martes, 24 de noviembre de 2020

CINCO (Reconsideraciones)


La vida es fruto de una sucesión de resultados completamente aleatorios.

La aleatoriedad y la suerte forman parte de la vida desde el primer momento de la fecundación. Tan pronto podíamos haber sido nosotros, como cualquier otro o ninguno.

U.S

 

-Hola David, aún no habíamos hablado.

La seriedad de su voz le sorprendió. Parecía sobria, no había el más mínimo indicio de que estuviera bajo los efectos de ninguna sustancia. Ante él se encontraba una persona muy distinta a la novia de su amigo.

Obviando su aspecto famélico, Jess parecía haber encauzado su vida de un día para otro.

-Sé a lo que has venido, y tranquilo, no vengo a disuadirte, no soy quién para decirte que no le eches en cara a nadie la muerte de Iván. Simplemente quería tomarme un café contigo antes, a poder ser.

David se encogió de hombros y, apartándose a un lado, invitó a entrar a Jessica a la cafetería de la que acababa de  salir.

Esta vez se sentaron en una esquina, el camarero le miró y se acercó a ellos. Ambos pidieron café.

Ninguno había dicho nada aun cuando el camarero volvió con las tazas. Ambos se tomaron su tiempo para remover sus bebidas y echarse azúcar.

-¿Hacía cuánto que no venias a Salamanca? Iván no te olvidó en estos años, a decir verdad no os olvidó a ninguno de vosotros. –su voz parecía triste. David se dio cuenta en ese momento de que la muerte de Iván había sido un duro golpe para ella. –Iván estuvo raro durante los últimos meses. No paraba de mencionaros, en especial a ti, aunque no le di la más mínima importancia ya que, al fin y al cabo, eras tú el último que quedaba con vida. ¿Se puso en contacto contigo en algún momento?

Negó con la cabeza. Parecía que le costaba hablar en presencia de aquella mujer. Jess y él nunca habían sido amigos, ella simplemente había sido la novia de su colega y, ya fuera por ella, o por él mismo, nunca se habían molestado en conocerse mejor el uno al otro.

Eso, añadido con el hecho de que ella también se pinchaba, la había convertido en más un estorbo que alguien por quien preocuparse.

-La verdad es que, hasta que la policía me llamó hace unos días, no había vuelto a saber de él.

-No sé por qué decidió colocarse solo ese día. –se notaba que Jess estaba haciendo todo lo posible por no derrumbarse delante de él. Pegó un sorbo a su café. –Hasta el momento siempre lo habíamos hecho juntos. No dejo de pensar que si hubiera estado aquel día con él…

-¿Estuvo solo en el momento de la sobredosis? –esa noticia le pilló por sorpresa, había dado por hecho que tanto ella, como Jaime, habían estado presentes pero lo suficientemente colocados como para no hacer nada al respecto.

-Esa tarde estuvimos juntos en el bar como cualquier otra tarde. Todo iba normal hasta que recibió una llamada que le puso nervioso y me dejó allí tirada, seguro que fue aquella mujer con la que últimamente pasaba tanto tiempo. Luego, a la noche, volví a casa y me lo encontré tirado en la cama del dormitorio boca arriba. –las lágrimas caían por las gafas de sol aun puestas en el interior del local. –Nunca se había pinchado estando solo, lo teníamos como una norma. –repitió como excusándose. –Alguna vez habíamos tenido un susto pero siempre controlábamos las cantidades, es más, nunca nos colocábamos en la cama para evitar quedarnos dormidos boca  arriba.

“Unos yonquis con normas” –no pudo evitar pensar David, en el acto se arrepintió, no era quien para juzgar a nadie.

-La mujer que has mencionado antes, ¿Te refieres a Alex?

Jess pareció desconcertada con la pregunta.

-Nunca me dijo su nombre. Algo más baja que yo, pelo rizado amarillo paja, estuvo con nosotros en el cementerio, no sé si te das cuenta. Apareció hará unos meses por el bar, lo recuerdo bien porque me llamó la atención ver a alguien como ella en un sitio como aquel, tan arreglada y con esos aires nobles. Se había acercado a hablar con Iván. Nunca me dijo de qué, pero recuerdo que desde entonces se reunían todas las semanas. Iván me contó que le estaba ayudando con un trabajo de investigación o no sé qué, y le estaba pagando bien por ello.

