Todos estaban en silencio, solo se podían oír algunos llantos y murmullos pidiendo a Dios que todo pasara.
No era la primera vez que habían bajado a ese sótano, pero cada vez se hacía más insoportable y más larga esa situación que no comprendían.
Ellos no tenían la culpa y sin embargo, se habían llevado la peor parte.
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