sábado, 31 de marzo de 2018

Un segundo


Me llama la atención como una relación pasa del todo al nada justo en el momento de la separación. 

Como si los sentimientos nunca hubieran existido, las experiencias se hubieran inventado y solo quedaran los recuerdos malos que les llevó a donde están ahora, a cortar lazos para siempre.

De serlo todo pasan, en cuestión de un segundo, a ser meros desconocidos que nunca han tenido que ver el uno con el otro.



A veces sueño con personas pasadas y me pregunto qué ocurrió para no ser  presente,

tejiendo las redes del recuerdo insano de algo que se bifurcó en dos caminos diferentes.

Ya no se qué fue real y qué un ente, que viene para detenerme  obcecado con inventar lo bueno,  olvidar lo malo y revivir lo inerte.

Sentir dolor en la boca del estómago, que desmiente lo que se dice del corazón, que en realidad, no es el que siente.

Tener recuerdos de alguien que pese a que existe, y está en tu mente, ya no está en tu vida,  no la volverás a tener enfrente.

El mundo siguió girando para los dos,  en lugares separados, siguiendo la corriente de dos ríos con distintos afluentes,

siempre con el remuerdo de conciencia de qué pudo pasar para quererte en un momento,

y al siguiente no ser más que una desconocida que por norma me tiene que resultar indiferente.

Como si nada de lo vivido valiera para nada,

un simple adiós… y hasta siempre.

miércoles, 28 de marzo de 2018

Distopia del siglo XXI


Creo que en esta época que nos está tocando vivir hay más gilipollas que gente sana.

Creo que los extremismos están a la orden del día y que por el simple hecho de que todos tenemos derechos a sentirnos ofendidos, no significa que no podamos respetar las opiniones contrarias.

Por desgracia estamos viviendo una época en la que no se puede dar la opinión personal de las cosas sin miedo a que te echen a los lobos o te persigan con horcas y antorchas para quemarte vivo.

Una época en la que ser irrespetuoso se pena con denuncias e incluso la cárcel. Una caza de brujas del siglo XXI hacia todos los que piensen lo contrario tengan razón o no.

Ya no podemos hablar.

La libertad de expresión ha quedado oprimida, si no opinas bien te tienes que callar, así de simple, no existe más discusión.

Antes de nada dejar claro que soy cristiano, creyente por decisión propia,  no por mi educación ni por nada que tenga que ver con mi alrededor, aquí el  “Yo soy yo y mis circunstancias” de Ortega y Gasset no tiene cabida.

Soy creyente y pese a ello, al contrario que muchos, sé diferenciar claramente entre religión y creencia. Mis creencias son entre Dios y yo y no respondo ante unos humanos, tan imperfectos como uno mismo, que no paran de decir qué es lo que está mal y qué es lo que está bien como si tuvieran la verdad absoluta de las cosas. No creo en un bautismo en el que el que menos se entera es el protagonista, en una comunión que es por los regalos, o en un matrimonio que se hace por la tradición, para mí eso no es religión, las costumbres, por costumbre, no las hacen correctas.

Se diferenciar claramente entre religión y una iglesia formada por hombres al igual que, alguien con dos dedos de frente, sabe diferenciar entre nuestros políticos y la política en general.

Unos hombres a los que tomo con raciocinio y criterio propio, creo en la iglesia pero siempre mediante el filtro de la razón.

Porque alguien sea irrespetuoso no creo que merezca ser juzgado, una opinión demuestra cómo es su propietario, que los imbéciles dejen bien claro que lo son sin miedo a represalias.

Creo que la libertad de expresión tiene que estar ahí nos guste lo que se diga o no,  nos guste cómo se diga o no,  estemos de acuerdo o no.

Creo que las palabras no hacen que cambiemos nuestra forma de pensar por más ruido que se haga con ellas.

Las opiniones no tienen por qué ser respetadas siempre y cuando los actos sí que acompañen al respeto,  la palabra es simplemente palabra, las acciones son la línea que tiene que estar controlada.

Nos hemos convertido en personas quejicas que saltamos a la mínima, ya sea por comentarios machistas, homofobos, racistas, apolíticos o antirreligiosos. La verdad es que a veces me pregunto dónde quedaron aquellos días de me entra por un oído y me sale por el otro…

No quitemos libertades.

No estoy de acuerdo con el actor Willy Toledo,  creo que hay formas y formas de decir las cosas hablando por Valtonyc,  me resultan de mal gusto los chistes de Carrero Blanco de Cassandra Vera y podría seguir así con muchas más personas que son perseguidas en la actualidad por hablar de más.

Con ellos tres en particular no puedo decir que sea de mi agrado  cómo hicieron las cosas, pero no puedo hacer otra cosa que ponerme de su lado ante la situación actual,  han dejado muy claro el tipo de personas que son, al igual que lo han hecho los ofendidos quejicas que intentan imponer sus opiniones por la fuerza tratando de acabar con esta pobre gente.

Simplemente no hay derecho a la situación que estamos viviendo.

Lo único que nos permitía la libertad era poder dar la opinión personal de las cosas, parece que ahora ya ni eso.

1984, Un mundo feliz, Rebelión en la granja, Fahrenheit…

miércoles, 14 de marzo de 2018

Una pregunta




Sabes por qué me gusta la música?

Porque me transporta a una playa con una cerveza fría en la mano, porque me lleva a una noche en una cama tiempo atrás olvidada, a bailar en mitad de la calle sin importarme quien mire.

Me hace olvidar la realidad que me rodea cambiándola por los paisajes más maravillosos, me hace sentir la libertad en todo su esplendor.

¿Acaso es esto huir? ¿O vivir un pequeño momento de irrealidad que parece más real que la misma?

Sufrir un pequeño arrebato de locura llamado felicidad,  una pastilla de soma que cubre todas mis preocupaciones con una manta de desigualdad, si perder la conciencia es esto diré que por favor me quiten toda.

Prefiero vivir como soñador inconsciente que como vivo deprimido.

¿Que por qué me gusta la música?

Porque con ella soy capaz de hacer aquello para lo que no nací, vivir un presente inventado, un pasado perfecto,  un futuro de esperanza.