El
camino de casa al tren a las 6 de la mañana se ve envuelto en miradas de
aquellos que se han convertido en señores de los bancos, señores que viven la
noche y el día en esa misma ciudad a la que todos hacemos oídos sordos y
miramos para otro lado.
Caras
tristes y cansadas de los que apenas duermen sabiendo que cada día será el
mismo que el anterior, un continuo atrapado en el tiempo del que no pueden
salir y en el que solo les queda esperar.
La
ciudad en silencio acostada en sus mullidas camas en lo que borrachos pudientes,
jóvenes que viven la noche de forma muy distinta a los señores, rompen ese
extraño ruido insonoro de las calles que podrían considerarse vacías, solo estan quienes en silencio allí se encuentran, tapados con lo que pueden,
con historias tras de sí que nos negamos a reconocer, con una personalidad a la
que no damos creencia.
El
traqueteo de mi maleta al rodar por el pavimento camino de la estación
despierta la atención de estos supervivientes, personas que en un tiempo fueron
visibles y que ahora forman parte de un decorado triste y decadente al que
nadie hace caso.
Vidas
paralelas que comparten el mismo espacio.
Lúcido retrato de este tiempo que nos toca vivir...
ResponderEliminarHermosa manera de plasmarlo!
Un abrazo!