Queridísimo diario. Siempre he querido
decir eso.
Hoy he hecho algunos avances. Llevo ya
una semana con la misma rutina, me levanto, me ducho, me todo el café con una
raya para despejarme y voy a la Pontificia.
Parece que la gente ya se está
acostumbrando a mi presencia allí. Ya no hay miradas de preocupación y en
ocasiones incluso me echan una mano.
Me interesan sobre todo los libros de
historia de la ciudad. Tristemente ninguno habla del tema que estoy buscando
cosa que era de esperar. Todos son, por así decirlo, demasiado realistas.
Hoy se me ha acercado un estudiante a
echarme una mano, un chico extraño que no se quita unos guantes de seda ni aun
estando ahí dentro. Creo que le gusto. Ya le había pillado más veces estos días
mirándome cuando creía que no me daba cuenta, siempre al tanto de lo que hacía.
Me ha preguntado qué es lo que estaba
buscando, yo me he limitado a decirle que leyendas.
Después de una semana sin avances, el
chico me ha traído un libro de justo lo que le estaba pidiendo, “Leyendas de
Helmántica” Me ha extrañado ver ese tomo allí ya que parecía demasiado viejo
como para pertenecer a aquella biblioteca.
Es un libro de relatos, parece más
dirigido a niños que adultos, cada uno diferente al anterior. Entre ellos he
encontrado uno que me ha llamado la atención, “La escalera perdida del
rectorado” creo que me estoy acercando.
El estado del libro me ha llevado a
pensar que debería buscar en otro lugar, ha sido toda una suerte encontrar este
tomo ahí.
El chico me ha explicado un poco las
distintas bibliotecas y los distintos lugares donde puedo continuar con mi
investigación. Parece bastante decidido a ayudarme y está claro que se mueve
mejor en estos ambientes que yo.
Al volver a casa he discutido otra vez
con Jess. No le gustan nada estas escapadas en las que no sabe a qué me dedico.
Nos hemos tranquilizado con un pico
que Jaime nos ha servido. Esta noche he quedado con Alex, le enseñaré lo que he
descubierto hoy.
I.C
David
no sabía qué hacer, quería salir corriendo de allí.
-Sabía que este día llegaría. –dijo Andrea.
–esperaba que no me tocara a mí este trabajo pero es algo que no se puede
controlar. –hablaba con tranquilidad, algo nerviosa, pero para nada con el tono
que sería lógico usar tras haber encontrado aquello. –no sé cómo conseguiste el
Munin pero no necesito saberlo, mi labor es traspasarlo a tu cuerpo.
-¿Perdona?
-A sí que no lo sabes… -dijo sorprendida. –este tatuaje no es como
la Pavonia que te acabo de hacer. El Munin es único, solo una persona de cada universo lo lleva y
no hay forma de hacerlo si no es teniendo el original. Si no es teniendo esto.
–levantó el trozo de piel. No parecía para nada asqueada con su tacto. –no
tengo ni idea de cómo lo has conseguido pero si lo tienes, es que hay que
transferirlo a tu piel, no hay discusión que valga sobre el tema.
-¿Me vas a hacer ese tatuaje ahora? –estaba a
punto de quejarse.
-No, no puedo, como he dicho es un tatuaje
especial. Tengo que tener exactamente las mismas tintas con las que fue hecho,
y estas, al igual que su antiguo portador, no pertenecen a este universo.
Tienes que ir a por ellas antes de empezar. –la orden realizada por la
tatuadora dejó aun más descolocado a David. Lo decía con urgencia, sin margen
para el reproche o la discusión. –visita a mí homóloga, ella te las dará. –se quedó un momento en
silencio tocando el tatuaje del cuervo con la palma de la mano. –el punto de cruce
que debes tomar, si no me equivoco, es el de Ávila. Ve a la catedral, enseña la
Pavonia y allí te ayudarán. Conozco a los gemelos de ese punto de cruce, no te
pondrán ninguna pega y te echaran una mano en lo que puedan. –volvió a guardar
la piel en la toalla y a dejar todo tal y como se lo había encontrado. Le
tendió la mochila. –y David, esta calavera es un mito. Muchos ansían tenerla,
muchos tienen dudas incluso de su existencia, hasta yo las tenía antes de coger
tu bolsa. Llévala siempre contigo y no
la pierdas. Nos esperan días de lucha,
si esto ha llegado a tus manos significa que la escalera está en peligro.
