Odio
los días de nostalgia y recuerdo,
de
realidad en la mochila como una carga de la que uno no puede desprenderse,
de
paseos de invierno en una ciudad vacía recogida por el viento.
Odio
ese sentimiento de soledad irreal que aparece con el tiempo,
la
necesidad de socializar sin saciar en días de trabajo sin aliento,
la
necesidad de respirar aire fresco para no agobiarse, seguir cuerdo.
Salgo a
correr sin más intención que la de cansarme,
estar
yo conmigo mismo mantenerme despierto,
dar la
importancia que tienen mis preocupaciones limpiar mi cerebro,
machacar
el cuerpo hasta agotarse no dar margen a los sentimientos.
Ver el
mar, el sol, el horizonte, el cielo,
no dar
tiempo a echar de menos ser feliz con lo que tengo.
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