Hoy me he pasado la mañana en la
biblioteca. No sé cuantos años hacia que no pisaba una.
Le he dicho a Jess que me iba al
gimnasio, y a decir verdad, me ha extrañado hasta a mí el no haber hecho ese
recorrido.
He pensado que si en algún sitio tenía
que haber información sobre la escalera, tenía que ser en una de las muchas
bibliotecas de Salamanca, por lo que he decidido empezar con la Pontificia. Qué
mejor biblioteca que la de la universidad privada para iniciar mi búsqueda. Esta
gente siempre tiene pasta para invertir en papel y conocimiento.
He tenido una sensación muy extraña al
estar en ese ambiente, ¿Te imaginas por un segundo? ¿Yo? ¿Entrando en una
biblioteca de una universidad?
Al principio he creído que me iban a
echar nada más verme la cara.
He tenido que preguntar a un par de
personas para que me señalaran la dirección. Cuando he entrado, se han limitado
a mirarme mal pero nadie se ha atrevido a decirme nada. Simplemente me
vigilaban, expectantes de que hiciera algo que justificara el llamar a
seguridad.
Lo cierto es que no puedo echarles en
cara ese comportamiento. No hace más de unos días atrás, antes de haber
conocido a Alex, hubiera montado todo un espectáculo al estar rodeado de estos
mismos pijos.
Pero hoy no, hoy iba con un objetivo
claro.
I.C
-¿Un punto limpio? ¿En serio?
-¿Qué problema le ves? Ellos saben deshacerse
de todo tipo de objetos dañinos para la naturaleza ¿Por qué no iban a hacerlo
con material orgánico?
-Ese material orgánico antes fue una persona,
no es como si intentáramos deshacernos de los restos de una comida.
-Bueno yo tampoco diría tanto pero entiendo
tus preocupaciones. Tranquilo, el que lleva este lugar sabe muy bien lo que se
hace.
-¿Otra alfombra Irene? –oyeron que les decía
una voz que salía de la caseta del encargado. Habían aparcado justo en la
entrada y se habían asegurado de cerrar bien la reja antes de sacar el paquete
de la parte de atrás del Chrysler. Tras la voz le siguió un hombre más ancho
que alto que andaba con una cojera fruto de una pierna ortopédica.
-Salamanca cada día está más peligrosa para
una pobre mujer soltera como yo. –Irene se remangó dejando ver el tatuaje, él
se quedó un momento mirándolo.
-Y tú cada vez eres de gatillo más fácil. Dejadlo
donde siempre. Llamaré para que lo recojan esta misma noche. ¿Tiene algún tipo
de identificación que demuestre la razón de su muerte?
-El anillo de Ubi Sunt de los desaparecidos.
-¿Otro más? ¿Pero cuántos de estos hijos de
puta hay en este mundo? Espera, no te habrán seguido. –Irene le dirigió una
mirada que valió como respuesta. – ¿Y
este quién es? –preguntó señalando a
David y mirándole de arriba abajo.
-Pablo, te presento a mi sobrino David. Está
aprendiendo el oficio. Después de que dejemos esto le llevaré con la tatuadora.
-Ya lo que faltaba, otro más como tú.
Llevaron la alfombra a un almacén de carga y
descarga que había detrás de la oficina. La dejaron apoyada en la pared ahí
mismo, a plena vista de todos.
-No me goteará ¿No? La última vez casi me dejo
la espalda intentando quitar la mancha.
-Fue un tiro limpio, puedes estar tranquilo.
–la normalidad con la que hablaban del tema era la misma que si hablaran de una
bolsa de basura.
-Aún me debes los gastos del último envío.
-Luego me pasaré sin falta a saldar cuentas.
Gracias por esto.
-Descuida. –miró a David. –ten cuidado con ésta
chico, nunca se sabe por dónde va a salir. –abrazó a Irene, le dio la mano a
David y se volvió a meter en la garita.
-¿Así de fácil?
-Así de fácil. Ahora vamos, tenemos otra cita.
Se volvieron a meter en el Chrysler.
-¿Cómo conseguiste todo esto? ¿Cómo es que
trabajan para ti todas estas personas?
