miércoles, 4 de noviembre de 2020

DOS (Alex)

 


Seamos realistas, la vida de una persona se compone de tres aspectos, valentía, trabajo y suerte.

Valentía para aceptar todas las oportunidades que van apareciendo por tu camino.

Trabajo y esfuerzo para conseguir aquello que te propones, nada es gratis.

Suerte para tener las capacidades de lograrlo y para que todo lo que te rodea no te  joda y te descuartice en mil trocitos no teniendo en cuenta las dos cualidades anteriores.

U.S

 

El Yelinas seguía tal y como lo recordaba, seguía siendo exactamente el mismo antro sin cumplir seguridad contra incendios,  que había dejado años atrás.

Parecía que había recuperado toda la clientela que no tenía en aquella época ya que apenas quedaban mesas libres. Reconoció la canción que estaba sonando en ese momento, “La caza” de Tahúres zurdos, siempre le había gustado aquel grupo. Se acercó a la barra y le hizo un gesto a la camarera con la mano, ella le guiñó un ojo haciéndole ver que le había visto.

-Yo te conozco. –dijo nada mas acercarse. Viendo la cara de extrañeza que había puesto David ella se rió. –mucho teníais que venir a este sitio para acabar en el muro de los recuerdos. –señaló un corcho con unas pocas fotos que había al otro lado de la barra. –parece que no has tenido un buen día. ¿Qué te pongo?

-Una pinta. –dijo gritando por encima de la música. Se quitó la chaqueta mojada dejándola en un taburete y se revolvió el pelo. Era cierto que había pasado prácticamente toda su infancia en aquel bar. Todas las tardes en las que había vivido allí las había pasado con sus amigos bebiendo cerveza y jugando a los dardos, de hecho, recordaba que se llevaban muy bien con el antiguo dueño, un hombre bajito que les ofrecía pintas gratis los días que tenía poca clientela, que en aquella época eran la mayoría. Hoy en día parecía que aquello había cambiado. Pese a ser las mismas paredes polvorientas y las mismas mesas de madera llenas de mensajes tallados, parecía que aquel lugar no había vivido tiempos mejores, los jóvenes bebían y reían disfrutando de la música y el espacio de ocio que ese lugar proveía.

-Aquí está la cerveza y aquí la foto, se ve que eras más joven pero te he reconocido en el acto. –la chica le había acercado una foto, hecha con polaroid, donde se encontraban cinco jóvenes tras esa misma barra de bar con unas jarras delante. Parecían contentos, ninguno de ellos esperaba que años después, solo uno estuviera vivo viendo esa foto tras haber asistido al funeral del último de ellos. Los ojos se le empañaron en lágrimas, lo cierto es que si que había tenido un día de mierda.

-¿Puedo quedármela? –ella al verle la cara asintió con la cabeza.

-Es toda tuya, poco a poco el muro se va haciendo más pequeño, la gente va recogiendo sus fotos con el tiempo. A mí me gusta verlas cuando nadie me pide nada, son fotos con historia ¿sabes? Por eso te reconocí nada más verte pasar por esa puerta. 

¿Ya no vives por aquí? Me extraña que esta sea la primera vez que te veo, como he dicho antes, mucho teníais que venir si acabasteis en ese corcho.

-A decir verdad veníamos todas las tardes. Me he gastado más en este bar que en todos mis estudios. –no podía parar de mirar a la foto, finalmente se la metió en el bolsillo del pantalón. Se dio cuenta que la tarde en la que fue sacada fue la última vez que habían estado todos juntos ¿Cuándo había sido, nueve, diez años atrás? La chica no debía de tener más de 22 por aquella época, no tendría siquiera edad para beber. –y dime, ¿Qué ha sido de Guti? ¿Sigue por aquí? Recordaba a aquel viejo como si no hubiera pasado el tiempo. Muchas veces se unía a las partidas de cartas no haciendo caso al resto de los clientes. Con ellos siempre se había portado de forma amable, les había cuidado hasta el último momento y hasta les había reprochado que empezaran a salir con Jaime, quien posteriormente se convertiría en su camello y verdugo particular. Estaba claro que habían confiado en quien no debían.

