Seamos realistas, la vida de una
persona se compone de tres aspectos, valentía, trabajo y suerte.
Valentía para aceptar todas las
oportunidades que van apareciendo por tu camino.
Trabajo y esfuerzo para conseguir
aquello que te propones, nada es gratis.
Suerte para tener las capacidades de
lograrlo y para que todo lo que te rodea no te
joda y te descuartice en mil trocitos no teniendo en cuenta las dos
cualidades anteriores.
U.S
El Yelinas seguía tal y como lo recordaba,
seguía siendo exactamente el mismo antro sin cumplir seguridad contra
incendios, que había dejado años atrás.
Parecía que había recuperado toda la clientela
que no tenía en aquella época ya que apenas quedaban mesas libres. Reconoció la
canción que estaba sonando en ese momento, “La caza” de Tahúres zurdos, siempre
le había gustado aquel grupo. Se acercó a la barra y le hizo un gesto a la camarera
con la mano, ella le guiñó un ojo haciéndole ver que le había visto.
-Yo te conozco. –dijo nada mas acercarse.
Viendo la cara de extrañeza que había puesto David ella se rió. –mucho teníais
que venir a este sitio para acabar en el muro de los recuerdos. –señaló un
corcho con unas pocas fotos que había al otro lado de la barra. –parece que no
has tenido un buen día. ¿Qué te pongo?
-Una pinta. –dijo gritando por encima de la
música. Se quitó la chaqueta mojada dejándola en un taburete y se revolvió el
pelo. Era cierto que había pasado prácticamente toda su infancia en aquel bar. Todas
las tardes en las que había vivido allí las había pasado con sus amigos
bebiendo cerveza y jugando a los dardos, de hecho, recordaba que se llevaban
muy bien con el antiguo dueño, un hombre bajito que les ofrecía pintas gratis
los días que tenía poca clientela, que en aquella época eran la mayoría. Hoy en
día parecía que aquello había cambiado. Pese a ser las mismas paredes
polvorientas y las mismas mesas de madera llenas de mensajes tallados, parecía
que aquel lugar no había vivido tiempos mejores, los jóvenes bebían y reían
disfrutando de la música y el espacio de ocio que ese lugar proveía.
-Aquí está la cerveza y aquí la foto, se ve
que eras más joven pero te he reconocido en el acto. –la chica le había
acercado una foto, hecha con polaroid, donde se encontraban cinco jóvenes tras
esa misma barra de bar con unas jarras delante. Parecían contentos, ninguno de
ellos esperaba que años después, solo uno estuviera vivo viendo esa foto tras
haber asistido al funeral del último de ellos. Los ojos se le empañaron en
lágrimas, lo cierto es que si que había tenido un día de mierda.
-¿Puedo quedármela? –ella al verle la cara
asintió con la cabeza.
-Es toda tuya, poco a poco el muro se va
haciendo más pequeño, la gente va recogiendo sus fotos con el tiempo. A mí me
gusta verlas cuando nadie me pide nada, son fotos con historia ¿sabes? Por eso
te reconocí nada más verte pasar por esa puerta.
¿Ya no vives por aquí? Me extraña que esta sea la primera
vez que te veo, como he dicho antes, mucho teníais que venir si acabasteis en
ese corcho.
-A decir verdad veníamos todas las tardes. Me
he gastado más en este bar que en todos mis estudios. –no podía parar de mirar
a la foto, finalmente se la metió en el bolsillo del pantalón. Se dio cuenta
que la tarde en la que fue sacada fue la última vez que habían estado todos
juntos ¿Cuándo había sido, nueve, diez años atrás? La chica no debía de tener
más de 22 por aquella época, no tendría siquiera edad para beber. –y dime, ¿Qué
ha sido de Guti? ¿Sigue por aquí? Recordaba a aquel viejo como si no hubiera
pasado el tiempo. Muchas veces se unía a las partidas de cartas no haciendo
caso al resto de los clientes. Con ellos siempre se había portado de forma
amable, les había cuidado hasta el último momento y hasta les había reprochado
que empezaran a salir con Jaime, quien posteriormente se convertiría en su
camello y verdugo particular. Estaba claro que habían confiado en quien no
debían.
