Están siendo unos días de no
parar y aprovecho justo el tren camino a Napoli para escribir un poco sobre
este viaje.
Estamos a 18 de Junio de 2018, empecé
el viaje el miércoles pasado, estamos a lunes.
El miércoles fue el típico día
de viaje, levantarse a las 5 a.m para coger un bus que me llevaría directo al
aeropuerto de Madrid, donde esperaría 3 horas antes de que el avión volara para
Roma.
Tanto el vuelo como las horas en
el aeropuerto no tienen mucho que reseñar, el típico vértigo previaje cubrió la
mayor parte del tiempo.
Al llegar a Roma esos nervios
fueron en aumento debido a una pequeña confusión de aeropuerto que me llevaría a
coger un bus, un tren, y dos horas más de las pensadas solucionar.
A las 6 p.m me esperaban en la estación
para ir al piso donde dormiría todos esos días.
Dejamos la mochila y dimos el
primer paseo de acercamiento, Plaza Venezia, Foros, Campidoglio… la primera impresión
de Roma como ciudad caótica no cambió, e incluso fue en aumento, pero también apareció
ante mí un lugar de historia y grandeza, un imperio que, pese a su larga
distancia en el tiempo con respecto a nosotros, tenía unas grandes capacidades tecnológicas
y arquitectónicas que han llegado a nuestros días.
Rematamos ese primer día cenando
en una pizzería en el barrio de Trastevere, un barrio bohemio con bastante
ambiente en la calle.
En esas horas vimos la plaza
Spagna con la escalera y la fuente en forma de barca de Bernini, tiramos la
moneda en la Fontana de Trevi (demasiado llena de turistas), disfrutamos de las
fuentes de Bernini y la iglesia de Borromini en la plaza Navona y vimos el
punto exacto donde mataron al Cesar en Largo di torre Argentina.
Los dos días posteriores fueron prácticamente
en solitario, mis compañeros trabajaban por lo que me tocó el turisteo a mi
solo.
Por la mañana nos levantamos
todos juntos a desayunar y salí dirección Puente Sixto.
El Panteón ha sido de las cosas
que más me han sorprendido estos días, tanto el exterior prácticamente desmantelado
de muros curvos desnudos, un pórtico con unos pilares enormes que destacan al
mirar sobre una plazoleta pequeña con la
fuente en el centro, y las inmensas puertas que llaman la atención cerradas,
pero mucho más abiertas dejando ver un espacio interior que no existe en otro
lugar.
Estar dentro de un cilindro de
50m de diámetro con una cúpula de casetones que acaba en un óculo por donde
entra la luz, ha sido una sensación que solo podía mejorar al pensar en la época
en la que aquel espacio se había construido.
La mañana en los foros y el
Palatino se pasó demasiado rápido, en ocasiones te olvidas de lo que esas
piedras representan, la historia contada en la columna de Trajano, los muchos templos
enfrentados, el mercado de Trajano, hasta los caminos entre columnas que quedan
en ruinas recuerdan que allí, hace siglos, existía una civilización capaz de
construir para la eternidad.
Si los foros fueron
impresionantes, subir al Palatino fue un buen remate para aquella mañana. Visitar
el lugar donde en su día vivía la gente más poderosa del imperio, con vistas
directas al circo Máximo y al coliseo...
En términos físicos se podría decir
que son más ruinas, pero hay que recordar que donde hay todo eso, una vez
estuvo el hombre levantándolo piedra a piedra.
Comí y me acerqué hasta el Circo
Máximo y las Termas de Caracalla antes de entrar en el Coliseo.
El Coliseo es un lugar de
historia y tragedia, el lugar donde muchas muertes dieron lugar entre vítores y aplausos. Hoy en día estar allí entre hordas
de turistas sacando fotos te hace pensar en lo que ha cambiado el mundo
mientras el tiempo sigue corriendo.
Primero arena de juegos para
entretener al pueblo, luego viviendas chabolistas en la edad media, ahora
centro de reunión turística y protagonista en películas de Hollywood.
La subida al Belvedere no pudo
ser puesto que estaba cerrado por lluvias por lo que aproveché el tiempo para
acercarme a una iglesia que, pese a no llamar la atención desde el exterior,
contiene en su interior el Moisés de Miguel Ángel, la iglesia, la basílica di
San Pietro in Vincoli.
Lo bueno que tiene esta ciudad es
precisamente esto, en los sitios que menos te esperas te puedes encontrar algo
como aquello al igual que pasa en Sta María de la Victoria donde se encuentra
El éxtasis de Sta Teresa de Bernini, Sta Maria la Magiore o, en un cruce de
calles, La iglesia de San Carlo a le cattro fontane de Borromini. Todas estas
pueden pasar desapercibidas pero no dejan de ser joyas de esta ciudad.
Antes de volverme a juntar con
mis compañeros tuve una última sorpresa con una de las basílicas más grande de
Roma, San Giovanni in Laterano donde actualmente se sitúan las enormes puertas
de bronce de la Curia, a mi gusto de entre las grandes basílicas, mi favorita.
Nos juntamos en plaza Venezia a
las escaleras del monumento que se ve desde todos los puntos de la ciudad que
lleva el mismo nombre.
Desde allí fuimos a ver las
vistas desde el Pincio, bajando posteriormente a la plaza di Popolo regalándonos
esta ultima sensación de espacio antes de volver a casa.