron que no habían vuelto a
la catedral, sino que ante ellos se encontraba lo que parecía ser la despensa
de una casa.
-Perdona pero, ¿Dónde estamos? –preguntó
David.
-Estáis en el palacio episcopal de la ciudad
de Ávila. En este lado nunca se llegó a derruir. El palacio del rey niño sigue tal
y como lo construyeron el primer día –les informó. –actualmente sirve de
residencia a los curas jubilados y a los que ejercemos en la provincia, por lo
que agradecería que saliéramos en silencio sin molestar a nadie.
La estancia estaba repleta de estanterías
llenas de comida y botellas de vino. A su espalda, por donde habían salido,
solo quedaba una pared de piedra sin rastros de ninguna junta que hiciera creer
que detrás hubiera algún pasadizo.
Antes de salir de aquella habitación, David se
fijó en un cuchillo para desollar que se encontraba tirado en el suelo, había visto ese tipo de
cuchillos en más de una ocasión cuando trabajaba de camarero, por lo que tenía
muy claro su uso. Estaba aún manchado de sangre al igual que los adoquines mostrando
lo que había sido un charco de dimensiones preocupantes.
-Estuvimos limpiando la carne hará unos días.
–le dijo Fabio dándose cuenta de lo que estaba mirando. Tenía una voz tranquila
y agradable –con todo el asunto de los ataques a los puntos de la ciudad, nos
olvidamos de recoger y limpiar. Ha sido una semana demasiado intensa para
todos.
-¿En este lado también habéis sufrido ataques?
–Fabio asintió.
-Desde hace unos tres días se han intensificado.
Las cosas por aquí están mucho peor que de donde venís. Cada vez las
diferencias entre este lado y el vuestro son mayores por lo que os aconsejo que
volváis lo antes posible. No tenemos muy claro cuánto durará este punto de
cruce activo si los universos siguen alejándose a este ritmo.
Los nervios crecieron, no se había planteado que
los puntos pudieran cerrarse para siempre, aquella imagen le aterraba. El simple
hecho de pensar quedarse atrapado en un universo que no era el suyo…
Les llevó hasta la entrada. Al salir David reconoció
la portada nada más verla, toda ella de granito rematada con un escudo. Era lo
único que se había mantenido en pie en su mundo. Por lo demás, en el lugar en el
que había estado el palacio, se habían construido el edificio de correos y la biblioteca.
Sin embargo, contra todo pronóstico, allí estaban, dentro de una arquitectura que
supuestamente había desaparecido para siempre. La sensación de angustia que
había tenido momentos antes se transformó en algo más parecido a la admiración.
-Parece que acabas de descubrir aquello por lo
que ser quienes somos merece la pena. –le dijo Alex con una sonrisa en la cara.
David no podía parar de mirar hacia todas partes.
Era la primera vez que cruzaba a otro universo distinto al suyo siendo
consciente de ello. Quitando aquel monumento situado al lado de la catedral, aquella ciudad parecía
la misma.
Siguieron al padre calle abajo donde les
estaba esperando un Seat plateado al que el tiempo le había pasado factura.
Fabio parecía intranquilo, expectante de todo lo que ocurría a su alrededor.
-¿Quién de los dos va a conducir? –David
levantó la mano. Le lanzó las llaves sin más miramientos. –nos dijeron que ibais a necesitarlo. Está
algo viejo y consume más de lo que me gustaría, pero os llevara a donde
queráis. Salamanca aquí no es como la conocéis, por favor, tened cuidado y volved
los más rápido posible.
Alex metió la bolsa en el maletero y se sentó
en el asiento del copiloto.
-Nos volveremos a ver esta noche. –le aseguró.
David le dio las gracias, pese a que se
acababan de conocer sentía cierto aprecio por aquel hombre que les estaba
ayudando sin pedir nada a cambio.
Dejó el abrigo y la mochila en el asiento
trasero. No pudo evitar ver cómo Fabio se fijaba en el saco según se lo quitaba
de la espalda. Se metió en el coche y arrancó.
En una hora estarían en Salamanca, se
encontrarían con Andrea y se darían media vuelta.
Salieron de la ciudad por donde habían
entrado. Ambos habían estado en silencio todo ese tiempo, Alex se dedicaba a
limpiar su luger una y otra vez mientras miraba de vez en cuando por el
retrovisor. David se centraba en conducir mientras jugaba consigo mismo en
buscar las diferencias con lo que parecía ser la misma ciudad a la que habían
llegado esa mañana.