-¿La escalera? Pero ¿Qué es?
-La que te lo tiene que decir no soy yo, si no
su antiguo propietario. Yo soy solo una tatuadora.
-Pero podría estar muerto.
-Solo los no nacidos desaparecen al morir.
Jaime ¿En qué coño estabas metido? –se
preguntó David. Cogió la mochila con todo dentro, se puso el abrigo y se
despidió de Andrea.
-Ten cuidado. Nos volveremos a ver. –para su
sorpresa le dio un abrazo.
Cruzó la carretera agarrado a su mochila, su miedo a perderla había
aumentado por momentos.
Entró en el bar de enfrente tal y como le
había dicho su tía. Allí estaba, sentada en la barra con lo que parecía una
alfombra nueva enrollada a su lado. Cuando le vio entrar le señaló el taburete más
cercano.
-He aprovechado este tiempo para hacer
compras, ¿Crees que le gustará?
-Es parecida a la otra. –se limitó a decirle.
-Carlos siempre se ha portado bien conmigo,
sería una pena que no le gustara. ¿Qué tal ha ido? ¿Qué tal te ha caído Andrea?
-Bien. –dijo pensando en la última escena que
había tenido con ella antes de despedirse. –me ha hecho el tatuaje, y eso que
saqué impar en esa extraña prueba que me hizo. Si te soy sincero no entiendo lo
que ha ocurrido ahí dentro.
Irene casi se atraganta con la cerveza debido
una risa inesperada. El camarero en ese momento apareció sirviéndole otra a
David, Irene se la había pedido al verle entrar por la puerta.
-Yo también saque impar en la prueba, no te
preocupes, el resultado era lo de menos, lo que importaba era quien eres.
–David la miró sin entender. – ¿En algún momento, a lo largo de estos días, te
has preguntado cómo se sabe si alguien es realmente un no nacido? La única
cualidad importante de los no nacidos, obviando el tema de que no tienen
homólogos, es el hecho de que hagan lo que hagan, no son capaces de crear
matronas.
Por un tiempo, la prueba para ver si alguien
era o no un error del cosmos se limitaba en comprobar la primera parte. Se miraban los universos cercanos, si esa
persona no existía en ellos, automáticamente se la consideraba parte del
gremio. Esto como podrás ver, tenía posibilidades de error.
Fue durante la creación del atlas…
-Sé qué es el Atlas. –dijo al ver la mirada
interrogativa de Irene.
-Bien, eso me libra de explicaciones
innecesarias. Fue durante la creación del Atlas. –prosiguió. –cuando apareció
otra “facción” de personas que era desconocida hasta la fecha.
-Déjame adivinar, los tatuadores. –completó
David, ya se estaba acostumbrando a ese tipo de charlas.
-Los tatuadores. –confirmó ella. –estas
personas por alguna extraña razón eran capaces de sentir cuándo se creaban
nuevos universos. Podían diferenciar de forma inexplicable entre las decisiones
diarias y las matronas. Una panda de raritos si me permites la opinión.
La aparición de estas personas hizo que todo
cambiara.
Verás, la prueba que hiciste allí dentro no
trataba de que sacaras par o impar en el dado, ese nunca fue su objetivo. La
prueba trataba de ver si, tras el intento
forzado de generar una matrona, esta acabaría ocurriendo o no.
Te explico más detenidamente. –dijo al ver su cara
de no entender nada.
El hecho de decidirse por una superficie u
otra a la hora de lanzar el dado, implica añadir una elección a algo que
inicialmente es completamente aleatorio.
Tirar un dado en un mismo sitio, por una misma
persona, en un mismo momento, supone un mismo resultado en todos los universos.
El hecho de añadir la elección consciente de
dónde tirarlo añade las distintas posibilidades, en este caso veinte, en los
distintos universos.