-Guti murió hará tres años. –contestó con completa indiferencia. –un ataque al corazón, le cedió el Yelinas a su hija. No debía de llevarlo muy bien en su momento porque fue ella la que hizo que volviera a tener todo este ambiente.

“Otro más para el hoyo” –pensó dándole un trago a su pinta.

-El muro de los recuerdos se mantuvo en su honor pero, como ya he dicho antes, poco a poco las fotos van volviendo a sus legítimos dueños. Si me disculpa el deber me llama. Si necesita cualquier cosa no dude en avisarme, bienvenido de nuevo al Yelinas. –le volvió a guiñar un ojo y se dirigió a otro cliente que le estaba señalando una copa para que se la llenara.

David cogió su cerveza y su chaqueta y se dirigió a la primera mesa que vio vacía. En ese momento estaba empezando a sonar la canción de “Azul”, parecía que esa noche iba de Tahúres zurdos la cosa.

Estaba cansado, tanto física como psicológicamente se sentía desbordar por todos lados. El viaje del día anterior había sido de ocho horas metido en el coche pensando en tiempos mejores, no había parado de fumar desde aquellas. Estaba mojado, tenia frio, le dolía la cabeza y se sentía algo mareado de todo lo que había bebido, pero en cierta manera sabia que tenía que estar allí en ese momento, su segunda casa, donde habían pasado tantas horas buenas protegidos de un exterior que les acabaría abandonando.

No había comido nada desde el día anterior, pero su barriga no le reprochaba la ausencia de ningún solido y mientras su cerebro no lo pidiera, él se iba a limitar a beber.

Se bajó la corbata más de lo que estaba, no quería quitársela porque sabía que la acabaría perdiendo.

No tenía ningún plan de futuro, en ese mismo momento lo único que quería era pasarse la noche bebiendo y brindando por los que ya no estaban hasta caer rendido. Después ya se preocuparía de cómo ir al hotel  y los problemas del día siguiente. Simplemente había decidido dejarlos para su yo del futuro.

Por el momento solo quería beber.

-¿Le importa si le hago compañía? No quiero beber sola. –la voz de mujer le sacó de su ensimismamiento. Levantó la vista del vaso para encontrarse cara a cara con la desconocida que había estado en el cementerio con ellos. Señaló la silla que había vacía sin decir nada.

-¿Acaso me está siguiendo? –en el momento en el que las palabras le salieron por su boca, se dio cuenta que el tono irónico con el que pretendía decirlas se había transformado en una especie de reproche.

-Créame, para mí ha sido toda una sorpresa encontrarme con usted aquí. –bebió un trago de la cerveza que había traído consigo. –me llamo Alex. –dijo tendiéndole la mano. Aun seguía con el vestido  con el que la había visto en el cementerio, el pelo  rubio sujeto en un alto moño aun se mantenía en perfecto estado, claramente era una mujer que no pegaba en ese ambiente y mucho menos con un litro en la mano.

-David. ¿Era amiga de Iván?

-Conocida más bien, me estaba ayudando con un asunto. No sabía que la heroína le tenía tan cogido.  –al echar otro trago, David se dio cuenta de que en el anular de la mano derecha tenia tatuado un anillo con lo que aparentaban ser dos siglas, una U y una S. –de cuando era niña. –dijo al darse cuenta de lo que estaba mirando. –una nunca puede huir de su pasado. –le sonaba haber visto ese símbolo en algún lado pero no le dio más vueltas.


-Y dígame, ¿De dónde es? No logro situar su acento.

Alex se atragantó, le había hecho gracia el comentario.

-Nunca he sabido responder bien a esa pregunta la verdad, nací en España pero prácticamente desde pequeña me he estado moviendo de un lado a otro. Supongo que después de muchos años sin hablar el idioma, mi español ha quedado un poco oxidado aun siendo mi primera lengua. –silencio. –siento lo de su amigo, ¿Erais muy cercanos?

Le costó responder por un momento a aquella pregunta, la verdad es que ya no lo tenía claro.

-En su día lo fuimos. Luego nuestros caminos se fueron separando prácticamente sin darnos cuenta hasta que, de un día para otro, no volvimos a saber más  del contrario. Si te soy sincero no sabía que había sido de él hasta que me llamó la policía para contarme la noticia. ¿En qué la estaba ayudando si no es meterme donde no me llaman?

