Veinte días,
un saludo, una sensación, un “algo”.
Un no
pensar en otra cosa por imposible que sea,
Un no
saber qué te pasa, recordar cada gesto, cada rasgo…
Un intento
a la desesperada, lanzarse al vacio con la esperanza de que te cojan,
Conocer
una nueva vida, una persona, una voz, ya no es solo algo físico y, ese “algo”
que no sabes que es, se va haciendo cada vez más palpable.
Un beso
y lo que siga, tiempo sin necesidad de estar con nadie más, veinte días que te
indican si se debe continuar o la cosa debe quedarse ahí.
Saber cuándo
parar antes de que todo se vaya a pique, saber cuándo merece la pena continuar.
Veinte días,
un cruce de miradas, una experiencia imborrable, una sonrisa de despedida
siendo consciente de, que pese a
terminar todo ahí, nada podía haber salido mejor.
A veces simplemente hay que saber cuándo decir
hasta aquí hemos llegado, hasta el momento todo fue perfecto.
Veinte días
sin necesidad de uno más.
ahh ese es el difícil arte del "darse cuenta" del desapego, del no forzar...de ser coherente sobre todo con uno mismo.
ResponderEliminarEste texto me ha encantado, es simple,lineal,pero,a la vez,te deja esa impresión de quedarte atrapado en tu propia reflexión..
Gracias
Veinte días acogen muchas sensaciones, apegos y desapegos. Veinte días suficientes para todo y para nada.
ResponderEliminarUna buena reflexión, amigo Rendan.
Un abrazo.