Tu canción favorita, un cuadro que te emociona sin saber por
qué, un momento que recuerdes con cariño, una persona en la que pienses y no
puedas evitar sonreír, un lugar al que te sientas atraído.
Cierras los ojos y piensas en una de estas cosas, con solo
una es suficiente para sentirte con suerte. Con suerte de haber tenido esa
experiencia, con suerte por saber que, por muy mal que vaya la cosa, siempre
puedes cerrar los ojos y recurrir a ese cajón de la memoria donde tienes todo
guardado. Con suerte por no poder evitar alegrarte nada más abrir ese cajón.
Esa canción que hace que te estremezcas, te recorra un escalofrío
y te olvides de todo.
Ese cuadro que no puedes dejar de mirar con la boca abierta
y en el que te ves sumergido dentro.
Ese momento que has repetido no una, sino mil veces en tu
cabeza y lo recuerdas como si fuera ayer.
Esa persona que echas tremendamente de menos cuando no estas
cerca de ella.
Ese lugar al que deseas continuamente volver y al que
asocias todas las experiencias anteriores.
Abro los ojos y cierro mi cajón, manteniéndolo bien guardado
en mi interior, pudiendo recurrir a él, siempre que quiera.