La fe es algo curioso en el ser
humano, la creencia absolutamente ciega hacia algo sin necesidad de pruebas,
explicarse lo inexplicable mediante el simple hecho de creer en algo, un deus
ex machina continuo y vital.
Si algo no tiene explicación, lo ha
hecho Dios, el karma, el destino o cualquier otra cosa que nos ofrezca una
respuesta y tranquilidad que no sea el simple y llano “porque si”
U.S
Llamar
a la puerta fue más fácil que el día anterior.
Esta vez no portaba malas noticias,
simplemente iba a comer con ellos y largarse tan pronto como le fuera posible,
no tenía intención de estar allí más de lo necesario.
El dolor de barriga apareció de la nada, entre
el cansancio y el desconcierto, ahora podía añadir un hambre voraz al amasijo de
sentimientos, por suerte las nauseas que había tenido al despertar habían
acabado desapareciendo.
Llamó un par de veces y esperó pacientemente en
lo que oía cómo en el interior alguien se acercaba a la puerta.
Le abrió Sonia, la madre de Iván, le
sorprendió verla con una sonrisa en la cara y sin rasgos de tristeza por ningún
lado, a decir verdad tenia buen aspecto, los rasgos de vejez que había
advertido el día anterior habían desaparecido por completo.
Poco a poco esa sonrisa inicial se fue
convirtiendo en un gesto de desconcierto, de desconocimiento, de pregunta.
-¿Si? ¿Qué quería? –preguntó manteniendo el
mismo gesto y la puerta entreabierta. David advirtió que no le estaba dando
paso al interior de la vivienda.
-¿Perdona? –no entendía muy bien la situación.
-Ha sido usted el que acaba de llamar. ¿Quería
usted algo?
El llamarle de usted le llamó la atención,
pero la tonalidad en la cara de Sonia era lo que más le descolocaba, era como
si no le hubiera reconocido pese a que había estado allí mismo hacía apenas
veinticuatro horas.
-Sonia soy yo, David, estuve ayer en vuestra casa
para decirles lo de Iván. –Contestó pensando que todo era por un cruce de
cables debido al luto. “Cuando llegue su marido se aclarará todo” –pensó.
-¿Iván?
-Sí, celebramos
su funeral antes de ayer. ¿Recuerda?
-No sé a qué Iván se está refiriendo, mi
marido lleva en casa conmigo todo el día, espera que le llamo. –su gesto de
felicidad se había transformado en uno de nerviosismo y miedo.
Cerró la puerta precipitadamente dejándole
solo con el frio del exterior, escuchó
cómo la mujer se aseguraba de que estuviera bien cerrada y llamaba a gritos a
su marido. No estaba entendiendo nada de la situación, ¿Se le habrían cruzado
los cables a la pobre mujer al descubrir que su hijo había muerto y ahora
estaba negándolo todo?
Esta vez fue Román quien abrió la puerta.
-¿Si? –tenía el mismo gesto de extrañeza que
había puesto previamente su mujer. -¿Qué quería? ¿Quién es usted?
El ambiente estaba inexplicablemente cargado
de tensión, David no sabía muy bien cómo comportarse ante aquella situación,
¿Acaso se estaba volviendo loco? ¿Había llegado hasta tal extremo? El último de
los cinco ingresado en un manicomio completamente fuera de sí, sería un final
irónico para aquella historia, pero suponía que el destino le deparara algo más
que aquello.
-¿Quería algo? –le volvió a preguntar Román
viendo que no respondía. – ¿Se encuentra bien? ¿Quiere que llamemos a alguien?
-¿De verdad que no me reconoce? Soy yo, David,
el amigo de la infancia de su hijo Iván. Estuve con vosotros ayer. –rechazó que
aquello fuera una broma de mal gusto.
-Disculpe pero se ha debido de confundir de
personas, nosotros nunca pudimos tener hijos. –miró de un lado a otro como si
estuviera buscando alguna explicación a aquella situación. –disculpe pero no le
podemos ayudar en nada. –dicho esto cerró la puerta tras de sí dejándole de
nuevo solo frente a la casa.