Cubrimos nuestras deudas en cosa de unas semanas y parecía que todo nos estaba yendo mejor, pero Iván cada vez estaba más nervioso, más distante.

-¿Nunca hablasteis de ese trabajo que estaba haciendo?

-Por más que preguntaba me daba largas. Solo sé que empezó a recordaros a vosotros y el tiempo que pasasteis juntos, más que de costumbre quiero decir. Por eso se me ocurrió venir a hablar contigo ahora, sabía que tarde o temprano ibas a pasarte por aquí y en cuanto te vi a través de la puerta no pude evitar esperar a que salieras.

El momento de silencio que siguió después se hizo prácticamente interminable. David tenía mucho que pensar, nunca había hablado tanto con Jessica hasta ese momento. Se dio cuenta de que había generado una personalidad alrededor de aquella mujer sin apenas conocerla y que, en esos momentos, ellos dos tenían algo en común que les unía le gustara o no. En cierta manera le había culpado de la muerte de su amigo, pero la verdad es que ella era una víctima más de unas malas decisiones que les habían atado hasta la fecha.

Con ello no quería justificar a nadie nada, pero se daba cuenta de que todos los presentes eran culpables de sus decisiones y estaban sufriendo por ellas. Iván, Álvaro, Borja y Carlos, habían pagado por las suyas más de lo que podían abarcar.

Metió la mano en su bolsillo notando el tacto frio de la petaca y la tarjeta.

-¿Te puedo hacer una pregunta que tal vez te resulte extraña? –decidió romper el silencio, ella se le quedó mirando, o al menos eso parecía, a través de los cristales oscuros de las gafas de sol. – ¿Iván te contó alguna vez algo sobre esto?  -Preguntó sacando la tarjeta de la gabardina y tendiéndosela encima de la mesa. Se fijó  en ese momento en que el borracho de la barra se giraba pendiente de la conversación. Bajó un poco la voz. –Me la dio ayer la mujer que trabajaba con Iván, la llamó la escalera de Penrose.

-Escalera de Penrose. –Repitió haciendo esfuerzos por recordar. –La verdad es que el nombre nunca lo escuché pero, como ya te dije, Iván no me contaba nada sobre aquel trabajo. Lo que si reconozco es el dibujo, lo dibujaba siempre que estaba aburrido, parecía obsesionado con aquella escalera, lo consideré una de las muchas paranoias de cuando estas colocado, no le di mayor importancia.

Recuerdo que hasta empezó a ir a la biblioteca del campus algunas tardes, nunca me contó que iba pero le seguí en más de una ocasión ya que nunca se iba sin decirme nada. Recuerdo que una tarde le pregunté qué hacia tanto tiempo ahí dentro y se puso como una fiera reprochándome que por qué le espiaba y que no me fiaba de él. ¿Por qué? ¿Qué es ese símbolo?

-La verdad es que no lo sé, como ya te he dicho me lo dio ayer la mujer del cementerio. Me encontré con ella después del funeral en el Yelinas, no sé si por casualidad o me estaba buscando. No le he dado importancia hasta ahora pero igualmente me parece todo muy raro. ¿A qué biblioteca iba? ¿Zacut?

-No no, a la de la Pontificia. Me extraño verle entrar allí, ya sabes cómo era Iván con el tema cristianismo y tal. –Se quedó un rato mirando la imagen antes de devolvérsela. –Fuera lo que fuera en lo que estuviera metido pasó a ser su principal preocupación.

David decidió que se pasaría por allí más adelante. Si su amigo había ido a la Pontificia tanto como decía Jess, igual los trabajadores le podrían decir algo al respecto.

Pasaron una hora más en el bar poniéndose al día de todo lo vivido en sus años de ausencia. Ninguno de los dos había avanzado en lo que a la vida se refiere, simplemente eran los mismos, más viejos y cansados, pero los mismos al fin y al cabo. Los mejores ejemplos de fracaso vital que se podía tener.

David pudo deslumbrar un ápice de cambios venideros en lo que hablaba con Jess. Tanto ella como él estaban cansados de echarle la culpa al resto de sus propios errores, de gastar sus días sin lograr nada a cambio.

Tras la muerte de Iván, ambos se habían dado cuenta de que la situación no podía seguir igual.

