miércoles, 10 de octubre de 2018

Regreso a las flores del mal



Hagamos un ejercicio de imaginación, pongámonos en la hipotética situación de que vivimos en un mundo donde, por las razones que sean, se ha prohibido la construcción de los ahora en auge, centros comerciales.

Estos enormes titanes, gemelos unos a otros,  con cientos de tiendas apiladas, situados en la mayoría de las veces en las entradas y salidas de las ciudades, donde tienen más fácil acceso las personas que van a comprar allí sin necesidad de adentrarse en la propia ciudad pasan, del día a la noche, a cerrar.

Los centros, que actualmente buscan su peatonalización, irónicamente están cada vez más vacíos y muertos, las personas van a vivir al extrarradio, y los comercios, que antes pertenecían a pequeñas comunidades de autónomos que formaban plantas bajas de gran variedad y tipología, hoy en día se convierten en cascarones vaciados para dejar hueco a las grandes empresas con grandes firmas.

Todas las tiendas que antes formaban parte de la vida de las calles repletas de escaparates desaparecieron para largarse a estos grandes almacenes de entretenimiento y gasto, ya no existe más relación con el ciudadano que la necesidad de comprar algo e ir a comprarlo.

Pero volvamos a nuestra situación imaginaria.

Los grandes centros comerciales desaparecen y todo este conglomerado de tiendas no le queda otra que separarse y volver a buscar su hueco entre los bajos de las edificaciones preexistentes.

Las personas provenientes de otros núcleos de población que antes iban a hacer sus comprar a los núcleos comerciales, deciden meterse en la ciudad lo que genera una relación con la calle.

El casco antiguo se vuelve a revitalizar, la sensación de inseguridad de las calles vacías desaparece, aparece de nuevo la figura del paseante, de los viejos bulevares, pasajes repletos de tiendas y cafeterías que cruzaban manzanas, avenidas llenas de arboles para dar sombra a los viandantes, los cines y bares de barrio, los escaparates con personalidad y color, los soportales para proteger de la lluvia…

Si hacemos este ejercicio de imaginación de repente, lo que parecía algo tan drástico como prohibir algo de lo que estamos acostumbrados, no parece tan descabellado y se compagina con la idea actual de la peatonalización del centro, la revitalización de las ciudades, y la convivencia entre vecinos, pequeño comercio, ocio, paseo y sector terciario.

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