-Guti murió hará tres años. –contestó con
completa indiferencia. –un ataque al corazón, le cedió el Yelinas a su hija. No
debía de llevarlo muy bien en su momento porque fue ella la que hizo que
volviera a tener todo este ambiente.
“Otro más para el hoyo” –pensó dándole un
trago a su pinta.
-El muro de los recuerdos se mantuvo en su
honor pero, como ya he dicho antes, poco a poco las fotos van volviendo a sus
legítimos dueños. Si me disculpa el deber me llama. Si necesita cualquier cosa
no dude en avisarme, bienvenido de nuevo al Yelinas. –le volvió a guiñar un ojo
y se dirigió a otro cliente que le estaba señalando una copa para que se la
llenara.
David cogió su cerveza y su chaqueta y se
dirigió a la primera mesa que vio vacía. En ese momento estaba empezando a
sonar la canción de “Azul”, parecía que esa noche iba de Tahúres zurdos la
cosa.
Estaba cansado, tanto física como
psicológicamente se sentía desbordar por todos lados. El viaje del día anterior
había sido de ocho horas metido en el coche pensando en tiempos mejores, no
había parado de fumar desde aquellas. Estaba mojado, tenia frio, le dolía la
cabeza y se sentía algo mareado de todo lo que había bebido, pero en cierta
manera sabia que tenía que estar allí en ese momento, su segunda casa, donde
habían pasado tantas horas buenas protegidos de un exterior que les acabaría
abandonando.
No había comido nada desde el día anterior,
pero su barriga no le reprochaba la ausencia de ningún solido y mientras su
cerebro no lo pidiera, él se iba a limitar a beber.
Se bajó la corbata más de lo que estaba, no
quería quitársela porque sabía que la acabaría perdiendo.
No tenía ningún plan de futuro, en ese mismo
momento lo único que quería era pasarse la noche bebiendo y brindando por los
que ya no estaban hasta caer rendido. Después ya se preocuparía de cómo ir al
hotel y los problemas del día siguiente.
Simplemente había decidido dejarlos para su yo del futuro.
Por el momento solo quería beber.
-¿Le importa si le hago compañía? No quiero
beber sola. –la voz de mujer le sacó de su ensimismamiento. Levantó la vista
del vaso para encontrarse cara a cara con la desconocida que había estado en el
cementerio con ellos. Señaló la silla que había vacía sin decir nada.
-¿Acaso me está siguiendo? –en el momento en
el que las palabras le salieron por su boca, se dio cuenta que el tono irónico
con el que pretendía decirlas se había transformado en una especie de reproche.
-Créame, para mí ha sido toda una sorpresa
encontrarme con usted aquí. –bebió un trago de la cerveza que había traído
consigo. –me llamo Alex. –dijo tendiéndole la mano. Aun seguía con el
vestido con el que la había visto en el
cementerio, el pelo rubio sujeto en un
alto moño aun se mantenía en perfecto estado, claramente era una mujer que no
pegaba en ese ambiente y mucho menos con un litro en la mano.
-David. ¿Era amiga de Iván?
-Conocida más bien, me estaba ayudando con un asunto. No sabía que la heroína le tenía tan cogido. –al echar otro trago, David se dio cuenta de que en el anular de la mano derecha tenia tatuado un anillo con lo que aparentaban ser dos siglas, una U y una S. –de cuando era niña. –dijo al darse cuenta de lo que estaba mirando. –una nunca puede huir de su pasado. –le sonaba haber visto ese símbolo en algún lado pero no le dio más vueltas.
-Y dígame, ¿De dónde es? No logro situar su
acento.
Alex se atragantó, le había hecho gracia el
comentario.
-Nunca he sabido responder bien a esa pregunta
la verdad, nací en España pero prácticamente desde pequeña me he estado
moviendo de un lado a otro. Supongo que después de muchos años sin hablar el
idioma, mi español ha quedado un poco oxidado aun siendo mi primera lengua.
–silencio. –siento lo de su amigo, ¿Erais muy cercanos?
Le costó responder por un momento a aquella
pregunta, la verdad es que ya no lo tenía claro.
-En su día lo fuimos. Luego nuestros caminos
se fueron separando prácticamente sin darnos cuenta hasta que, de un día para
otro, no volvimos a saber más del
contrario. Si te soy sincero no sabía que había sido de él hasta que me llamó
la policía para contarme la noticia. ¿En qué la estaba ayudando si no es
meterme donde no me llaman?
