miércoles, 29 de enero de 2020

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Tienes que escribir un libro.

Se que no quieres, que no tienes ganas,  que no  ves la razón de ello,  pero tienes que escribirlo.

No solo tienes que escribirlo sino que toda tu vida queda pausada hasta que lo hagas,  si no lo escribes,  no puedes continuar,  es la llave para pasar la puerta y si no la tienes,  te quedas mirándola sin poder siquiera girar el pomo.

No eres nadie sin él

Tienes que escribir un libro.

Miras a tu alrededor y ver que todos aquellos que te rodean ya han escrito por lo menos uno, algunos han continuado escribiendo,  otros se han dedicado a otras cosas,  pero todos son autores de al menos una obra finalizada y tu mientras tanto,  aun tienes que escribir un libro.

Te encierras día a día en tu cuarto saliendo solo para correr que es la única cosa que te mantiene cuerdo, el deporte, el cansancio más bien, te da esa sensación de avance que de otra forma no tienes, día a día corres mas kilómetros en menos tiempo, pero tu cerebro sigue pensando en escribir.

El estar acompañado solo te recuerda lo que los demás han logrado y tu no,  sus libros sus vidas,  sus lectores y el dinero que ganan con ello que les ha hecho libres mientras tu,  aun teniendo que escribir páginas y páginas de una historia que no se te ocurre por más que lo intentes,  sigues viviendo de quienes son tus dueños,  tu no eres del todo tu ya que no te perteneces en tu totalidad.

Tu objetivo.

Escribir un libro.

Única y exclusivamente.

El ocio en compañía pasa a ser una comparación entre sus vidas y la ausencia de la tuya,  sus libertades y la ausencia de las tuyas.

Tienes que escribir un libro, da igual si quieres o si no y si no lo haces, no eres nadie.

Literalmente, nadie.

Tienes que escribir un libro pero no puedes y mientras no lo consigas ahí te quedas,  lo único importante es escribirlo, si no,  no puedes seguir, y si sigues, nadie te asegura el final feliz.

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