martes, 11 de mayo de 2021

VEINTINUEVE (Funeral)

 


 

“Las relaciones internacionales cada vez están más tensas, sobre todo después de que el presidente de Venezuela dijera en una rueda de prensa que Estados Unidos era culpable de los ataques.

El presidente norteamericano no ha tardado en presenciarse diciendo que no tolerarán acusaciones de ningún tipo hacia un país que ha sufrido los atentados más que ninguno.

Se ha mostrado rotundo y serio en sus declaraciones no dejando tiempo para preguntas.

Rusia ha salido en defensa de los países suramericanos que han apoyado la acusación.

Mientras, los gobernantes europeos siguen reunidos en Bruselas discutiendo los próximos movimientos a realizar.

En España las medidas del estado de alarma se siguen restringiendo.

Se han colocado controles en las salidas de cada comunidad para evitar desplazamientos injustificados.

Ante el colapso de los centros médicos se han dispuesto hospitales de campaña en los puntos clave de los atentados.

Se ruega a las personas que se mantengan en sus casas y no salgan a no ser que sea estrictamente necesario.

Esperen un momento, tenemos noticia de última hora. Corea del Norte acaba de lanzar unos misiles contra Seúl. Aún se desconoce el número de víctimas pero se sabe que han caído en el centro de la capital.

Para cualquier avance seguiremos informando."

Alex apagó la televisión en cuanto vio que David estaba a su espalda.

-¿Te he despertado? –David negó con la cabeza, había estado durmiendo todo ese tiempo en el dormitorio de Adriana. Tratando de hacerlo más bien.

Alex se levantó del sofá y le dio un fuerte abrazo.

-Parece que se está acabando el mundo. –dijo David señalando la televisión.

-Todas las generaciones tienen un momento en el que lo parece pero siempre acaban sobreviviendo. El ser humano es así, se le da bien joderse a sí mismo, pero es tan tozudo que se niega a quedarse en el suelo.

La diferencia es que ahora estamos solos.

-¿Qué tal tu mano?

-Anestesiada. No sé lo que me ha dado Adriana para el dolor pero tengo que decir que funciona. Aunque aún siento que tengo cinco dedos, se hace raro. –le habían puesto una venda nueva. – ¿Te apetece comer algo? Hay un poco de sopa en la cocina, y si quieres algo sólido puedo hacer unos filetes, arroz…

David negó con la cabeza.

-No gracias, no tengo hambre. ¿A qué hora es el funeral?

-Nos recogen en un par de horas. No he querido despertarte. –había pasado casi todo un día desde que su tía le había dado las malas noticias. David calculó que era casi la hora de comer.

-¿Se sabe algo de S.J? –solo quería pensar en otra cosa que no fueran sus padres.

-Está con Irene en estos momentos ayudando con los preparativos. Sus contactos nos permitirán movernos libremente durante el funeral. Te he traído un traje. Creo que es de tu talla pero será mejor que te lo pruebes. –estaba colgado en la puerta. David lo cogió y fue al baño. Se volvió a duchar, había sudado mucho durante la noche. Se afeitó y arregló el pelo. Apenas se reconoció cuando vio su reflejo en el espejo empañado.

Al salir Alex estaba esperándole para ver cómo tenía las heridas, le vendó de nuevo el torso con cuidado. Aún le costaba caminar.

-Sé que no tienes hambre pero será mejor que comas algo. –insistió.

Él la hizo caso, la ducha le había hecho recuperar un poco el apetito.

Se puso el traje. Le quedaba perfecto, Alex le había cogido las medidas correctamente. Ella se había metido en la ducha y también se estaba arreglando. Al salir se dio cuenta de que iba con el mismo vestido negro que cuando la conoció en el entierro de Iván. Parecía que habían pasado muchos años de aquel día.

Un vehículo les esperaba abajo. Allí estaba Irene, tenía un aspecto de no haber dormido nada. Detrás se encontraba el coche funerario donde estaban sus padres y varios furgones que les escoltarían en todo momento. S.J estaba en uno de ellos, le miró y le hizo un gesto con la cabeza a modo de pésame.

La homilía tuvo lugar en la Iglesia de San Marcos. Un pequeño templo románico de planta circular donde nadie les molestaría. El interior, pese a su forma cilíndrica exterior, respondía a la típica planta basilical de tres naves y tres ábsides.

El muro era prácticamente ciego por lo que casi toda la iluminación procedía de velas artificiales. Al entrar estaban esperándoles Adriana, Andrea y unos cuantos desconocidos que debían ser amigos de sus padres. El ambiente era triste, pero no resultaba cargado en aquel lugar.

