miércoles, 16 de diciembre de 2020

OCHO (Bretón)

 


La fe es algo curioso en el ser humano, la creencia absolutamente ciega hacia algo sin necesidad de pruebas, explicarse lo inexplicable mediante el simple hecho de creer en algo, un deus ex machina continuo y vital.

Si algo no tiene explicación, lo ha hecho Dios, el karma, el destino o cualquier otra cosa que nos ofrezca una respuesta y tranquilidad que no sea el simple y llano “porque si”

U.S

 Llamar a la puerta fue más fácil que el día anterior.

Esta vez no portaba malas noticias, simplemente iba a comer con ellos y largarse tan pronto como le fuera posible, no tenía intención de estar allí más de lo necesario.

El dolor de barriga apareció de la nada, entre el cansancio y el desconcierto, ahora  podía añadir un hambre voraz al amasijo de sentimientos, por suerte las nauseas que había tenido al despertar habían acabado desapareciendo.

Llamó un par de veces y esperó pacientemente en lo que oía cómo en el interior alguien se acercaba a la puerta.

Le abrió Sonia, la madre de Iván, le sorprendió verla con una sonrisa en la cara y sin rasgos de tristeza por ningún lado, a decir verdad tenia buen aspecto, los rasgos de vejez que había advertido el día anterior habían desaparecido por completo.

Poco a poco esa sonrisa inicial se fue convirtiendo en un gesto de desconcierto, de desconocimiento, de pregunta.

-¿Si? ¿Qué quería? –preguntó manteniendo el mismo gesto y la puerta entreabierta. David advirtió que no le estaba dando paso al interior de la vivienda.

-¿Perdona? –no entendía muy bien la situación.

-Ha sido usted el que acaba de llamar. ¿Quería usted algo?

El llamarle de usted le llamó la atención, pero la tonalidad en la cara de Sonia era lo que más le descolocaba, era como si no le hubiera reconocido pese a que había estado allí mismo hacía apenas veinticuatro horas.

-Sonia soy yo, David, estuve ayer en vuestra casa para decirles lo de Iván. –Contestó pensando que todo era por un cruce de cables debido al luto. “Cuando llegue su marido se aclarará todo” –pensó.

-¿Iván?

-Sí,  celebramos su funeral antes de ayer. ¿Recuerda?

-No sé a qué Iván se está refiriendo, mi marido lleva en casa conmigo todo el día, espera que le llamo. –su gesto de felicidad se había transformado en uno de nerviosismo y miedo.

Cerró la puerta precipitadamente dejándole solo con el frio del exterior,  escuchó cómo la mujer se aseguraba de que estuviera bien cerrada y llamaba a gritos a su marido. No estaba entendiendo nada de la situación, ¿Se le habrían cruzado los cables a la pobre mujer al descubrir que su hijo había muerto y ahora estaba negándolo todo?

Esta vez fue Román quien abrió la puerta.

-¿Si? –tenía el mismo gesto de extrañeza que había puesto previamente su mujer. -¿Qué quería? ¿Quién es usted?

El ambiente estaba inexplicablemente cargado de tensión, David no sabía muy bien cómo comportarse ante aquella situación, ¿Acaso se estaba volviendo loco? ¿Había llegado hasta tal extremo? El último de los cinco ingresado en un manicomio completamente fuera de sí, sería un final irónico para aquella historia, pero suponía que el destino le deparara algo más que aquello.

-¿Quería algo? –le volvió a preguntar Román viendo que no respondía. – ¿Se encuentra bien? ¿Quiere que llamemos a alguien?

-¿De verdad que no me reconoce? Soy yo, David, el amigo de la infancia de su hijo Iván. Estuve con vosotros ayer. –rechazó que aquello fuera una broma de mal gusto.

-Disculpe pero se ha debido de confundir de personas, nosotros nunca pudimos tener hijos. –miró de un lado a otro como si estuviera buscando alguna explicación a aquella situación. –disculpe pero no le podemos ayudar en nada. –dicho esto cerró la puerta tras de sí dejándole de nuevo solo frente a la casa.