-Soy periodista. Estaba siguiendo una noticia en la que su amigo me podía ayudar a recabar información. Aun estoy metida en el asunto por lo que no puedo hablar mucho del tema, pero su amigo fue de gran ayuda. Después de esto me da que me quedaré en esta ciudad más tiempo del debido.

-Yo me quedaré unos días más también. Alguien tendría que avisar a los padres de Iván de lo ocurrido, nunca se preocuparon por él en vida, pero tienen derecho a saberlo. Mañana va a ser un día duro. –se sentía cómodo hablando con esa mujer. Según se terminó su jarra hizo un gesto para pedir otra, la camarera no tardó en llevársela a la mesa.

No tenía ninguna prisa por irse a la habitación de hotel. Era cierto que no sabía cuánto tiempo se quedaría allí, en cierto modo echaba de menos aquella ciudad. Tenía muy malos recuerdos pero todos ellos se veían emborronados por el tiempo y los buenos momentos. Al día siguiente iría a darles la mala noticia a los padres de su amigo. No tenía muy claro como se lo tomarían, por una parte no habían querido saber nada de su hijo en los últimos años, por lo que sabían podía haber muerto mucho tiempo atrás pero por otro lado… eran sus padres, eso no se lo quitaba nadie. Casi sin quererlo también pensó en los suyos propios. Prácticamente hacía el mismo tiempo que no sabía de ellos que su amigo. En este caso había sido él el culpable en desaparecer, simplemente no soportaba sentirse la oveja negra de la familia, el hecho de no haber acabado la carrera podía sonar como algo sin importancia pero la realidad es que había tirado su vida por la borda con esa decisión. Él lo sabía pero también sabía que no podía continuar de esa forma, psicológicamente había acabado destrozado, y eso era lo que sus padres, acostumbrados a animar a su hijo a trabajar y trabajar, no habían entendido.

Aun no tenía claro qué hacer con respecto a ese tema, pero sí que tenia cosas que hacer antes de plantearse tan siquiera esa situación.

Se dio cuenta de que se había quedado en silencio demasiado tiempo. Alex se había limitado a mirarle con curiosidad mientras seguía bebiendo de una nueva jarra, no se había dado cuenta siquiera que la camarera había vuelto a servirles.

Aun así se sorprendió al ver que no sentía que la situación fuera incómoda. Esa mujer tenía algo que infundía tranquilidad, estaba claro que pertenecían a dos mundos distintos. Él era en todos los términos un puto desastre y ella era la típica mujer que se llevaba un paraguas por si acaso llovía en ese día soleado.

-¿Le puedo hacer una pregunta que lo mismo no tiene mucho sentido? –fue ella la que rompió el silencio, obviando todo el ruido que había a su alrededor. David se limitó a asentir. – ¿Le suena el concepto de la escalera de Penrose? –la pregunta iba acompañada con una tarjeta que acababa de sacar de su bolsillo. David la cogió con un interés nuevo en aquella mujer, se había esperado cualquier cosa menos eso.

La tarjeta, completamente negra, tenía dibujada una escalera infinita en blanco ocupando su centro. Al verla se dio cuenta de a qué se refería Alex, aunque no tenía la menor idea de a dónde quería dirigir esa conversación.

-He oído hablar de  ella en algún momento, es la escalera imposible que empieza y termina en el mismo punto ¿No? Ese tal Penrose era un matemático o algo así. ¿Tiene esto algo que ver con el artículo con el que te estaba ayudando Iván? Porque le puedo asegurar que Iván era muchas cosas, pero en lo que se refería a las matemáticas…

Alex se quedó un momento mirando su cara, como si estuviera buscando alguna reacción de algún tipo.

-Algunos dicen que hay un caso en particular en el que esa misma escalera, imposible en el mundo físico que conocemos, podría ser posible. Siempre me ha llamado la atención esta imagen, ¿Cómo puede ser que algo que sabemos que no es real pueda llevarse al dibujo y lo aceptemos tal y como es? –Alex pareció decepcionada, como si hubiera esperado otro tipo de reacción por parte de David.

