Tras un duro día de trabajo en el que lo mejor que me ha podido pasar ha sido que el sol desapareciera en el horizonte, me gusta dedicar un escaso momento, apenas quince minutos, a poner algo de música relajante, apagar las luces, a veces incluso encender algunas velas, descalzarme, ponerme ropa cómoda, tumbarme en la cama, y no pensar en nada hasta que ese presente pase.
Es ese
momento del día aquel por el que merece la pena despertarse cada mañana, el que
me permite seguir adelante con una sonrisa en la boca.
Aun con los
brazos pesados,
las piernas
entumecidas,
el pecho
lleno de vida,
el aliento pausado.
Sabiendo que
lo inevitable
se acerca
cada vez más,
queriendo
por el contrario
que el presente
se pare, no ande.
No ande
hacia su final poco esperado,
presente de
tranquilidad casi extinguida,
presente de
sueños, eso sí es vida,
no ande
hacia ese quehacer mío a diario.
Momento sin
preocupaciones,
sin
pensamientos de ningún tipo,
solo yo
acompañado de mi mismo,
exento de malos recuerdos y sensaciones.
Como en el
ojo del huracán,
tranquilidad
antes y tras la conquista,
ese escaso espacio
temporal
en el que
nadie te molesta, nada te irrita.
Y si estás tumbado en la cama escuchándo música para qué más. Momentos íntimos, únicos que hay que autoimponerse para sí mismos.
ResponderEliminarMuy buen escrito.
Entiendo perfectamente esa necesidad, compañero, pero para tenerla es inevitable primero cansarse; para desconectar de los recuerdos, tenerlos,; para desear dejar de pensar por media hora, ser inteligente...es decir, para dormir es fundamental vivir.
ResponderEliminarIncluso en la desgana hay optimismo, e incliso creatividad en pausa.
Buen texto y poema,amigo.
Gracias por tus palabras.Hay mucha creatividad y sensibilidad en tu blog.T sigo.Te invito a seguir mi blog.Saludos poéticos.
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