-Nos llevan siguiendo desde que salimos. –le
informó David. Se había fijado en aquel coche desde el momento en el que
se habían despedido de Fabio pero no se había querido adelantar con las
conclusiones.
-Me he dado cuenta. Si las cosas aquí están
tan mal como nos han dicho, era de esperar que tuvieran vigilado el lugar. Por
lo que sabemos los desaparecidos están actuando como mínimo en estos tres
universos aunque es de suponer que
también lo estén haciendo en otros.
-Con respecto a eso, una pregunta me viene
rondando desde que me contaste el funcionamiento de esa organización. –dijo
dejando a un lado el tema de sus perseguidores. Aún tenían tiempo para
abordarlo cuando fuera necesario –si una persona descubre todo esto, ¿No es de
suponer que todos sus homólogos también lo descubren? ¿Cómo es posible entonces
que los desaparecidos se encarguen de remplazarse a sí mismos cuando ellos también
son conscientes de todo?
-No lo son. –dijo Alex sin quitar la mirada
del retrovisor. –el primer desaparecido supo de la existencia de los múltiples
universos porque un no nacido se lo dijo. En ese momento esa persona, que
hasta entonces había estado unida a sus
homólogos, pasó a ser la única entre todos ellos que sabía la verdad. Cada vez
que actuamos, tenemos que ser conscientes de que nuestro trato con las personas
normales afecta a que sus diferencias con sus otros yos sean cada vez mayores.
¿Puedes reducir un poco la velocidad? Veamos cómo se comportan. –había vuelto a
cargar la pistola.
Estaban ya en carretera. David redujo viendo cómo
el coche que les llevaba siguiendo se iba acercando más y más.
-Es hora de que nos libremos de la carga. Lo
más seguro es que les hayan avisado de nuestra llegada a Salamanca, por lo que
por desgracia tendremos que aparcar a las afueras. No podemos arriesgarnos.
El vehículo ya estaba prácticamente encima de
ellos cuando empezó a adelantar. David había puesto las luces de emergencia
fingiendo una avería, cosa no extraña viendo el aspecto del Seat.
Alex sostuvo la pistola apuntando a la ventana
del conductor. David se pegó a su asiento dejándole hueco. El coche pasó, y se
puso delante haciendo caso omiso de su presencia ¿Podía ser que se hubieran
preocupado por nada? Alex se mantuvo quieta separando el dedo del gatillo,
finalmente se volvió a poner mirando a la carretera y volvió de nuevo a lo que
estaba haciendo. Respiró tranquila.
-Sigue reduciendo y aparca a un lado. Dejemos
que tomen delantera. No podemos estar seguros de nada, pero no seré yo quien
actúe primero.
Pararon en el arcén. Poco a poco el coche iba
desapareciendo en la lejanía.
-¿Entonces? –prosiguió David. Para su sorpresa
estaba tranquilo, en aquellos días se había ido acostumbrando a aquellas situaciones de
tensión. No le había dado la más mínima importancia a lo que acababa de ocurrir
-¿Un no nacido creó a los desaparecidos?
-Eso es lo que se cree, si. No se ha podido
comprobar y nadie sabe quién pudo ser, pero el hecho es que es la única manera
de que esa organización apareciera. Ahora actúan en no se sabe cuántos
universos. Creía que el principal era el nuestro, pero si lo que nos ha dicho
Fabio es cierto, este puede ser el original.
-¿Y no podemos pedir ayuda a los no nacidos
que vivan en Salamanca?
-Dudo mucho que quede alguno con vida.
No dijo nada más. David volvió a arrancar.
Al poco tiempo las torres de la catedral
empezaron a verse en la lejanía.
Aparcaron justo a la entrada de la ciudad en
el parquin de un centro comercial. Alex volvió a coger la bolsa del maletero y
a echársela a la espalda. Se había quitado el moño que acostumbraba a llevar
dejándose el pelo suelto cubriéndole parte de la cara. Las gafas de sol y el
cuello alto del abrigo hacían que costara reconocerla a primera vista.
David aprovechó que estaban rodeados de
tiendas para comprarse un nuevo abrigo y una nueva bufanda que también le
tapara los rasgos reconocibles.
Era pronto, pero decidieron parar a comer allí
y descansar antes de dirigirse directamente al Midwife. David le contó a Alex
sus sospechas sobre que S.J estuviera en aquel lugar.
Alex admitió que también lo había pensado pero
que, si eso era cierto, la situación podía ser más complicada de lo que habían
esperado en un principio.
-Sabemos que la biblioteca de Gabriel y Galán
está en posesión de los desaparecidos. Si queremos entrar allí existe la
posibilidad de que no salgamos de nuevo.
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