David escuchó cómo Román le estaba mirando por
la mirilla de la puerta esperando que se marchara, por lo que se dio la vuelta
y salió del pequeño jardincillo de la entrada.
Se encontraba solo, sin sus pertenencias,
cansado, con dolor de cabeza y la garganta seca. No entendía lo más mínimo lo
que estaba ocurriendo pero solo le quedaba acudir a casa de sus padres,
necesitaba descansar y comer algo.
Lentamente, realizando el mismo camino que
había recorrido el día anterior, repitió una y otra vez lo sucedido con los
padres de Iván, ¿Era posible que no le hubieran reconocido? Notaba cómo su
corazón palpitaba con fuerza, ¿Qué cojones estaba ocurriendo? No recordaba
haber salido del Yelinas, ni tan siquiera recordaba haber pagado lo bebido
anoche, ¿Le habían echado algo en la cerveza y ahora estaba en coma viviendo un
sueño lúcido o algo así? ¿Acaso nunca había llegado a salir del Yelinas?
Se dirigió calle arriba dirección al centro de
la ciudad, las distancias en Salamanca eran relativamente cortas por lo que
calculó que en unos veinte minutos estaría de nuevo en casa de sus padres.
“Dentro de lo malo, no llueve” pensó
calentándose las manos con el vaho de su boca y frotándolas repetidamente.
El ruido de pasos detrás de él le hizo salir
del ensoñamiento, sintió la tentación de parar en seco y darse media vuelta,
pero prefirió seguir caminando evitando mirar hacia atrás, esa calle con las
casas iguales, típica de los barrios del extrarradio, solía estar bastante vacía a esas horas del día, la gente o estaba en el centro o en sus
respectivas casas comiendo tranquilamente, aunque eso no quitaba que hubiera
paseantes como él en esos momentos.
Siguió caminando pendiente del ruido de los
pasos que tenia a sus espaldas, estaba todo en silencio, por lo que era fácil distinguir, tan solo con el oído, que eran varias
personas, todas ellas dirigiéndose en la misma dirección que él.
Desde el encontronazo con el hombre en la casa
de Jaime, David estaba algo intranquilo, a decir verdad paranoico era la
palabra, al fin y al cabo, ese hombre había sabido cuál era su coche y le había
dejado un rallón indicándole que aquello no había acabado.
Decidió torcer en la primera calle a la
derecha saliéndose de la vía principal solo para tranquilizarse, era lógico pensar que aquellas personas
estuvieran tan solo caminando tranquilamente como él hacia el centro.
La calle en la que estaba ahora era otra exactamente
igual que la anterior, mismas casas, algún que otro coche aparcado paralelo a
la acera, los típicos contenedores de basura, bancos y demás mobiliario urbano…
una de las muchas calles idénticas de
acceso a los chalets, no había ningún motivo para que nadie, que no fuera el
propietario de una de aquellas viviendas, girara en aquella dirección.
Los pasos continuaron a sus espaldas.
Él aceleró ligeramente el paso tratando que el
cambio de velocidad no se notara, simplemente quería ganar más espacio entre él
y los viandantes.
El sonido de los pasos aceleró junto a los
suyos, como si fueran un eco de sus acciones.
Volvió a girar a la derecha dando la vuelta a
la manzana.
Los pasos giraron con él.
Su taquicardia fue en aumento a la par que su
respiración.
…
…
…
David oyó cómo los pasos aumentaron la
velocidad sin previo aviso, superando la
suya propia.
Un escalofrío.
No lo pensó más, echó a correr temiendo por su
vida, si esas personas tuvieran buenas intenciones le hubieran dicho algo.
Volvió a la misma calle principal donde se
había enterado por primera vez de que le seguían, ahora estaba claro, le
estaban siguiendo.
Había calculado que eran en torno a tres
personas aunque ahora estaba seguro de que solo quedaba una detrás de él.
¿Dónde se habían metido las otras? ¿Se habían separado?
Se dirigió hacia las calles del centro de la
ciudad deseando ver a más peatones que le dieran cierta tranquilidad.