Esa
unión de elección y aleatoriedad es lo que genera una diferenciación en los
universos. El hecho de que esta elección implique el hacerse o no algo tan de por
vida como es un tatuaje, es lo que termina de crear la matrona. ¿Hasta aquí me
sigues? –David asintió.
–Estas decisiones, lógicamente son de poca
importancia. Los distintos universos creados son tan iguales que no suponen
ningún problema para el cosmos. Esta prueba tenía cuatro posibles resultados
dependiendo de si eras o no un no nacido.
Por un lado, si hubieras sido una persona
normal, esta prueba hubiera generado la ya mencionada matrona.
Andrea, al sentir la creación de nuevos
universos, habría sabido que tú no eres un no nacido. Si hubieras sacado impar
entonces, se habría negado a hacerte nada. Mientras que si hubieras sacado par,
te habría hecho un tatuaje diferente al previsto.
De esta manera se crearían los distintos universos en los que tendrías o
no tatuaje. –David asintió confirmando que estaba entendiendo.
-Por otra parte, si eres un no nacido, también
existían dos opciones, pero estas serian distintas, ya que Andrea no sentiría
nada. Simplemente no se generarían matronas.
Ahí el resultado daba igual, par o impar
saldrías de ese lugar con la Saturnia en tu piel, la única diferencia sería dónde
te la haría. En este caso has tenido suerte ya que si hubieras sacado par, te
lo hubiera hecho en un lugar visible. Normalmente en ese caso lo hacen en el
cuello o las manos.
Como puedes ver, cuatro posibles resultados y
no dos. Sin Saturnia, con Saturnia falsa, con saturnia visible y en tu caso,
con la Saturnia bajo la manga.
-Pero entonces, una vez sabiendo que soy un no nacido, ¿Por
qué hay dos opciones igualmente dependiendo del resultado? ¿Por qué no haberme
hecho el mismo tatuaje ya fuera par o impar?
-Porque inicialmente siempre tiene que haber
distintos resultados, si no, nunca se generarían los nuevos universos, la
matrona tiene que ocurrir nada mas tirar el dado, no una vez realizado el
tatuaje.
El hecho de que no haya ahora mismo un
homólogo tuyo con el tatuaje en el cuello confirma que eres un no nacido. El
resultado del dado también te tiene que influir para que este sea válido, y la
influencia tiene que ser lo suficientemente clara como para variar un poco tu
forma de vida.
–David
asintió mientras le echaba un trago a su caña. Nunca había querido hacerse un
tatuaje, y sin embargo, allí estaba, con uno recién hecho y el proyecto de un segundo
para el futuro. Se planteó por un momento contarle a Irene el asunto de la piel
humana que tenía en la mochila, pero finalmente decidió guardárselo para sí.
-En fin sobrino, si me disculpas tengo cosas
que hacer. –dijo señalando la alfombra. –no te preocupes, está todo pagado. –le
dio un beso en la mejilla. –luego celebraremos tu iniciación.
Salió por la puerta con la alfombra en brazos dejando a David solo en la barra.
Se tomó la cerveza con tranquilidad, no tenía
prisa. Una vez hubo acabado salió y miró el edificio de la Biblioteca Gabriel y
Galán situado justo al otro lado de la carretera.
Era un edificio pequeño de dos pisos situado
en mitad de una plaza rodeada de bloques altos.
Unas escaleras de piedra en el centro de la
fachada la dividían en una simetría perfecta. La enorme puerta de madera en el
centro separaba dos ventanales a los lados con un enrejado ya oxidado por el
tiempo.
A ambos lados de la planta de ángulos rectos,
sobresalían dos cilindros repletos de
ventanas dando la sensación al edificio de ser más circular que cuadrado. En el
piso superior, se repetía el mismo número de huecos pero de menor tamaño.
David comprobó la dirección de la nota que
había encontrado en el diario de Iván. “Plaza Gabriel y Galán 14” Tal y como se
había fijado anteriormente correspondía a la biblioteca.
Cruzó la calle y entró sin tener muy claro qué
hacer a continuación.
El interior de la biblioteca no se
correspondía en nada con la imagen de casa señorial que ofrecía el exterior.