Jess le contó que había decidido desintoxicarse. Había pedido ayuda a sus padres quienes se habían puesto en contacto en el acto con un centro especializado.

No había vuelto a ver a Jaime desde el día anterior, en el  entierro. Le  había acompañado a casa a meterse el último pico. Después había recogido las cosas y había vuelto con su familia.

 David se vio identificado cuando ella le contó lo mucho que le había costado dar el paso de volver a casa.

-Despídete de él de mi parte, se que le echas en cara todo lo sucedido, y puede que hasta yo misma lo haga, solo sé que si vuelvo con él no saldré de esta espiral de autodestrucción. –dijo dándole un abrazo de despedida. –me voy mañana por la mañana, cuídate y no seas duro con él. Simplemente está en la misma situación en la que estuvimos todos nosotros.

David asintió con la cabeza, en cierto modo sentía que en aquella hora había conocido a una persona completamente distinta a quien creía conocer. ¿Había estado equivocado con ella todo este tiempo? ¿Lo estaría también con Jaime?

Se despidió sabiendo que la última persona que le ataba a su pasado se alejaba para no volver. En cierta forma se sentía liberado, esos dos días que había estado en Salamanca estaban siendo intensos pero reveladores. Ella había decidido avanzar, él, por su parte, también lo haría. Le deseó la mejor de las suertes en el futuro duro que le esperaba y se dio media vuelta.

Caminó  por las calles de aquel barrio, la peluquería, la tienda de gominolas donde más de una vez habían mangado por el simple hecho de sentir la adrenalina, los bancos de la plaza donde pasaban las tardes fumando… a cada paso le venían  viejos recuerdos a la mente recordándole que no todo había sido malo. Habían sido jóvenes llenos de vida, ¡qué coño! Él aun lo era.

Siempre les recordaría pero ahora tenía bien claro que tenía que vivir, tenía que hacerlo porque ellos ya no podían, se sentía una persona nueva después de aquel café.

Se acercó al portal de la casa donde vivía Jaime. En ese lugar habían pasado también horas sentados charlando. Aquellos recuerdos ya no eran tan buenos como los anteriores. Desde que había llegado Jaime era como si un nubarrón apareciera dispuesto a liberar la tormenta, pintando todo de gris a su paso y con un frio húmedo del que no te puedes librar por muy abrigado que estés.

Había llegado para quedarse.

La puerta estaba abierta así que decidió no llamar. Jess le había recordado qué piso y puerta eran por lo que se metió en el ascensor y subió directamente.

Le había contado que allí habían vivido los tres juntos el último año. Pasaban tanto tiempo allí que prácticamente se habían mudado, Jaime incluso les había cedido uno de los dormitorios.  Ella no había vuelto desde después del funeral, había recogido lo indispensable y el resto lo había dejado allí abandonado al olvido.

Lo que no parecía ser mucho tiempo,  ya que solo habían pasado unas horas,  para ella había sido todo un esfuerzo. Le había contado a David cómo se había planteado seguir los pasos de Iván con ese último pico, y cómo esos pensamientos le habían asustado tanto como para replantearse volver suplicando la ayuda de su familia.

Frente a la puerta, a oscuras, pensó en dar media vuelta, aún estaba a tiempo, ya no tenía muy claro los motivos por los que estaba allí.

Justo cuando se decidió a llamar se dio cuenta de que también estaba abierta.

-¿Jaime? –gritó no con mucho ánimo de que le oyeran. –Jaime, ¿Estás ahí? Soy David.

Llamó pero nadie salió a recibirle.

“Siendo un piso de yonquis no es de extrañar que no esté cerrado” Pensó recordando cómo en ocasiones había visto a Jaime dejar la puerta entornada para que sus compradores se sintieran libres de entrar a por la mercancía cuando quisieran.

La policía nunca le había preocupado mucho, y menos en aquel barrio de la ciudad donde lo más que ocurría era un incendio de vez en cuando fruto del despiste de algún anciano.

Abrió la puerta acordándose de un millón de escenas de películas que comenzaban de la misma manera. El piso estaba entero a oscuras y en silencio. Se planteó si llamar a la policía pero la pereza pudo más. Avisó que iba a entrar y cerró la puerta a su paso.