David escuchó cómo Román le estaba mirando por la mirilla de la puerta esperando que se marchara, por lo que se dio la vuelta y salió del pequeño jardincillo de la entrada.

Se encontraba solo, sin sus pertenencias, cansado, con dolor de cabeza y la garganta seca. No entendía lo más mínimo lo que estaba ocurriendo pero solo le quedaba acudir a casa de sus padres, necesitaba descansar y comer algo.

Lentamente, realizando el mismo camino que había recorrido el día anterior, repitió una y otra vez lo sucedido con los padres de Iván, ¿Era posible que no le hubieran reconocido? Notaba cómo su corazón palpitaba con fuerza, ¿Qué cojones estaba ocurriendo? No recordaba haber salido del Yelinas, ni tan siquiera recordaba haber pagado lo bebido anoche, ¿Le habían echado algo en la cerveza y ahora estaba en coma viviendo un sueño lúcido o algo así? ¿Acaso nunca había llegado a salir del Yelinas?

Se dirigió calle arriba dirección al centro de la ciudad, las distancias en Salamanca eran relativamente cortas por lo que calculó que en unos veinte minutos estaría de nuevo en casa de sus padres.

“Dentro de lo malo, no llueve” pensó calentándose las manos con el vaho de su boca y frotándolas repetidamente.

El ruido de pasos detrás de él le hizo salir del ensoñamiento, sintió la tentación de parar en seco y darse media vuelta, pero prefirió seguir caminando evitando mirar hacia atrás, esa calle con las casas iguales, típica de los barrios del extrarradio, solía estar  bastante vacía a esas horas del día,  la gente o estaba en el centro o en sus respectivas casas comiendo tranquilamente, aunque eso no quitaba que hubiera paseantes como él en esos momentos.

Siguió caminando pendiente del ruido de los pasos que tenia a sus espaldas, estaba todo en silencio,  por lo que era fácil distinguir,  tan solo con el oído, que eran varias personas, todas ellas dirigiéndose en la misma dirección que él.

Desde el encontronazo con el hombre en la casa de Jaime, David estaba algo intranquilo, a decir verdad paranoico era la palabra, al fin y al cabo, ese hombre había sabido cuál era su coche y le había dejado un rallón indicándole que aquello no había acabado.

Decidió torcer en la primera calle a la derecha saliéndose de la vía principal solo para tranquilizarse,  era lógico pensar que aquellas personas estuvieran tan solo caminando tranquilamente como él hacia el centro.

La calle en la que estaba ahora era otra exactamente igual que la anterior, mismas casas, algún que otro coche aparcado paralelo a la acera, los típicos contenedores de basura, bancos y demás mobiliario urbano…  una de las muchas calles idénticas de acceso a los chalets, no había ningún motivo para que nadie, que no fuera el propietario de una de aquellas viviendas, girara en aquella dirección.

Los pasos continuaron a sus espaldas.

Él aceleró ligeramente el paso tratando que el cambio de velocidad no se notara, simplemente quería ganar más espacio entre él y los viandantes.

El sonido de los pasos aceleró junto a los suyos, como si fueran un eco de sus acciones.

Volvió a girar a la derecha dando la vuelta a la manzana.

Los pasos giraron con él.

Su taquicardia fue en aumento a la par que su respiración.

David oyó cómo los pasos aumentaron la velocidad sin previo aviso,  superando la suya propia.

Un escalofrío.

No lo pensó más, echó a correr temiendo por su vida, si esas personas tuvieran buenas intenciones le hubieran dicho algo.

Volvió a la misma calle principal donde se había enterado por primera vez de que le seguían, ahora estaba claro, le estaban siguiendo.

Había calculado que eran en torno a tres personas aunque ahora estaba seguro de que solo quedaba una detrás de él. ¿Dónde se habían metido las otras? ¿Se habían separado?

Se dirigió hacia las calles del centro de la ciudad deseando ver a más peatones que le dieran cierta tranquilidad.

