Sobrevivimos
desde pequeños,
nadie
nos enseña aunque lo parezca,
respiramos
con el primer golpe,
el juego
empieza.
Crecemos,
jugamos, reímos y aprendemos.
Nos preocupamos,
disfrutamos, amamos, perdemos.
Sufrimos
y con ello evolucionamos,
repetimos
una y otra vez,
nos tropezamos.
Luchamos
por lo que queremos,
si
tenemos suerte lo conseguimos
si no
cedemos y retrocedemos para intentarlo de nuevo,
o no lo
intentamos, paramos y cogemos otro sueño.
Trabajamos,
trabajamos, trabajamos…
Del poco
tiempo que queda disfrutamos, dormimos y comemos.
Socializamos
y a su vez,
bebemos,
bebemos, bebemos…
Rompemos
las reglas y nos perdemos intentando convencernos de que todos son iguales,
salvo el
particular grupo al que pertenecemos.
Nos diferenciamos
y descubrimos en su momento que no fuimos más que necios.
Descansamos,
recordamos, logramos entendernos y admitir que nos queda poco tiempo.
Y mientras,
bar,
bar, bar, seguimos bebiendo…
Miramos
atrás pretendiendo saber que conocemos los secretos del universo para los
cuales fuimos ateos.
Intentando
buscarle ahora un sentido a lo que desde el principio dijimos que era un juego.
Envejecemos
como cualquiera con suerte de tener tiempo para envejecer.
Nos arrepentimos
y lo aceptamos,
nos
orgullecemos y lo seguimos haciendo.
Recordamos,
nos entristecemos y alegramos al mismo tiempo.
Nos despedimos
si podemos y morimos para volver a nacer de nuevo.
Dejamos
lo que dejamos,
perdemos
lo que tenemos,
pasamos
a ser un mero sueño
alguien
que existió mientras alguien lo crea,
luego ni
siquiera eso,
Game over,
¿Vuelta
al ruedo?
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