Los recuerdos son difíciles de
controlar, los tienes almacenados en una inmensa biblioteca, todo catalogado
por fecha de tal forma que lo más viejo, se pierde entre las estanterías a la
espera de volver a ser encontrado antes de convertirse en polvo.
Recuerdo una frase, “Si de algo
me arrepiento en esta vida es de no haber conocido a mi abuelo” Una frase que
por suerte yo no podre decir ya que yo, si conocí al mío.
Acabo de leer un libro que ha
hecho acordarme de nuevo de estas palabras que hace tiempo que no oía. Este
libro habla de una chica a la que una amiga encarga que visite a su abuelo por
un tiempo indefinido en lo que ella está de viaje.
Un anciano tan común como
cualquier otro te cuenta la
historia de su vida dándote a conocer todos los vuelcos que esta le ha dado, sus amistades ahora
desaparecidas, sus familiares, la historia de nada menos que dos guerras, la
civil y la mundial, todos sus sueños logrados o no, y cómo, de forma
sorprendente, se había convertido en el hombre que era ahora, siempre en el sofá
cuidado por una chica y con todos esos años encima esperando ya lo único que le
queda por vivir.
El simple anciano al que
aspiramos todos llegar a ser algún día, con toda una historia por detrás tan
perra como ninguna que nadie espera tener, pero que a su vez nadie elige.
Elegimos nuestros actos, elegimos
nuestros deseos y nuestros sueños, nuestras intenciones de futuro.
Pero la vida es la vida, y aunque
un destino pleno como tal no aceptemos, un libro ya escrito del que no podemos
borrar sus palabras, si hay que reconocer que no todo depende de nosotros, que
existe algo parecido al destino cabrón que nos cambia las intenciones, para
bien o para mal, eso da lo mismo, lo importante es saber asumirlo y vivir con
ello.
Todos acabaremos siendo ancianos
si dicho “destino” nos lo permite, todos acabaremos en ese sofá viendo pasar el
tiempo con toda una vida a nuestras espaldas, los que tengan suerte serán
abuelos y podrán compartir dicha biblioteca mental con sus hijos y nietos,
porque al fin y al cabo la vida es eso, una historia por contar, una colección
de tomos escritos por las intenciones y lo inesperado.
De acuerdo con tu reflexiòn. De hecho se dice que un anciano que muere es como una biblioteca que arde...
ResponderEliminarAsì es la vida, una historia por contar, como bien dices
Un abrazo Rendan
Los abuelos nos recuerdan de dónde venimos y los hijos hacia dónde vamos. La vida se compone de momentos vividos y por vivir, contarla como epílogo de nuestra historia a nuestros descendientes si el caprichoso destino nos deja. Una muy buena reflexión, Rendan.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Esto me trajo recuerdos no agradables, no conocí a mi abuelo paterno, pero si al materno y me marcó porque cuando su cabello empezaba a pintarse de gris, me rechazó y humilló por muchos años, le ofrecí tantas oportunidades...porque lo único que deseaba era tener un abuelo, pero bueno, no acepto mi oferta. Años después ya cuando no quería tener un abuelo, lo encontré por ahí y el quiso serlo, pero era muy tarde.
ResponderEliminarMe encanta escuchar historia de los que han tenido la maravillosa oportunidad de gozar de sus abuelos, muy bonita reflexión... No quiero seguir pensando que solo la vejez ofrece arrepentimientos...Un abrazo Rendan Laveriz, siempre acertado!!!
Las vivencias de los abuelos enseñan tanto como el contenido de las bibliotecas, quizá. Quizá haya tiempo de vivir con la certeza de que se puede aceptar o rechazar cualquier destino, solo así se puede construir uno nuevo.
ResponderEliminarSaludos.