No tardó mucho en llegar al puente de hierro que unía ese lado de la ciudad con el centro,  vio a una pareja en medio dando tranquilamente un paseo agarrados de la mano. Eran jóvenes, no parecían tener más años que él, corrió hacia ellos desesperado viendo una oportunidad de que sus perseguidores dejaran de hacerlo ante la aparición de testigos.

La pareja se paró en seco al ver como David corría hacia ellos.

-¡Socorro, me están siguiendo! –se limitó a chillar entre sollozos, la pareja parecía asustada, el chico se había puesto delante de ella en señal de protección.

David giró señalando y viendo por primera vez a los desconocidos.

Eran dos, hombre y mujer, no los había visto en su vida, o al menos, no recordaba haberlos visto, no aparentaban nada fuera de lo común, quitando el hecho de que seguían corriendo tras él, podían pasar por una pareja normal y corriente como aquella del puente.

David se quedó paralizado, giró lentamente dirigiéndose hacia la pareja del puente a quienes había pedido ayuda, rezando por que sus sospechas no fueran reales.

-¿QUIENES SOIS VOSOTROS? –Les preguntó a gritos.

Los dos chicos se asustaron aún más echándose para atrás y dejando claro que no tenían nada que ver con aquello para tranquilidad de David.

Dos sonidos sordos, dos puntos rojos aparecieron de la nada en la frente de los dos chicos. Los dos cayeron al suelo.

David quedó paralizado un segundo pero volvió a echar a correr con la mente en blanco.

Oyó como los dos perseguidores paraban.

Oyó el sonido de dos cuerpos caer al agua.

Siguió corriendo.

Siguió corriendo.

Siguió corriendo.

 

Recuperó el conocimiento una vez estuvo seguro de que nadie le perseguía.

Miró a su alrededor mientras tomaba aliento para saber dónde estaba esta vez. Su cabeza estaba en blanco, aun no estaba listo para afrontar lo que había sucedido en el puente de hierro, o lo que creía que había sucedido, su cuerpo taquicárdico temblaba como si no le perteneciera.

Delante de él se encontraba un edificio que reconoció en el acto.

Ante él se situaba una fachada en chaflán pintada de rojo con una puerta doble del mismo color. A media altura, los carteles alineados a lo ancho mostraban las películas que se iban a proyectar, encima de éstos, un rótulo mostrando el nombre de aquel teatro convertido en cine, Bretón, David lo conocía muy bien, lo recordaba de cuando era pequeño, también recordaba que nunca había estado en su interior, no había podido entrar antes de que lo derribaran, ¿Qué estaba sucediendo?

Su mente inmediatamente aplicó la navaja de Ockham, habían tenido que reconstruir aquel teatro en esos cuatro años que él había estado fuera, recordaba perfectamente el revuelo que se montó cuando lo tiraron y le pareció lógico que finalmente lo hubieran reconstruido pero, ¿habían reconstruido entonces toda esa manzana también?, recordaba el enorme solar vacío que había quedado, ¿Era posible que ese solar ya no estuviera allí?

Se sentó en un banco cercano, las piernas le flaqueaban hasta tal extremo de estar a punto de caerse antes que llegar a alcanzarlo.

Ahí perdió el conocimiento.

 

Despertó en ese mismo lugar algo más de veinte minutos más tarde, se encontraba cansado, la tensión había pasado de estar por las nubes a por los suelos y ahora notaba toda la dolencia debido al esfuerzo realizado en esos días.

Se levantó con cuidado, se fijó de nuevo en el teatro Bretón que seguía ahí como si nunca hubiera desaparecido, comprobó que lo que quedaba de sus pertenencias seguían en sus bolsillos y, tras asegurarse de que nadie le observaba, se dirigió calle arriba dirección a la casa de sus padres, no vivían lejos de allí, no tardaría ni cinco minutos.

El camino, pese a ser apenas unas calles más allá, se le hizo costoso e interminable, en cuestión de minutos había recorrido más de la mitad de la ciudad y ahora el simple hecho de caminar era todo un logro para él.

