Hagamos un ejercicio de
imaginación, pongámonos en la hipotética situación de que vivimos en un mundo
donde, por las razones que sean, se ha prohibido la construcción de los ahora
en auge, centros comerciales.
Estos enormes titanes, gemelos
unos a otros, con cientos de tiendas
apiladas, situados en la mayoría de las veces en las entradas y salidas de las
ciudades, donde tienen más fácil acceso las personas que van a comprar allí sin
necesidad de adentrarse en la propia ciudad pasan, del día a la noche, a
cerrar.
Los centros, que actualmente
buscan su peatonalización, irónicamente están cada vez más vacíos y muertos,
las personas van a vivir al extrarradio, y los comercios, que antes pertenecían
a pequeñas comunidades de autónomos que formaban plantas bajas de gran variedad
y tipología, hoy en día se convierten en cascarones vaciados para dejar hueco a
las grandes empresas con grandes firmas.
Todas las tiendas que antes
formaban parte de la vida de las calles repletas de escaparates desaparecieron
para largarse a estos grandes almacenes de entretenimiento y gasto, ya no
existe más relación con el ciudadano que la necesidad de comprar algo e ir a
comprarlo.
Pero volvamos a nuestra
situación imaginaria.
Los grandes centros comerciales
desaparecen y todo este conglomerado de tiendas no le queda otra que separarse
y volver a buscar su hueco entre los bajos de las edificaciones preexistentes.
Las personas provenientes de
otros núcleos de población que antes iban a hacer sus comprar a los núcleos
comerciales, deciden meterse en la ciudad lo que genera una relación con la
calle.
El casco antiguo se vuelve a
revitalizar, la sensación de inseguridad de las calles vacías desaparece,
aparece de nuevo la figura del paseante, de los viejos bulevares, pasajes
repletos de tiendas y cafeterías que cruzaban manzanas, avenidas llenas de
arboles para dar sombra a los viandantes, los cines y bares de barrio, los
escaparates con personalidad y color, los soportales para proteger de la lluvia…
Si hacemos este ejercicio de
imaginación de repente, lo que parecía algo tan drástico como prohibir algo de
lo que estamos acostumbrados, no parece tan descabellado y se compagina con la
idea actual de la peatonalización del centro, la revitalización de las
ciudades, y la convivencia entre vecinos, pequeño comercio, ocio, paseo y
sector terciario.
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