No tardó mucho en llegar al puente de hierro
que unía ese lado de la ciudad con el centro, vio a una pareja en medio dando tranquilamente
un paseo agarrados de la mano. Eran jóvenes, no parecían tener más años que él,
corrió hacia ellos desesperado viendo una oportunidad de que sus perseguidores
dejaran de hacerlo ante la aparición de testigos.
La pareja se paró en seco al ver como David
corría hacia ellos.
-¡Socorro, me están siguiendo! –se limitó a
chillar entre sollozos, la pareja parecía asustada, el chico se había puesto
delante de ella en señal de protección.
David giró señalando y viendo por primera vez
a los desconocidos.
Eran dos, hombre y mujer, no los había visto
en su vida, o al menos, no recordaba haberlos visto, no aparentaban nada fuera
de lo común, quitando el hecho de que seguían corriendo tras él, podían pasar
por una pareja normal y corriente como aquella del puente.
David se quedó paralizado, giró lentamente
dirigiéndose hacia la pareja del puente a quienes había pedido ayuda, rezando
por que sus sospechas no fueran reales.
-¿QUIENES SOIS VOSOTROS? –Les preguntó a
gritos.
Los dos chicos se asustaron aún más echándose
para atrás y dejando claro que no tenían nada que ver con aquello para
tranquilidad de David.
Dos sonidos sordos, dos puntos rojos
aparecieron de la nada en la frente de los dos chicos. Los dos cayeron al
suelo.
David quedó paralizado un segundo pero volvió
a echar a correr con la mente en blanco.
Oyó como los dos perseguidores paraban.
Oyó el sonido de dos cuerpos caer al agua.
Siguió corriendo.
Siguió corriendo.
Siguió corriendo.
Recuperó el conocimiento una vez estuvo seguro
de que nadie le perseguía.
Miró a su alrededor mientras tomaba aliento
para saber dónde estaba esta vez. Su cabeza estaba en blanco, aun no estaba
listo para afrontar lo que había sucedido en el puente de hierro, o lo que
creía que había sucedido, su cuerpo taquicárdico temblaba como si no le
perteneciera.
Delante de él se encontraba un edificio que
reconoció en el acto.
Ante él se situaba una fachada en chaflán
pintada de rojo con una puerta doble del mismo color. A media altura, los
carteles alineados a lo ancho mostraban las películas que se iban a proyectar,
encima de éstos, un rótulo mostrando el nombre de aquel teatro convertido en
cine, Bretón, David lo conocía muy bien, lo recordaba de cuando era pequeño,
también recordaba que nunca había estado en su interior, no había podido entrar
antes de que lo derribaran, ¿Qué estaba sucediendo?
Su mente inmediatamente aplicó la navaja de
Ockham, habían tenido que reconstruir aquel teatro en esos cuatro años que él
había estado fuera, recordaba perfectamente el revuelo que se montó cuando lo
tiraron y le pareció lógico que finalmente lo hubieran reconstruido pero, ¿habían
reconstruido entonces toda esa manzana también?, recordaba el enorme solar
vacío que había quedado, ¿Era posible que ese solar ya no estuviera allí?
Se sentó en un banco cercano, las piernas le
flaqueaban hasta tal extremo de estar a punto de caerse antes que llegar a
alcanzarlo.
Ahí perdió el conocimiento.
Despertó en ese mismo lugar algo más de veinte
minutos más tarde, se encontraba cansado, la tensión había pasado de estar por
las nubes a por los suelos y ahora notaba toda la dolencia debido al esfuerzo
realizado en esos días.
Se levantó con cuidado, se fijó de nuevo en el
teatro Bretón que seguía ahí como si nunca hubiera desaparecido, comprobó que
lo que quedaba de sus pertenencias seguían en sus bolsillos y, tras asegurarse de
que nadie le observaba, se dirigió calle arriba dirección a la casa de sus
padres, no vivían lejos de allí, no tardaría ni cinco minutos.
El camino, pese a ser apenas unas calles más
allá, se le hizo costoso e interminable, en cuestión de minutos había recorrido
más de la mitad de la ciudad y ahora el simple hecho de caminar era todo un
logro para él.