-Soy periodista. Estaba siguiendo una noticia
en la que su amigo me podía ayudar a recabar información. Aun estoy metida en
el asunto por lo que no puedo hablar mucho del tema, pero su amigo fue de gran
ayuda. Después de esto me da que me quedaré en esta ciudad más tiempo del
debido.
-Yo me quedaré unos días más también. Alguien
tendría que avisar a los padres de Iván de lo ocurrido, nunca se preocuparon
por él en vida, pero tienen derecho a saberlo. Mañana va a ser un día duro. –se
sentía cómodo hablando con esa mujer. Según se terminó su jarra hizo un gesto
para pedir otra, la camarera no tardó en llevársela a la mesa.
No tenía ninguna prisa por irse a la habitación
de hotel. Era cierto que no sabía cuánto tiempo se quedaría allí, en cierto
modo echaba de menos aquella ciudad. Tenía muy malos recuerdos pero todos ellos
se veían emborronados por el tiempo y los buenos momentos. Al día siguiente
iría a darles la mala noticia a los padres de su amigo. No tenía muy claro como
se lo tomarían, por una parte no habían querido saber nada de su hijo en los
últimos años, por lo que sabían podía haber muerto mucho tiempo atrás pero por
otro lado… eran sus padres, eso no se lo quitaba nadie. Casi sin quererlo
también pensó en los suyos propios. Prácticamente hacía el mismo tiempo que no
sabía de ellos que su amigo. En este caso había sido él el culpable en
desaparecer, simplemente no soportaba sentirse la oveja negra de la familia, el
hecho de no haber acabado la carrera podía sonar como algo sin importancia pero
la realidad es que había tirado su vida por la borda con esa decisión. Él lo
sabía pero también sabía que no podía continuar de esa forma, psicológicamente
había acabado destrozado, y eso era lo que sus padres, acostumbrados a animar a
su hijo a trabajar y trabajar, no habían entendido.
Aun no tenía claro qué hacer con respecto a
ese tema, pero sí que tenia cosas que hacer antes de plantearse tan siquiera esa
situación.
Se dio cuenta de que se había quedado en
silencio demasiado tiempo. Alex se había limitado a mirarle con curiosidad
mientras seguía bebiendo de una nueva jarra, no se había dado cuenta siquiera
que la camarera había vuelto a servirles.
Aun así se sorprendió al ver que no sentía que la
situación fuera incómoda. Esa mujer tenía algo que infundía tranquilidad,
estaba claro que pertenecían a dos mundos distintos. Él era en todos los
términos un puto desastre y ella era la típica mujer que se llevaba un paraguas
por si acaso llovía en ese día soleado.
-¿Le puedo hacer una pregunta que lo mismo no
tiene mucho sentido? –fue ella la que rompió el silencio, obviando todo el
ruido que había a su alrededor. David se limitó a asentir. – ¿Le suena el
concepto de la escalera de Penrose? –la pregunta iba acompañada con una tarjeta
que acababa de sacar de su bolsillo. David la cogió con un interés nuevo en
aquella mujer, se había esperado cualquier cosa menos eso.
La tarjeta, completamente negra, tenía
dibujada una escalera infinita en blanco ocupando su centro. Al verla se dio
cuenta de a qué se refería Alex, aunque no tenía la menor idea de a dónde
quería dirigir esa conversación.
-He oído hablar de ella en algún momento, es la escalera
imposible que empieza y termina en el mismo punto ¿No? Ese tal Penrose era un
matemático o algo así. ¿Tiene esto algo que ver con el artículo con el que te
estaba ayudando Iván? Porque le puedo asegurar que Iván era muchas cosas, pero
en lo que se refería a las matemáticas…
Alex se quedó un momento mirando su cara, como
si estuviera buscando alguna reacción de algún tipo.
-Algunos dicen que hay un caso en particular
en el que esa misma escalera, imposible en el mundo físico que conocemos,
podría ser posible. Siempre me ha llamado la atención esta imagen, ¿Cómo puede
ser que algo que sabemos que no es real pueda llevarse al dibujo y lo aceptemos
tal y como es? –Alex pareció decepcionada, como si hubiera esperado otro tipo
de reacción por parte de David.
