En el momento en el que la libertad de
expresión se ve limitada de alguna forma, por pequeña que sea y justificada que
esté, deja de existir irremediablemente.
En lo que a la libertad de expresión
se refiere no existen peros ni grises, o es plena y absoluta tanto para
personas normales como para indeseables, o directamente no la hay ya que la
opinión de unos limita la opinión de otros.
El debate hoy en día, al contrario de
lo que piensan muchos, no es si existe o no la libertad de expresión, sino si
debería haberla o de qué manera habría que regularla aceptando su inexistencia.
U.S
Antes de levantarse David hizo un repaso al
local con la mirada, Irene no había aparecido por ningún lado ¿Estaría bien?
-¿Ocurre algo? –Preguntó Alex viendo que no se
movía del sitio, David negó con la cabeza. Pasara lo que le pasara a su tía, no
podía esperarla, además, ese día le había demostrado que se las sabía apañar
bien ella sola. Aun le daba escalofríos recordar la frialdad con la que Irene
había eliminado a aquellas personas, sus recuerdos de ella cuando era niño se
habían desvanecido dando paso a alguien completamente extraño.
Siguieron a Susana hasta la puerta que había en
la pared del fondo, en ella el cartel
puesto en grande dejaba bien claro, “Solo personal”
Susana acercó la mano al manillar y abrió la
puerta.
-¿No está cerrada? –preguntó David extrañado.
-Hay puertas que solo ciertas personas pueden
abrir. –dijo Susana haciéndose a un lado para dejarles pasar. –yo me quedo a
este lado, ha sido un placer David. Vuelve cuando quieras, espero que la
próxima vez tatuado, después de lo de hoy,
no volveremos a hacer una excepción. –le dio un beso en la mejilla a
modo de despedida. David no había pensado en eso ¿De verdad tendría que marcar
su cuerpo con la imagen de aquella mariposa? Si de verdad quería vivir en ese
mundillo, si de verdad quería ser un no nacido, no le quedaba otra que hacerlo.
Alex y él entraron en una sala de unos
cuarenta metros cuadrados de muros y suelo de piedra, en el centro se situaba
una mesa de madera cuadrada y ocho sillas alrededor. El ambiente estaba
impregnado por un fuerte olor que no lograba reconocer.
En la
pared contraria a ellos, se situaba una puerta de las mismas características
que la que acababan de cruzar.
Al entrar, David se percató del sonido de un
charco bajo sus pies, bajó la mirada dándose cuenta en ese momento de que el
suelo estaba cubierto de sangre aún sin secar fuente de aquel penetrante olor.
-No nos ha dado tiempo a limpiar. –se limitó a
decir Susana desde el resquicio de la puerta.
-Bienvenido a la arista. –dijo Alex que ya
estaba en el centro de la habitación pisando sin ningún tipo de reparo aquel
enorme charco que abarcaba toda la sala. –todo punto de cruce tiene una
habitación que sirve de nexo entre los dos universos. Se podría decir que está
en una suerte de limbo, al igual que nosotros, en términos existenciales no
existe, pero sin embargo aquí está.
-¿Qué ha ocurrido aquí? –dijo David
horrorizado, allá donde mirara solo
había sangre. No había terminado de escuchar la explicación de Alex,
aquello parecía salido de una película de terror.
-Ha sido un día muy largo, y no solo para ti.
–se limitó a contestar con una sonrisa en la boca.
David avanzó unos pasos tratando de pisar los
huecos libres donde aún se podía ver el adoquín de piedra, el olor le estaba
revolviendo las tripas, la piel se le había vuelto blanca por las nauseas. A su
espalda pudo oír cómo cerraban la puerta dejándoles solos, la canción de “Blood
in my name” llegando al estribillo fue lo último que escuchó antes de quedarse
completamente en silencio.
-Me encanta este momento. –dijo Alex. –ahora
mismo no existimos y a su vez lo hacemos, la perfecta caja de Schrödinger, no
existe mapa que nos diga dónde nos encontramos. Las puertas a ambos universos
están cerradas y nosotros, en medio. –a David le empezó a entrar claustrofobia
al oír esas palabras, separó una de las sillas de la mesa y se sentó tratando
de relajar la respiración, solo quería salir de ahí, el olor a sangre lo
impregnaba todo, se apoyó en la mesa, estaba toda pegajosa, se separó
rápidamente arrepintiéndose de no haber comprobado la silla antes de sentarse.
Alex se mantenía de pie en su sitio mirándole
divertida, su rostro no mostraba ningún signo que demostrara que todo aquello
fuera extraño para ella. ¿De verdad iba a ser así su vida a partir de ahora?