-A algunos los he ayudado en algún momento que
lo necesitaron, otros, por así
decirlo, son herencia de tu abuelo. Estas
personas al igual que sus familias, saben la verdad. En su momento se vieron
envueltos en ella afectando de lleno a sus vidas. Tu abuelo les ayudó, les dio
un sentido a aquello que les estaba ocurriendo, y ellos, como agradecimiento,
decidieron estar ahí cuando lo necesitara.
Esto pasó de padres a hijos y la deuda que
había quedado más que saldada pasó a convertirse en una forma de ser, una forma
de vida.
Todos decidimos tener un propósito.
-Pero entonces Carlos...
-En su momento trabajaba para el Yelinas. Un
día, unas personas intentaron extorsionarle para que una noche les dejara la
puerta abierta. Querían que hiciera la vista gorda en lo que ellos
transportaban medicamentos y comida.
Después de la guerra, eran muchas las personas
que hacían contrabando entre universos, simplemente multiplicaban los escasos
recursos de esta forma. Saqueaban un
universo para dárselo al otro.
Él se negó. Aquel mismo día atacaron a su
mujer y a su hija. Fue tu abuelo, mi padre, quien evitó que murieran y se
aseguró de que estuvieran a salvo.
Carlos
estuvo a punto de morir en aquel asalto. Mi padre me contó que le abrieron el
canal dejando al aire todas sus tripas. Consiguieron salvarle de milagro pero
su cuerpo no volvió a ser el mismo.
Desde entonces nos ayuda siempre que puede. Cuando
murió mi padre, esa deuda la mantuvo conmigo. Enseñó a su hija la realidad y
esta decidió continuar a su vez con el propósito de su padre, y así, poco a
poco, se fue formando la red.
-¿Y el de la pierna ortopédica?
- ¿Quién? ¿Pablo? él por otro lado, fue
enteramente cosa mía.
Sus
contactos con camioneros y transporte de basuras hicieron que una mafia se
fijara en él. Hay que reconocer que el tío es un experto a la hora de hacer
desaparecer cosas.
Durante uno de sus trabajos, se vio envuelto
en un asunto muy turbio de trata de blancas. Él al principio no sabía nada,
simplemente tenía que mover una mercancía desde Valladolid hasta aquí.
Esta mafia se había hecho con uno de los
puntos de cruce de la capital sin que nos diéramos cuenta. Se dedicaba a
secuestrar mujeres y niñas del otro universo para ponerlas a trabajar en este.
Pensándolo fríamente era un plan perfecto, los
que buscaban a las desaparecidas simplemente no buscaban en el mundo correcto,
era imposible que les pillaran.
Cuando Pablo se dio cuenta de lo que estaba
haciendo recurrió a la policía, fue en ese momento cuando nosotros nos
enteramos de todo y pudimos hacer algo al respecto. Por desgracia, a Pablo le
partieron las piernas antes de que nosotros llegáramos. Una de ellas, como
pudiste ver, se acabó gangrenando y tuvieron que cortar.
A cambio de eso él decidió hacerse cargo de ciertas
cosas por nosotros de vez en cuando.
Ya sé que este trabajo puede ser duro. –dijo
Irene viendo que David se había quedado callado. –la idea del multiverso da una
libertad que transforma a las personas, les permite hacer cosas horribles sin
remordimiento alguno. Para eso estamos nosotros aquí.
No te preocupes, necesitarás entrenamiento y
habituarte a todo esto, pero me tienes a tu lado. No estamos solos, la gente
nos ayuda con lo que puede, algunos vigilando, otros deshaciéndose de
cadáveres, algunos hasta nos financian. Por cada psicópata hay una buena
persona en nuestro grupo, no lo dudes.
El resto del viaje lo hicieron prácticamente
en silencio.
David empezó a tener ciertas sospechas de
hacia dónde iban según se acercaban a su destino.
-Gabriel y Galán 13. –se habían parado
enfrente de una tienda de tatuajes situada justo en frente de la biblioteca.
Ante él estaba el cartel que ponía “Midwife” era un nombre un poco extraño para
un negocio de ese tipo.
Irene le estaba esperando en la puerta.
-Se que da miedo hacerse el primero, pero
créeme que en esto, como en todo, solo es empezar.
