A veces
las palabras dichas al aire son solo eso,
a veces
la voz va por delante de los sentimientos y esos estúpidos nervios cobran
liderazgo sin darte tiempo a reaccionar.
Yo
escribo, que no implica que sea
escritor,
escribo
para que se me oiga,
para
darle algo de sentido a este mundo en el que parece que las palabras han dejado
de tener significado, han dejado de
tener valor.
Escribo
para demostrar que no todo lo escrito es escritura,
que todo lo que rima no es poesía,
que la
verdad plena no existe al igual que no existe el blanco y negro en una vida que
es más compleja que eso.
Escribo
para a susurrar a gritos,
para
que no se me haga caso y poder decir que lo dije,
para
que no se me entienda y se me conozca al cien por cien,
las
personas, al igual que la vida, son contradicción y puro cambio.
Escribo
al amor que creemos que esta pero no,
al que
creemos que no está y florece sin previo aviso.
Soy
amor y odio, cariño y resentimiento,
bondad
y rencor…
Soy una
mala leche contenida en alguien que se preocupa,
soy
listo y pánfilo a la vez, un pesimista
con el vaso medio lleno dispuesto a tirarlo contra el suelo para recoger otro
recién servido.
No soy
escritor aunque escribo,
cantante
aunque berreo,
soy yo
mismo,
ser
humano difícil de catalogar,
que cae
bien y cae mal,
al
igual que el resto que son como yo.
Que la recuerde quien la tenga que recordar.
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