La respiración fue violentándose cada vez más,
las paredes le daban vueltas, se tapó la cara con las manos para centrarse en
sí mismo.
Los segundos se le hicieron eternos pero no
tardaron en abrir la puerta que había al otro lado de la sala. David levantó la
cabeza más tranquilo volviéndose a encontrar con Susana esperándoles con la
mano aun en el picaporte, había estado a punto de entrar en pánico.
Se fijó en que se había cambiado de ropa, no,
no era Susana, era su homóloga, su gemela. Aun le costaba creer en todo
aquello.
-Bienvenidos al otro lado, habéis tardado más
de la cuenta. Dejadme adivinar, mi “hermana” os ha invitado a unas copas antes
de iros. –Alex se rió confirmando su sospecha.
-Susana, te presento a David. La última vez
que le viste no estaba muy consciente que digamos –dijo divertida. Justo cuando
iba a cruzar la puerta Susana se puso en frente impidiéndole el paso.
-Con él hacemos una excepción pero no contigo,
ya sabes, burocracia.
Alex asintió y se remangó el brazo derecho
enseñando el tatuaje de la mariposa Saturnia Pavonia, Susana miró detenidamente
el dibujo por un segundo y se apartó dejándoles pasar.
-Limpiaros antes los pies en el felpudo no me
vayáis a dejar todo el local manchado.
David se vio de nuevo en el Yelinas cruzando
la misma puerta de “Solo personal” que había cruzado minutos antes. No pudo
evitar mirar hacia atrás completamente desorientado.
-Estamos entonces…
-En tu ciudad natal, la que conociste toda la
vida y de la que escapaste por un tiempo. Esta sí que sí. –dijo Alex. –al principio es muy
desconcertante pero te acabas acostumbrando.
Susana volvió a cerrar la puerta y se dirigió
a la barra a seguir con lo que estaba haciendo. Los clientes de alrededor
seguían con sus vidas sin enterarse de lo ocurrido, David se dio cuenta de que
extrañamente allí estaban las mismas personas que al otro lado.
-Los universos unidos son prácticamente
exactos entre sí, las diferencias son muy sutiles. –le explicó Alex adivinando
en qué estaba pensando en esos momentos.
David miró el reloj, eran poco más de las
doce.
-¿Y ahora qué? –preguntó.
-Ahora nos vamos a descansar. No sé yo, pero
tú necesitas una ducha. No te preocupes.
–dijo aun leyéndole la mente. –verás cómo todas tus cosas están donde las
dejaste, tómate esto como si hubieras salido de la ciudad durante un día, al
fin y al cabo, es lo que realmente ha ocurrido. –dicho esto levantó la mano a
modo de despedida y se dirigió hacia las escaleras. –si aun quieres participar
en todo esto nos vemos mañana por la noche en la misma mesa, entonces nos
pondremos al corriente.
David se quedó un rato de pie sin saber qué
hacer, lo cierto es que no estaba aún preparado para volver a salir a la calle.
Se sentó en un taburete en la barra.
-¿Un día duro? –era la misma chica que le
había dado la foto del tablón días antes. –la vez que me enteré de todo este
asunto de los universos paralelos también me quedé catatónica, recuerdo que me
pasé los tres días siguientes agarrada a la botella.
-¿Tú también eres…?
-No, no, yo solo trabajo para ellas. –dijo
refiriéndose a las Susanas. Con el tiempo me gané la confianza para que me
mostraran la verdad. A día de hoy aún me cuesta creérmela, no me está permitido
cruzar al otro lado. Pero ahora no tendrás ganas de hablar de ello, ¿Y bien? ¿Qué te pongo?
Pidió otra cerveza y un paquete de
cigarrillos. Cuando se la hubo acabado fue a pagarla, pero la chica no le dejó,
se levantó y salió a la calle no sin
antes despedirse y dirigir una última mirada a la puerta de solo personal.
Fumó tranquilamente en la entrada, todo
parecía que estaba igual, no veía diferencia, se aseguró de que nadie le estuviera
mirando y empezó a caminar. No estaba en condiciones para conducir por lo que
decidió ir andando hasta el hotel rezando por que le reconocieran cuando
llegara, a demás, le venía bien el aire fresco para despejarse y aclarar las
ideas.
Estaba nervioso, a cada paso que daba miraba a
su espalda para cerciorarse de que no había nadie siguiéndole. Tardó una media
hora en llegar al hotel, y unos diez minutos en decidirse a entrar.
Su corazón le latía cada vez con más fuerza
según se acercaba más y más al hombre del mostrador, rezaba porque todo hubiera
vuelto a la normalidad.