La siguió pendiente de todo lo que le rodeaba,
¿Acaso Jaime le había enviado a aquella tienda por esa misma razón? Se había
fijado antes de entrar que el número 14, también indicado en la nota,
correspondía a la dirección de la propia biblioteca de Gabriel y Galán.
Todo parecía normal, aunque no tenía muy claro
qué era lo que esperaba ver. Era un local medianamente pequeño, con una entrada
separada de la parte de atrás donde se situaba un sillón con todos los
artilugios necesarios.
Las paredes estaban abarrotadas de fotografías
de tatuajes e ilustraciones de los mismos. David buscó por todos lados tanto la
mariposa como el cuervo pero no encontró nada que se le pareciera.
La dependienta se les acercó nada más verles. Tenía
todo el cuerpo tatuado, solo la cara estaba limpia de tinta. Parecía joven,
debía de tener más o menos su misma edad. Tenía el pelo completamente recogido
en un moño alto dejando ver el tatuaje de una carta con una mujer en ella, a
sus pies ponía en una perfecta caligrafía, “La papisa”. David supo enseguida
que se trataba de uno de los arcanos mayores del tarot.
Le dio un abrazo a Irene y se acercó
directamente a él.
-Llevaba tiempo esperando a que tu tía te
trajera. Ya era hora de que conocieras quien eres. –él asintió sin saber muy bien qué decir. –el proceso lleva su tiempo ya lo sabes. –le dijo
a Irene.
-Te dejo en buenas manos. Estaré en el bar de
enfrente esperándote, pásate una vez hayáis acabado. –y salió por la puerta sin
decir nada más.
-Soy Andrea.
-David.
Se dieron dos besos. Ella se dio media vuelta
y le invitó a entrar a la parte de atrás. La siguió sin decir nada hasta una
puerta que le había pasado desapercibida en un primer instante. En ella había
un cartel de solo personal, David se puso nervioso en el acto.
-Tranquilo, no es ningún punto de cruce. –le
dijo divertida. Abrió y entraron encontrándose en otra habitación aun más
pequeña.
Se fijó nada más entrar en el extraño suelo de
aquella estancia. Estaba formado por distintas clases de pavimentos. Aquello parecía
un tablero de ajedrez. Había varios tipos de madera, piedra, plástico, incluso
arena y cristal. Cada material formaba un cuadrado de no más de veinte
centímetro de lado.
-Pisa sin miedo, se que puede sorprender al
principio.
En el centro de la sala se encontraba el
sillón y justo al lado una mesa con las tintas y distintas herramientas.
Estaban prácticamente en penumbra siendo el
único punto de iluminación una telaraña de neón de luz negra que ocupaba toda
la pared del fondo.
Los ojos de Andrea, en esos momentos habían
pasado a ser todo pupila mostrando un aspecto completamente inhumano.
-Soy una tatuadora. –la voz también le había
cambiado, ahora tenía más profundidad, más fuerza, revotaba en las paredes de aquella
habitación generando un eco extraño. –pero mi labor principal no es hacerte el
tatuaje, sino saber si eres quien dices ser para poder portarlo.
Le tendió la mano con la palma abierta y un
objeto esférico en ella. Al cogerlo se dio cuenta de que era un dado de veinte
caras.
-Las reglas son muy sencillas. Primero eliges
una superficie en la que tirar el dado, tiene que ser una elección propia, cada
superficie supondrá un resultado diferente. Si el resultado es par, tendrás tu
pasaporte, si es impar, nos despediremos aquí mismo y cada uno seguirá por su
lado.
David se quedó desconcertado ¿Iban a dejar a
la suerte la decisión de ser un no nacido? No lo entendía.
-Si realmente eres un error no tienes nada que
temer, ahora elige y tira.
Se quedó un rato mirando el damero del suelo,
cada cuadrado de distinta textura, color y material. Si lo tiraba en la arena,
el dado se clavaria sin dar la oportunidad de rodar, si por el contrario, lo
tiraba en goma, revotaría más de la cuenta, ¿Cuál era la decisión correcta?
Andrea le esperaba silenciosa sin dar el menor
indicio de impaciencia.
