viernes, 29 de junio de 2018

Cuaderno de viaje (Roma_02)



Tercer día, Viernes, Renacimiento, Florencia.

Y después de dos trenes y algo más de dos horas llegué a Florencia pasando de la cuna del imperio romano, a la del Renacimiento.

La ciudad es maravillosa.

Tanto la cúpula de Brunelleschi de Santa María de Fiori, como el paseo por el rio, no tienen desperdicio.

La plaza principal con la catedral y el baptisterio con sus puertas y la torre son sorprendentes, los colores y las geometrías de sus fachadas fueron un cambio de aires pese a la enorme cantidad de turistas que allí había.

Entré en la cripta de los Medici y literalmente un escalofrío me recorrió el cuerpo al no esperar encontrarme con un espacio de tales dimensiones, cuesta abarcar todo estando en su interior.

Comí a la sombra en la plaza del hospital de los inocentes, y tiré hacia el palacio Vecchio donde estaba la reproducción a escala 1:1 del David del Miguel Angel (no fui capaz de vez el real debido a las largas colas pero me hice una buena idea de esa obra)

Esa plaza sorprende y más si entras desde la galería de los Uffizi.

En mi caso, de la plaza salí hacia el rio por dicha galería rodeado de estatuas, haría el recorrido inverso a la vuelta.

El ponte Vecchio me hizo recordar la película de El perfume. Parece salido de un cuento, mientras que por fuera es un puente con casas colgando en los lados, por dentro es una pequeña calle de tiendas de joyería con pequeñas ventanas desde las que se ve el rio.

No te cansas de cruzarlo una y otra vez.

El palazo Piti al otro lado fue el comienzo de la caminata bordeando la muralla hasta dar a parar a la plaza de Michelangelo, un mirador desde el que se ve toda la ciudad y te das cuenta, justo en ese momento, de lo grande que es todo y lo engañado que estabas viéndolo de cerca.

Las dimensiones de estos edificios no están hechas para el cerebro humano.

Desde allí baje al rio no sin antes pararme en una capilla que hay poco más arriba de la plaza.

Tanto el paseo rodeando la muralla como el mirador son algo cansado pero que merece indudablemente la pena recorrer.

Siestecita en el rio, helado en la plaza de la catedral, y esperar escuchando música en directo delante de la basílica de Santa Cruz a que viniera el tren de vuelta a Roma.

Sin lugar a dudas un día para recordar.

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