No habían tenido ningún problema en llegar hasta allí. La ciudad estaba prácticamente vacía. Cuatro de los hombres de Santi cogieron los féretros y los llevaron justo enfrente del altar.

Adriana se le acercó.

-Espero que hayas estado cómodo en el piso.

-Muchas gracias por todo. Y siento lo ocurrido con Susana.

Una lágrima calló por la cara de la camarera.

-Habiéndose cerrado los puntos de cruce ya no volverán. Solo espero que estén bien. Después de esto nos reuniremos en el Yelinas. –le apretó el brazo y se volvió a su sitio.

David no recordaba la última vez que había asistido a un sermón pero a decir verdad su cabeza en ningún momento atendió a lo que decía el cura. Esperó a que todo aquello terminara y fue el primero en salir de allí al acabar.

Irene se puso a su lado y le pasó un cigarrillo recién encendido.

-¿Qué voy a hacer ahora? El mundo se está yendo a la mierda y papá  y mamá han muerto por mi culpa. –sabía muy bien que una cosa no tenía nada que ver con la otra pero su cabeza en ese momento era un amasijo de malos pensamientos.

-El mundo se está yendo a la mierda. –confirmó Irene. –pero los únicos culpables de la muerte de tus padres son los mismos que tu primera afirmación. Tú no has tenido nada que ver con todo esto. Solo eres una víctima más.

Vieron cómo volvían a meter los ataúdes en el coche para llevarlos al cementerio.

El cura se le acercó. Era Fabio, no se había fijado en él en todo ese tiempo y con los atuendos no le había reconocido.

-Para cualquier cosa estoy aquí. Siento mucho lo ocurrido.

-Gracias por haber venido desde Ávila. Sé que tú también has perdido mucho estos días.

-No volveré a ver a mi gemelo, pero tengo la certeza de que le irá bien sin mí. Ahora tanto él como yo somos personas normales.

El entierro fue muy parecido al que había asistido la semana anterior. Esta vez había más gente pero tanto el cementerio como la lluvia eran lo mismo.

Andrea se puso a su lado mientras bajaban los ataúdes. David no había querido ver los cuerpos, había preferido recordarles tal y como eran en vida.

-Siento lo ocurrido a tu homóloga. Fue horrible lo que le hicieron.

-Nunca la llegué a conocer aunque siendo la misma persona no sé si era necesario. Me tienes aquí para cualquier cosa David. Cuando estés listo pásate por el Midwife. –le dio un beso en la mejilla y se dio media vuelta.

Poco a poco, uno a uno, se fueron retirando hasta que solo quedaron Alex y él.

Irene había ido a hablar con Jara y los hombres que les habían ayudado con todo aquello.

Esta vez fue ella quien le ofreció la petaca. Él la aceptó agradecido y bebió. Ginebra, para variar.

No había llorado en todo el día. Ya no le quedaban lágrimas que llorar. Finalmente ella se dio media vuelta.

-Te esperamos en el coche cuando estés listo.

“Adiós papá, adiós mamá, siento haber sido el hijo que tuvisteis. Os merecíais algo mejor” –bebió y echó lo que quedaba en la tierra.

En ese momento le pareció ver a Jaime con el rabillo del ojo. Giró la cabeza, allí estaba, a lo lejos, mirándole tal y como se lo había encontrado cuando salió de Gabriel y Galán unos días atrás. Quiso dirigirse hacia él pero alguien le llamó a su espalda. Era el enterrador.

-Disculpe pero tenemos otro entierro ahora y con las medidas de seguridad de hoy en día no nos dejan tener más gente. –David se disculpó, ya lo tenía como un acto reflejo. Volvió a mirar a donde estaba Jaime solo para no encontrarse a nadie. Se dio media vuelta y se dirigió al coche donde le estaban esperando Alex y su tía. Ya se había acostumbrado a caminar con el bastón por lo que no  tardó en llegar a la verja de entrada.

-Adriana nos está esperando en el Yelinas junto con Santiago. –le dijo Irene.

Desde las escaleras del bar se escuchaba “One lone night” the White búfalo. A David le encantaba esa canción. Casi perdió el equilibrio. Hubiera caído por las escaleras si no le hubieran sujetado Alex e Irene. Se sentía débil, no podía más.

Le ayudaron a bajar entre las dos. El bar estaba vacío. Solo se encontraban Adriana y Santi sentados en la misma mesa de siempre.