Finalmente se decidió por lo que parecía una
baldosa de cerámica sin pulir. Se agachó y empezó a mover el dado entre sus
manos, ¿Qué pasaría si sacaba impar? La nueva forma de vida de la que se había
estado mentalizando dejaría de existir, volvería a ser un perdedor, sin
trabajo, sin dinero, sin amigos, sin ningún objetivo. Por otro lado, se
alejaría de aquel mundo en el que le habían intentado matar varias veces en un
solo día.
Sintió que una rabia crecía dentro de él
debido a la impotencia de dejar aquello a la suerte. Nunca le habían gustado
los juegos de azar.
No se lo pensó más, tiró sobre la baldosa y
cerró los ojos rezando no muy bien por qué resultado.
El dado chocó contra la cerámica y rodó unos
centímetros antes de quedarse quieto.
Esperó a oír alguna reacción por parte de la
tatuadora pero no hubo respuesta, abrió los ojos.
17, impar. No sabía muy bien por qué pero se
sintió aliviado y a la vez desilusionado, parecía ser que iba a volver a su
vida normal. ¿Regresaría a Granada? Aun no lo tenía decidido. Volvió a coger el
dado, se levantó tranquilamente y se giró hacia Andrea.
Estaba con los ojos cerrados, de pie, haciendo
caso omiso a todo lo ocurrido.
-Ha salido impar. –dijo aun sin mirarle.
-Supongo que eso es todo. Ha sido un placer
conocerla. Sé dónde está la salida.
Andrea no hizo ningún movimiento. Él se
dirigió a la puerta tras dejar el dado en una mesa.
-El tatuaje nos llevará unas dos horas. Será
mejor que te quites el abrigo y te pongas cómodo en el sillón. Yo prepararé las
tintas.
David se paró con la mano ya en el picaporte.
-Pero he sacado impar.
-Has venido a por la Saturnia y yo te la estoy
ofreciendo, la quieres o no. –volvía a tener la voz suave con la que se había presentado
en la entrada.
Se quitó la mochila y el abrigo y los dejó a
un lado. Se sentó en el sillón y esperó a que Andrea hubiera acabado con los
preparativos.
-¿Dónde lo quieres?
La verdad es que no lo había pensado. Aun no
se hacía a la idea de estar allí a punto de manchar su cuerpo en tinta.
-Antebrazo está bien.
-Derecho o izquierdo
Tal y como había calculado, pasaron dos horas.
Él sentado aguantando el dolor, ella tatuando concentrada en las numerosas
líneas que acabarían formando la mariposa. Ninguno de los dos dijo nada.
Una vez hubo acabado David lo miró fijamente.
Era la Saturnia Pavonia, la misma pero
diferente, le había dado unos toques de color amarillo en las alas dándoles más
volumen. En esos momentos la piel estaba roja y sensible. Le dio una especie de
pomada y le envolvió el brazo en plástico.
-Es como cualquier tatuaje, te lo tendrás que
cuidar hasta que se cure. Para cualquier cosa aquí mi tienes, no dudes en
pasarte. –le dio el bote de crema que acababa de usar. Parecía cansada, no había
parado hasta haberlo acabado. Había que reconocer que el resultado era
magnífico, irreproducible, la cantidad de líneas que había en aquel dibujo era
imposible de contar.
-¿Con esto ya podré pasar los puntos de cruce
sin problemas?
-Es como un pasaporte, personal e
intransferible, nadie en el mundo tiene uno como el tuyo, aunque si hay muchos
parecidos.
Ya formas parte de los no nacidos. –no sabía
cómo sentirse ante aquellas palabras. Se levantó del asiento y le pidió a
Andrea que le acercara sus cosas.
Ella se acercó a la silla donde había dejado
el abrigo y la mochila. Al cogerlos se quedó quieta en el sitio.
-¿Ocurre algo? –se había quedado paralizada.
-Veo que no has venido solo a que te hiciera
ese tatuaje. –dijo algo nerviosa. David no entendió la situación. –lo que más
me temía ha comenzado. –susurró. Abrió la mochila sin su permiso. David quiso
evitarlo pero ya era demasiado tarde, Andrea había cogido la toalla, la había
desenvuelto y había sacado el trozo de piel.
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