Amor quería a odio, mientras que
odio le detestaba y nunca le dejaba cruzar aquella fina línea que les separaba.
Odio trabajaba bien adentro, una
vez se proponía algo no lo soltaba hasta que fuera solo suyo, pero querer
siempre se metía de por medio, siempre siguiéndole a todos lados.
Cada uno trabajaba a su lado de
la línea, nunca se juntaban ni intentaban invadir el lado contrario, al fin al
cabo, sin amor no habría odio, y sin odio… bueno, amor quería demasiado a odio
como para hacerle algo así.
Cada uno tenía sus motivos de
existencia, sus razones para vivir, pero nunca era suficiente.
Amor quiso tanto que el dolor se hacía
insoportable y odio ya era insoportable de por sí y a más, peor.
La línea no se movía hacia un
lado ni hacia otro y ninguno de los dos bandos ganaba, odio lo comprendió.
El amor duele pero solo hay algo
que duele más. Poco a poco odio se fue juntando con amor hasta quedar los dos
encima de la línea, juntos. El amor, estúpido, no se dio cuenta, ¿Es posible
querer y odiar como nunca a la misma persona?
Odio y amor trabajaron en ese
momento al mismo tiempo, odio con una sonrisa en la cara, amor sin darse cuenta
del daño que estaba haciendo.
Es posible, Rendan. Amar y odiar con igual magnitud a la misma persona. Tu entrada llena de metáforas es el día a día.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
ahh la eterna polaridad.. siempre nos movemos entre esas emociones! Gran reflexión la que nos dejas! Un abrazo!
ResponderEliminarHace pensar tu escrito, Rendan. Me gusta mucho el juego que logras, esa metáfora también la he trabajado en algunos textos de mi autoría.
ResponderEliminarEnhorabuena, es muy profundo y con pocas palabras. Resulta apetecible.
Un abrazo, compañero