-¿Es un asunto de perspectiva no? –No podía de
dejar de mirar aquella imagen, en cierto modo ella tenía razón a la hora de
decir que era algo digno de interés. – ¿Y bien? ¿Cuál sería ese caso? –no sabía
por qué había sacado ese tema en particular, pero le gustaba que por un momento
pudieran hablar de cosas sin importancia dejando todas las preocupaciones a un
lado.
-En el mundo real tal y como lo conocemos sí,
es perspectiva. La única manera que pudiera ser posible una escalera así, es
que los escalones del principio y el final estuvieran a la vez en esas dos posiciones,
es decir, que ese punto de unión ocupara dos espacios y a su vez, solo fuera uno.
En cierta forma, lo que Penrose dibujó aquí
fue un puente entre dimensiones, el típico “multiverso” que está hoy en día de
moda, ¿No te resulta interesante?
David se dio cuenta en ese momento de que
estaba sonriendo, casi le resultaba extraño sentir ese gesto en su cara. Estaba
claro que, pese a las apariencias, aquella mujer estaba lo suficientemente loca
como para haber andado con su amigo. Alex había pasado de ser una mujer al
margen de aquel mundo de bajos fondos, a alguien que parecía más bien
obsesionado con un tema tan extraño como aquel. Capaz de sacarlo a colación
hasta en los momentos menos indicados.
-Siento mi cara pero me ha sorprendido este cambio de tema. No me malinterpretes me encanta la ciencia ficción
y la fantasía, siempre me han gustado estos temas, pero me llama la atención
esto tan de repente y más si esto es en lo que te estaba ayudando mi amigo. Si
me disculpa la impertinencia, ¿A cuento de qué saca este tema?
-Sí, lo siento. –su gesto también se había
transformado en una sonrisa. –igual he bebido más de la cuenta. No tiene nada
que ver con su amigo. Es otro trabajo que llevo a la vez, es una idea que
siempre me ha gustado, la propia representación de los universos paralelos, la
unión entre todos ellos por medio de una escalera.
-Siguiéndote el juego. –llevaban ya el tiempo
suficiente como para empezar a llamarse de tu. – ¿Si esa escalera existiera no
habría forma de acceder a ella no?
Alex pareció aliviada por poder continuar con
la conversación.
-Sí, ya que precisamente, el acceso ocuparía
el mismo lugar que la escalera. No tendría principio ni final, el mismo lugar
seria tanto la escalera como la entrada. Precisamente por eso representa la
idea de los universos, infinitos, superpuestos entre sí, ocupando el mismo
espacio tiempo. Entrarías, subirías la escalera solo para acabar en el mismo
sitio, solo que no sería el mismo sitio
técnicamente hablando.
La imagen le resultaba atractiva, digna de un
libro de hecho. Miró la tarjeta que le había tendido al principio
de aquella conversación, le gustaba la idea de los distintos universos
conectados entre sí por una escalera, lo mismo en uno de esos universos existía
un David que hubiera triunfado, que aun tuviera a sus cuatro amigos de la
infancia sanos, con sus mujeres e incluso niños.
Esa idea le alegraba al igual que le apenaba. Por
desgracia tenía que vivir con los pies en la tierra, no podía soñar en lo
imposible.
-Estaré deseando leer su libro con respecto al
tema.
-No, quédesela. –Le dijo rechazando la tarjeta
que estaba devolviendo. –Tengo más, no se preocupe. Creo que ya va siendo hora
de que me vaya. Ha sido un placer conocerle y disculpe la intromisión. –los dos
se levantaron para despedirse. -¿Se va a quedar más días por aquí? –ella seguía
llamándole de usted.
-No tengo claro aún cuanto tiempo pero
estaré al menos un día más. Aquí me verá todas las noches. Gracias por la compañía, la verdad es que lo necesitaba en un
día como hoy.
Justo al desaparecer por las escaleras de
entrada al local se dio cuenta de que podía haberle pedido su número de
teléfono, de cualquier forma, si ella quería volver a verle sabia donde
encontrarle. Hizo un gesto a la camarera pidiendo otra ronda.
Aun tenía muchas penas que ahogar y valentía
que conseguir para el día siguiente.
En los altavoces empezaba justo en ese momento
a sonar “Muerte ven”, siempre le había gustado aquella canción aunque nunca la
había escuchado en un momento más oportuno. Puto “Tahúres zurdos”.
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