Se volvió a encontrar en la calle de su infancia al igual que el día anterior, para su tranquilidad estaba todo igual, miró la hora, las tres, sus padres tenían que estar en casa, entró en el portal sin llamar al telefonillo, aquella puerta siempre estaba abierta, se metió en el ascensor y marcó el piso, no pensó en nada, simplemente tenia la mente en blanco, notaba cómo el sudor le caía por un lateral de la cara.

Salió del ascensor y llamó a la puerta.

-¿Si? ¿Qué quiere?

La señora mayor que entre abrió la puerta parecía nerviosa, a través de la rendija se podía ver cómo había dejado la cadena puesta para evitar que nadie entrara en contra de su voluntad.

David cerró los ojos tratando de contener las lágrimas de desesperación que inmediatamente brotaron. Se giró con ninguna esperanza para comprobar que no se había confundido de piso, la señora al ver la situación cerró la puerta amenazando con llamar a la policía si no se marchaba en el acto.

Esa era la casa de sus padres, esa era la casa donde había pasado más de la mitad de su vida y donde había estado el día anterior comiendo. Estaba seguro de ello, ¿Pero entonces era cierto que se estaba volviendo loco? No tenía ya a dónde ir, las pocas personas que conocía en esa ciudad o estaban muertas, o no le conocían, o simplemente no sabía cómo encontrarlas,  cogió el teléfono móvil y llamó a todo aquel que se le pasara por la cabeza,  pero siempre era la misma situación, o no contestaban, o contestaba otra persona, o simplemente decían no conocerle, era oficial, estaba completamente solo.

Podía sentir la mirada de la vieja a través de la puerta, por lo que decidió meterse en el ascensor.

Nada más salir se los encontró de frente esperándole.

-¿Dónde está? –preguntaron, era la misma pareja que le habían seguido haría apenas una hora, le estaban esperando. David se fijó en cómo uno de ellos le estaba apuntando con una pistola con silenciador.

Levantó las manos en un acto reflejo típico de las películas. Seguía llorando y no supo que decir.

-Estamos cansados de andar detrás de ti, sabemos que conoces su localización, o por lo menos tienes una pista de donde puede estar, tu amigo se negó a decirnos nada y digamos que acabó teniendo un percance con una jeringuilla, a si que te aconsejamos que no sigas sus pasos y nos digas dónde está.

Era la mujer la que portaba el arma y la que hablaba, era elegante, vestía ajustado no avergonzándose de su figura, podía tener unos cuarenta años y resultaba chocante verla en una situación como aquella. Tenía aspecto de madre trabajadora con varios hijos, no de atracadora y mucho menos de asesina.

El hombre, que se limitaba a estar en silencio a su lado, podía pasar por alguien del montón con una cara de las que se ven y se olvidan, ninguno de los dos tenia mal aspecto.

Se fijó en la mano que portaba la pistola. Un anillo tatuado con las letras US destacaba en el dedo anular, supuso que el hombre tendría otro igual.

-Nos has puesto en un aprieto allá en el puente, esos chicos no tenían por qué haber muerto, aunque todo hay que decir que gracias a ti se ha creado otro mundo completamente nuevo, el asesinato deja de tener importancia en cuanto sabes lo que tú y yo sabemos.

David no sabía a lo que se estaba refiriendo.

-Como puedes ver no tienes a donde huir, pasar por el punto de cruce del Yelinas no fue mala idea, te perdimos por un tiempo esperándote en la entrada pero no pudiste engañarnos, ahora dinos dónde está.

David seguía sin entender nada de lo que estaba diciendo, ¿Le habían seguido la noche anterior al Yelinas? Solo podía pensar en el arma que le estaba apuntando directamente al pecho.

La mujer la amartilló en señal de amenaza.

Él cerró los ojos aun llorando y se encogió esperando lo inevitable.

Dos ruidos sordos como en el puente.

El sonido de dos cuerpos caer al suelo.

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