Al verle le sonrió, se tranquilizó y una ola
de alegría le recorrió todo el cuerpo.
Pidió la llave de su habitación, el hombre le pidió
los datos, el tiempo que tardó en buscarlos en el ordenador se le hizo eterno, finalmente
volvió a sonreír y se la tendió
amablemente, era exactamente el mismo hombre que ese mismo día por la mañana
había acabado llamando a la policía.
Todo era muy extraño, decidió subir por las
escaleras, no podía esperar al ascensor, quería llegar lo antes posible a su
cuarto.
Al entrar en la habitación no pudo evitar
rebuscar entre sus pertenencias, pese a que sabia el resultado, quería
cerciorarse de que todo estuviera allí, en su sitio, tal y como lo había
dejado.
Se metió en la ducha no sin antes asegurarse
de que había dejado la puerta bien cerrada, puso una botella de cristal que
tenia vacía encima del picaporte solo para quedar más tranquilo.
No supo cuánto tiempo estuvo en el baño, el
agua caliente le tocó la piel dándole una sensación de tranquilidad que no
había tenido hasta el momento, “mejor que el sexo” no pudo evitar pensar con la
tensión por los suelos. No recordaba una ducha que le hubiera sentado tan bien.
Al salir se encendió otro cigarro y se puso
los auriculares, la música seria el ingrediente perfecto para terminar de
relajarse.
Se acercó a la gabardina tirada en el suelo
para coger el móvil de su bolsillo. Nada más meter la mano se encontró con algo
que no debería de estar allí. Al principio no se atrevió a moverse.
David lo sacó extrañado, era el diario de Iván
¿Cómo había llegado hasta allí? De repente recordó el inesperado abrazo que le
había dado Jaime en el edificio de escuelas mayores, ese abrazo que había sido la
chispa que había provocado un incendio de sensaciones. ¿Habría sido él quien se
lo había metido en el bolsillo sin que se diera cuenta? Si había sido así ¿Cómo
lo había conseguido? Con todo lo
sucedido no se había percatado del peso extra hasta ese momento. Miró su mano aun
dolorida, la hinchazón ya había desaparecido.
Pasó sus páginas rápidamente y leyó de nuevo
el único fragmento que le había dado tiempo a leer antes de que le
interrumpieran en el piso de Jaime. Parecía que aquello había ocurrido hacía
mucho tiempo.
“Siempre
estuvimos solos, nacimos solos cuando no deberíamos de haber nacido, un error,
uno entre infinito, nunca fui consciente del peso de mis actos hasta ahora, ahora me da miedo a dar tan siquiera un paso.
Ella me
escogió para encontrarla, ella es como yo, como lo es David, como lo fueron
Álvaro, Borja y Carlos ya desaparecidos para siempre”
-Como lo fueron Álvaro, Borja y Carlos.
–repitió para sí mismo. ¿Acaso ellos también eran no nacidos? ¿Qué posibilidad
había? Según Jaime la escalera se había protegido a si misma generando más errores de lo normal a su
alrededor pero, ¿Hasta qué punto podía ser eso cierto? Le preguntaría a Alex sobre
el tema al día siguiente.
David se percató de que había algo suelto entre
aquellas páginas, una especie de cuero doblado y una nota. Estaba algo húmedo
al tacto.
Cuando lo abrió lo tiró al suelo horrorizado.
Ante él se encontraba el tatuaje de Jaime.
Tardó unos minutos en recogerlo del suelo no
sin desagrado, ¿Sería realmente piel humana?
Estaba bastante claro que era cuero, que aquello había sido desollado de
algún tipo de animal ¿Cerdo tal vez?
David tuvo que admitir la terrible realidad ¿A
quien quería engañar? No paraba de negarse lo que estaba claro.
Ese tatuaje había pertenecido a alguien, de
Jaime no era, ya que le había visto mostrándoselo al hombre de la biblioteca
para que les dejara pasar. Extrañamente era idéntico al suyo sin embargo.
¿Era posible que se lo hubieran arrancado a una
persona? Era un trozo de unos veinte por veinte centímetros, lo suficientemente
grande como para suponer que la persona de la que le había sido extraído, no
debería seguir viva o debía estar soportando un sufrimiento inimaginable.
Lo dejó a un lado extendido en la mesa de la
habitación de hotel, tenía ganas de vomitar, solo pensar en el tacto... aun
parecía reciente, no había perdido la humedad. Frotó los dedos con los que la había
cogido notando los restos de grasa que se habían quedado en ellos. Se lanzó
corriendo al baño a lavarse las manos, las arcadas se transformaron en un vaciado
de estómago de todo el alcohol que había bebido esa noche.