Se volvió a encontrar en la calle de su
infancia al igual que el día anterior, para su tranquilidad estaba todo igual,
miró la hora, las tres, sus padres tenían que estar en casa, entró en el portal
sin llamar al telefonillo, aquella puerta siempre estaba abierta, se metió en
el ascensor y marcó el piso, no pensó en nada, simplemente tenia la mente en
blanco, notaba cómo el sudor le caía por un lateral de la cara.
Salió del ascensor y llamó a la puerta.
-¿Si? ¿Qué quiere?
La señora mayor que entre abrió la puerta
parecía nerviosa, a través de la rendija se podía ver cómo había dejado la
cadena puesta para evitar que nadie entrara en contra de su voluntad.
David cerró los ojos tratando de contener las
lágrimas de desesperación que inmediatamente brotaron. Se giró con ninguna
esperanza para comprobar que no se había confundido de piso, la señora al ver
la situación cerró la puerta amenazando con llamar a la policía si no se
marchaba en el acto.
Esa era la casa de sus padres, esa era la casa
donde había pasado más de la mitad de su vida y donde había estado el día
anterior comiendo. Estaba seguro de ello, ¿Pero entonces era cierto que se
estaba volviendo loco? No tenía ya a dónde ir, las pocas personas que conocía
en esa ciudad o estaban muertas, o no le conocían, o simplemente no sabía cómo
encontrarlas, cogió el teléfono móvil y
llamó a todo aquel que se le pasara por la cabeza, pero siempre era la misma situación, o no
contestaban, o contestaba otra persona, o simplemente decían no conocerle, era
oficial, estaba completamente solo.
Podía sentir la mirada de la vieja a través de
la puerta, por lo que decidió meterse en el ascensor.
Nada más salir se los encontró de frente
esperándole.
-¿Dónde está? –preguntaron, era la misma
pareja que le habían seguido haría apenas una hora, le estaban esperando. David
se fijó en cómo uno de ellos le estaba apuntando con una pistola con
silenciador.
Levantó las manos en un acto reflejo típico de
las películas. Seguía llorando y no supo que decir.
-Estamos cansados de andar detrás de ti,
sabemos que conoces su localización, o por lo menos tienes una pista de donde
puede estar, tu amigo se negó a decirnos nada y digamos que acabó teniendo un
percance con una jeringuilla, a si que te aconsejamos que no sigas sus pasos y
nos digas dónde está.
Era la mujer la que portaba el arma y la que
hablaba, era elegante, vestía ajustado no avergonzándose de su figura, podía
tener unos cuarenta años y resultaba chocante verla en una situación como
aquella. Tenía aspecto de madre trabajadora con varios hijos, no de atracadora
y mucho menos de asesina.
El hombre, que se limitaba a estar en silencio
a su lado, podía pasar por alguien del montón con una cara de las que se ven y
se olvidan, ninguno de los dos tenia mal aspecto.
Se fijó en la mano que portaba la pistola. Un
anillo tatuado con las letras US destacaba en el dedo anular, supuso que el
hombre tendría otro igual.
-Nos has puesto en un aprieto allá en el
puente, esos chicos no tenían por qué haber muerto, aunque todo hay que decir
que gracias a ti se ha creado otro mundo completamente nuevo, el asesinato deja
de tener importancia en cuanto sabes lo que tú y yo sabemos.
David no sabía a lo que se estaba refiriendo.
-Como puedes ver no tienes a donde huir, pasar
por el punto de cruce del Yelinas no fue mala idea, te perdimos por un tiempo
esperándote en la entrada pero no pudiste engañarnos, ahora dinos dónde está.
David seguía sin entender nada de lo que
estaba diciendo, ¿Le habían seguido la noche anterior al Yelinas? Solo podía
pensar en el arma que le estaba apuntando directamente al pecho.
La mujer la amartilló en señal de amenaza.
Él cerró los ojos aun llorando y se encogió
esperando lo inevitable.
Dos ruidos sordos como en el puente.
El sonido de dos cuerpos caer al suelo.
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