Nada más entrar el edificio pasaba de la piedra, hierro y cristal, a un
enfoscado blanco y un ambiente de estanterías y mesas sacadas del Ikea.
A esas horas no había más de 3 personas
contando con la bibliotecaria. Se acercó
a la recepción cruzando toda la sala. La mujer, que en esos momentos
estaba con la mirada fija en la pantalla del ordenador, le sonrió.
-Buenas tardes, ¿Quería algo? –le preguntó en
voz baja.
David se quedó un momento en silencio.
-Buenas tardes, estaba buscando a una persona
que me dijeron que podía estar aquí. Solo se sus iniciales por lo que no sé si
será de mucha ayuda. –la mujer le mantuvo la mirada sonriente. -¿Conoce a
alguien cuyas iniciales sean S.J?
La mujer se quedó un momento pensando.
-Siento decirle que no me suena de nada. Aquí
trabajamos varios funcionarios pero nadie que responda a esas iniciales, lo
siento.
David suspiró. La verdad era que no sabía muy
bien que esperaba de todo aquello. Justo antes de darse media vuelta y volver
por donde había venido se le ocurrió una última cosa.
Se remangó el brazo con cuidado de no
estropear el plástico y se volvió a acercar a la bibliotecaria enseñando el
tatuaje de la mariposa.
Ella se quedó extrañada.
-¿Ocurre algo? ¿Necesita algún tipo de ayuda?
David se fijo cómo las dos personas que
estaban en la sala estaban expectantes de la situación.
-No, disculpe, ya no la molesto más. Que tenga
buena tarde. –volvió a cruzar la puerta.
Comprobó de nuevo la nota.
“Plaza de
Gabriel y Galán 13.
Plaza de
Gabriel y Galán 14
(Pregunta
por S.J, él te ayudará)”
Estaba todo bastante claro, el 13 era el Midwife,
el 14 la biblioteca.
Miró la hora.Ya eran las 9 y media de la
noche. Se encogió de hombros, buscó en sus bolsillos el paquete de tabaco y se
encendió un cigarrillo. Sería mejor dejar aquella incógnita para otro día, ya
había tenido suficiente por hoy.
Fue caminando tranquilamente hacia el Yelinas.
Había dejado el coche sin batería en la calle de sus padres por lo que
dependería de sus piernas hasta nuevo aviso.
Al rato de estar caminando se fijó que alguien
le observaba desde la otra acera. Se giró encontrándose con Jaime, quieto,
observándole sin hacer el más mínimo gesto de saludo.
David le gritó y le hizo gestos con los
brazos, había demasiado tráfico como para cruzar en esos momentos.
Jaime, sin mostrar el mínimo síntoma más allá
de mirarle directamente a los ojos, se dio media vuelta y desapareció por la
perpendicular que tenia a sus espaldas. Caminaba lentamente, no parecía que estuviera
huyendo pero tampoco le había hecho ninguna señal de que le siguiera.
David salió corriendo al primer paso de
peatones. Era él, estaba seguro de que era él. No le había visto herido, pero a
decir verdad, había estado lo suficientemente lejos como para no tenerlo claro,
¿Había sido el Jaime que le había salvado en el otro mundo? ¿Sería este su
homólogo que había conocido de toda la vida?
No, eso no podía ser, David recordaba cómo, el
que le había hecho la lección de historia el día anterior, le había reconocido
desde el minuto uno. El Jaime que había muerto salvándole, pese a habérselo
encontrado en la otra Salamanca, tenía que ser el mismo que habían conocido de
niños.
¿Pero eso en qué lugar dejaba al que acababa
de ver? ¿Qué era el tatuaje del cuervo? ¿Quién era realmente?
Llegó a la calle por la que había desaparecido
pero no había ni rastro de él.
Lo único que tenía claro es que le había
estado observando. David sabia que esa no iba a ser la última vez que se
encontraran. Estaba metido de lleno en todo el asunto y tarde o temprano
acabaría sabiendo la verdad.
Volvió a retomar su camino, volvió a
encenderse otro cigarrillo puesto que había tirado el primero al salir corriendo.
Soltó el humo de la primera calada al aire.
Aquella noche tenía una cita en el Yelinas.
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