Sentado en el autobús me gusta
fijarme en la gente, en sus rostros, en sus gestos, sus movimientos
involuntarios, sus posibles tics…
Si alguien se está mordiendo las
uñas da por hecho que yo me entero de qué dedo es el perjudicado. Me gusta
entretenerme imaginando en qué piensan esas personas en ese mismo instante, qué
personalidad tienen, el sonido de su voz…
Me gusta imaginar la vida que hay
detrás de ese cuerpo de carne y hueso tan parecido y tan diferente al mío, al
fin y al cabo, cada persona es un mundo vivido de una forma completamente distinta
a las demás.
Cada persona es un mundo, se
podrá parecer más o menos al de alguien que tienes al lado, pero nunca es el
mismo.
Puede ser que todos vivamos en un
entorno igual o parecido, puede ser que ciertas personas habiten una misma casa
o tengan una misma familia, puede incluso que compartan casi las 24 horas del
día y duerman en la misma cama, pero dentro de esos entornos similares o casi idénticos,
cada uno tiene su propia forma de mirar las cosas, su pasado, sus expectativas
de futuro, sus amistades, su universo paralelo.
Y es que al fin y al cabo todo se
reduce a eso, a universos paralelos que ocupan un mismo espacio al mismo
tiempo. Millones de universos moviéndose a la vez, entrelazándose en
situaciones y momentos determinados, entrelazándose en lugares ya sean casas,
calles o un autobús a las 8 de la mañana.
Sentado en la parte de atrás me
gusta imaginarme cómo son los distintos universos de las personas allí
presentes. En qué piensan, cuáles son sus sueños, qué música están escuchando…
Foto de Pablo Sanchez- http://www.flickr.com/photos/76276669@N07/11157927486/