Adriana se levantó para servir nuevas copas.  Todos se sentaron alrededor.

-Gracias por la escolta. –dijo David a S.J.

-Me debían un favor.  Hoy no estamos en peligro, no nos tenemos que preocupar por nada. Solo beber y brindar por aquellos que ya no pueden. Coger fuerzas para lo que viene.

Los cinco cogieron las cervezas y brindaron. De fondo empezaba a sonar “Highwayman”.

Todos se acababan de conocer apenas una semana pero se sentían en familia. Para ser sinceros solo se tenían los unos a los otros.

Poco a poco el silencio se fue convirtiendo en un momento para conocerse mejor. Contar anécdotas de su pasado, nada importante, chorradas que se le iban pasando a cada uno por la cabeza.

Alex habló de la familia que había perdido. No habló con tristeza, sino recuerdos alegres y situaciones estúpidas que había vivido con ellos. No recordó lo malo sino todo lo bueno. Todo lo que se había quedado con ella. Por muy grande que fuera el dolor que sentía, mayor era el orgullo de haber podido sentir todo lo anterior.

Adriana brindó por Susana quien la había recogido de la calle cuando ya no le quedaba nada. Era poco mayor que ella pero la consideraba una madre. Se rió recordando cómo en ocasiones hablaba en plural refiriéndose a sí misma y a su gemela.

-En ocasiones se liaba y se refería a ella en tercera persona. –rió. –yo la vacilaba diciéndole que se parecía a Elmo el de Barrio Sésamo. Nunca entendí del todo la unión que sentían las dos gemelas pero era como si fueran una sola. Compartían todo, sentimientos y pensamientos. Me consuela que estén juntas ahora.

Irene no paró de contar recuerdos de su niñez. De cómo hacía chinchar siempre a su hermana. Cómo Paula siempre la había protegido.

-Tu madre sabía que habías descubierto lo que eras, sobrino. Me lo dijo la noche antes de morir y estaba en paz con ello. Me hizo jurar que te protegería y da por seguro que lo haré.

S.J contó historias de universos lejanos que había visitado. Contó que había mundos unificados por un mismo idioma, cómo habían acabado aceptando que éste servía para comunicar y no para dividir a las personas. Contó a su vez de otros mundos en los que había ocurrido todo lo contrario.

Habló de gente maravillosa y de universos que se habían levantado de la nada tras colapsos como el que estaban viviendo.

Habló de esperanza de futuro y del duro camino que les esperaba hasta llegar a él.

El último en decir algo fue David. Había estado disfrutando de las conversaciones ajenas mientras bebía y, sin darse cuenta se le escapaba una sonrisa de vez en cuando.

Cuando estuvo preparado empezó a contar un recuerdo que le había venido a la mente. Era un recuerdo que no tenía que ver con nada, un recuerdo de una comida del pasado, cuando él aún no había entrado tan siquiera en la carrera.

Habló lentamente, sin mirar a nadie, con una sonrisa en la cara y los ojos llorosos. Todos bebieron y callaron.

Nadie sabía cuánto tiempo estuvieron así y cuánto llevaban bebido. Se acababa una botella y Adriana traía más.

Discutieron, gritaron, rieron, lloraron, en un momento de culmen de intoxicación etílica Adriana se puso a bailar al son de “Rose Tattoo” de Dropkick Murphys. Nadie supo cómo habían llegado a esa canción.

Todos corearon el estribillo.

Pasaron segundos, minutos, horas, días, semanas, nadie llevaba la cuenta, solo existía el presente.

S.J fue el primero en irse seguido de Adriana quien les quiso dejar las llaves del piso. David las rechazó agradecido, quería dormir en casa de sus padres.

Irene le miró con una mezcla de tristeza y orgullo.

Alex fue detrás quedándose su tía y él solos.

-¿Estás seguro de que quieres ir a la casa sobrino? –se habían quedado en silencio.

David estaba serio pero parecía que se había quitado un peso de encima. Asintió.

-Tengo que hacerlo. Quiero hacerlo.

Recogieron todo y apagaron las luces. Aquel local se veía extraño con todo apagado.

David se paró al otro lado de la barra mirando el muro de los recuerdos, ese corcho en el que aún quedaban unas pocas fotos de buenos tiempos, antiguos clientes habituales…

El Yelinas tenía algo especial no podía negarlo. Había sido un día de mierda y aun así había sido capaz de darle un momento de paz.

Su tía le esperaba escaleras arriba. Se dio media vuelta y se unió a ella.

Era hora de volver a casa.

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