Lloró y vomitó todo lo que pudo abrazado a la tapa
del váter, estaba harto de aquella situación.
Al salir, David cogió la hoja que se había
caído junto con el trozo de cuero, parecía arrancada del mismo cuaderno, era la letra temblorosa de Jaime, de eso no
había ninguna duda, siempre se habían reído de su párkinson a la hora de
escribir.
En ella había escrito dos direcciones.
“Plaza de Gabriel y Galán 13.
Plaza de Gabriel y Galán 14
(Pregunta por S.J, él te ayudará)”
Eran claramente unas indicaciones dirigidas a
él, ¿Por qué si no le habían dejado en el bolsillo de su gabardina todo
aquello? Dejó el papel a un lado junto con el tatuaje.
Cogió el móvil, le habían llegado un montón de
llamadas perdidas y mensajes de golpe, parecía que durante ese día habían
intentado ponerse en contacto con él sin éxito.
Había varias llamadas perdidas de los padres de
Iván, de repente se dio cuenta de que se había perdido la comida con ellos. Miró
al reloj, ya eran más de la una, era demasiado tarde para mandarles un mensaje
por lo que decidió que iría a visitarles por la mañana.
También tenía un mensaje de su padre.
“Sabemos que
no tenemos por qué saber de ti todos los días, pero ahora que has vuelto, por
favor, no desaparezcas, te quieren, papa y mama”
No pretendía desaparecer, ya no, su vida había
dado un vuelco, estaba sin empleo y poco a poco los ahorros se irían
desvaneciendo, pero había decidido quedarse por allí durante un tiempo, no
huiría, a la noche siguiente se reuniría con Alex y entonces, decidiría qué
hacer.
Se puso los auriculares, los conectó al
teléfono móvil y se puso la canción de
“Recuerdo” de Ismael Serrano, esa canción le ponía los sentimientos a
flor de piel siempre que lo necesitaba, era la mezcla perfecta de añoranza y
alegría.
Cogió la foto que había dejado en la mesilla
de noche donde estaba toda la panda reunida y se tiró en la cama.
Álvaro, Borja, Carlos, Iván… si era cierto lo
puesto en el diario, no les volvería a ver más pese al nuevo descubrimiento de
los universos paralelos.
Pensó en Alex y en lo que le había contado
sobre sus hijos, sobre cómo los desaparecidos se aprovechaban de esos
sentimientos para aumentar su poder. Sobre cómo ella había estado dispuesta a
matar a su propia homologa para volverlos a ver ¿Estaría dispuesto él a hacer
lo mismo en las mismas circunstancias? Le costaba imaginárselo. Una rabia le
recorrió todo el cuerpo.
Ya no le importaba que hubieran intentado
matarle, bueno, a decir verdad le seguía importando un poquito, pero ahora veía
un todo más grande, odiaba a aquellas personas por lo que hacían, por intentar
convertir a la gente en algo que no deberían ser, aprovecharse de su
sufrimiento.
Cerró los ojos escuchando cada letra de
aquella canción, estaba cansado, destrozado y derrotado a partes iguales, tenía
el diario de su amigo asesinado y un trozo de piel humana de no sabía quien, en
la mesilla de su habitación, tenía unas indicaciones escritas por un yonqui
para que fuera a un lugar determinado, sin saber el por qué, y reunirse con alguien
del que solo se sabía sus iniciales, tenía que volver a ver a los padres de su
colega muerto, volver a ver a sus propios padres y reunirse con la mujer que le
había drogado la noche anterior. Tenía a una tía homicida que había
desaparecido cuando era pequeño y que había vuelto como si nada solo para
volver a desaparecer, ¿Dónde coño se habría metido Irene?
No llevaba más de ¿Cuánto? ¿Tres? ¿Cuatro días
en aquella ciudad?
Necesitaba descansar, no podía ni imaginarse
lo que le podría ocurrir en los días venideros pero los niveles de estrés solo habían
aumentado desde que había llegado. Puto Iván, ¿Por qué había tenido que morirse?
Se aseguró de que la botella seguía puesta en
el picaporte de la puerta, se aseguró de que las ventanas estaban bien
cerradas, volvió a cerrar los ojos y descansó.
Mañana seria otro día pero en esos momentos no
quería saber más de nada. ¿Quién sabe? Lo mismo se despertaba al día siguiente
descubriendo que todo había sido un sueño.
En sus oídos Ismael Serrano cantaba, “perezoso resucito, bienvenido al mundo.”
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