-¿Es un asunto de perspectiva no? –No podía de dejar de mirar aquella imagen, en cierto modo ella tenía razón a la hora de decir que era algo digno de interés. – ¿Y bien? ¿Cuál sería ese caso? –no sabía por qué había sacado ese tema en particular, pero le gustaba que por un momento pudieran hablar de cosas sin importancia dejando todas las preocupaciones a un lado.

-En el mundo real tal y como lo conocemos sí, es perspectiva. La única manera que pudiera ser posible una escalera así, es que los escalones del principio y el final estuvieran a la vez en esas dos posiciones, es decir, que ese punto de unión ocupara dos espacios y a su vez, solo fuera uno.

En cierta forma, lo que Penrose dibujó aquí fue un puente entre dimensiones, el típico “multiverso” que está hoy en día de moda, ¿No te resulta interesante?

David se dio cuenta en ese momento de que estaba sonriendo, casi le resultaba extraño sentir ese gesto en su cara. Estaba claro que, pese a las apariencias, aquella mujer estaba lo suficientemente loca como para haber andado con su amigo. Alex había pasado de ser una mujer al margen de aquel mundo de bajos fondos, a alguien que parecía más bien obsesionado con un tema tan extraño como aquel. Capaz de sacarlo a colación hasta en los momentos menos indicados.

-Siento mi cara pero me ha sorprendido  este cambio de tema. No me malinterpretes me encanta la ciencia ficción y la fantasía, siempre me han gustado estos temas, pero me llama la atención esto tan de repente y más si esto es en lo que te estaba ayudando mi amigo. Si me disculpa la impertinencia, ¿A cuento de qué saca este tema?

-Sí, lo siento. –su gesto también se había transformado en una sonrisa. –igual he bebido más de la cuenta. No tiene nada que ver con su amigo. Es otro trabajo que llevo a la vez, es una idea que siempre me ha gustado, la propia representación de los universos paralelos, la unión entre todos ellos por medio de una escalera.

-Siguiéndote el juego. –llevaban ya el tiempo suficiente como para empezar a llamarse de tu. – ¿Si esa escalera existiera no habría forma de acceder a ella no?

Alex pareció aliviada por poder continuar con la conversación.

-Sí, ya que precisamente, el acceso ocuparía el mismo lugar que la escalera. No tendría principio ni final, el mismo lugar seria tanto la escalera como la entrada. Precisamente por eso representa la idea de los universos, infinitos, superpuestos entre sí, ocupando el mismo espacio tiempo. Entrarías, subirías la escalera solo para acabar en el mismo sitio, solo que  no sería el mismo sitio técnicamente hablando.

La imagen le resultaba atractiva, digna de un libro de hecho.  Miró  la tarjeta que le había tendido al principio de aquella conversación, le gustaba la idea de los distintos universos conectados entre sí por una escalera, lo mismo en uno de esos universos existía un David que hubiera triunfado, que aun tuviera a sus cuatro amigos de la infancia sanos, con sus mujeres e incluso niños.

Esa idea le alegraba al igual que le apenaba. Por desgracia tenía que vivir con los pies en la tierra, no podía soñar en lo imposible.

-Estaré deseando leer su libro con respecto al tema.

-No, quédesela. –Le dijo rechazando la tarjeta que estaba devolviendo. –Tengo más, no se preocupe. Creo que ya va siendo hora de que me vaya. Ha sido un placer conocerle y disculpe la intromisión. –los dos se levantaron para despedirse. -¿Se va a quedar más días por aquí? –ella seguía llamándole de usted.

-No tengo claro aún cuanto tiempo pero estaré  al menos un día más. Aquí me verá todas las noches. Gracias por la compañía, la verdad es que lo necesitaba en un día como hoy.

Justo al desaparecer por las escaleras de entrada al local se dio cuenta de que podía haberle pedido su número de teléfono, de cualquier forma, si ella quería volver a verle sabia donde encontrarle. Hizo un gesto a la camarera pidiendo otra ronda.

Aun tenía muchas penas que ahogar y valentía que conseguir para el día siguiente.

En los altavoces empezaba justo en ese momento a sonar “Muerte ven”, siempre le había gustado aquella canción aunque nunca la había escuchado en un momento más oportuno. Puto “Tahúres zurdos”.


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