Ante él se encontraba un pasillo de no más de cinco metros con el salón al fondo. A su izquierda dos puertas daban paso a la cocina y a uno de los dos cuartos de baño que tenia la casa.

Estaba todo bastante limpio. Jaime nunca se había caracterizado de ser alguien desordenado y sucio.  Por el contrario era un gran amante de la limpieza. Volvió a gritar su nombre sin recibir respuesta, tanto la cocina como el baño estaban vacios por lo que decidió adentrarse hasta el salón.

En la mesa aun se encontraban la cuchara, la goma y las jeringas del último pico. Las cortinas estaban echadas pero se podía ver lo suficiente, no había nadie. Al lado del sofá, la puerta que llevaba a los dos dormitorios y el baño restantes, estaba cerrada.

Volvió a gritar, volvió a no tener respuesta, solo el silencio, David notó como su corazón le latía más rápido de lo normal, ¿Había hecho lo correcto al venir allí? Ya que estaba no se iría sin hablar con Jaime. Abrió la puerta dando a un vestíbulo con tres estancias, el baño estaba vacío, por lo que llamo al dormitorio de Jaime.  Tras de nuevo no recibir respuesta, se decidió a abrir.

Allí había una cama hecha a la perfección en un dormitorio completamente vacío.

Se giró, llamó a la segunda puerta que daba a la habitación donde habían estado durmiendo Jess e Iván y abrió encontrándose una situación completamente distinta al resto de la casa.

La cama estaba deshecha tal y como la habían dejado tras retirar el cuerpo de su amigo, parecía que nadie había estado desde entonces. Jess le había dicho cómo la policía había entrado en el piso y habían considerado sobredosis en el acto. Les habían llevado tanto a ella como a Jaime a la comisaria y les habían interrogado mientras los de la científica se habían quedado en el piso. En ningún momento habían dudado que aquel resultado no se debiera a aquel motivo.

Jaime y ella habían escondido toda la mercancía antes de llamar a emergencias, por lo que no habían podido incriminarles en nada.

David recordó la voz de arrepentimiento con la que Jess le había contado aquello momentos antes.

-Mi novio muerto en la habitación de al lado, y mi mayor preocupación fue que no nos pillaran por tráfico. –había llorado.

Los papeles sobresalían del escritorio adueñándose también del suelo. David no recordaba que Iván fuera alguien dado a la escritura y lectura, por lo que le extrañó encontrarse con todo aquello. Apenas se veía el suelto entre tanto folio. Los de la científica no se habían molestado en ordenar el estropicio una vez vistos los motivos de la muerte.

Cogió el  más cercano a su pie. Jess tenía razón cuando había dicho que Iván se había obsesionado con aquella escalera, un dibujo esquemático de ella ocupaba toda la cara de aquel papel al igual que muchos otros de la habitación. “Paranoias de alguien que está colocado” lo había llamado.

Se adentró en la habitación tratando de pisar lo menos posible las hojas. Había una extraña sensación en aquel ambiente, el silencio, las persianas medio bajadas dejando el lugar en penumbra, el olor a cerrado de varios días, las sabanas deshechas casi con la forma de su amigo… no podía dejar de mirar la cama.

Cogió un par de papeles más con el mismo resultado, diferentes versiones de una misma escalera. Se percató de que en la mesa entre todos los papeles había un cuaderno que destacaba sobre todo lo demás, lo cogió y lo abrió por la primera página. Era una especie de diario con notas sueltas.

“Siempre estuvimos solos, nacimos solos cuando no deberíamos de haber nacido, un error, uno entre infinito.

 Nunca fui consciente del peso de mis actos hasta ahora y ahora, me da miedo  dar tan siquiera un paso.

Ella me escogió para encontrarla, ella es como yo, como lo es David, como lo fueron Álvaro, Borja y Carlos ya desaparecidos para siempre”

-¿Dónde está?

Una voz a su espalda hizo que cerrara el cuaderno de golpe. Ante él se encontraba el calvo del bar apuntándole con una navaja de más de un palmo de largo.

Le miraba fijamente, estaba claro que le había seguido. Extrañamente ya no aparentaba estar borracho, de hecho parecía estar tan sobrio como él. No sabía cómo había sido capaz de acercarse tanto sin levantar el más mínimo ruido.

-¿Dónde está? Repitió dando un paso más en su dirección.


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