miércoles, 9 de diciembre de 2020

SIETE (Incertidumbre)

 


La confianza, a la vez que tarda en ganarse, se pierde con gran facilidad.

El ser humano es un animal social que depende del resto para ser feliz, depende de una convivencia y un respeto que se tienen que ganar.

Absolutamente todos los seres humanos son iguales y valen lo mismo, desde el rey que cree en un respeto heredado que no es real y que conlleva a una tiranía, de la que parece que todo el mundo está acostumbrado, al pobre que no se diferencia del rey más que por la suerte que ha tenido en la vida.

Ambos son humanos, ambos son perecederos.

La confianza en alguien, que no sea uno mismo, implica la pérdida de soledad, y con ello se convierte más en una necesidad y un deseo que por naturaleza tenemos.

A una decisión que tomamos con libertad.

U.S

 

-¿Y bien? ¿Cómo era? ¿Te dijo algo? -volvió a repetir viendo que David se había quedado quieto sin decir nada.

-Le acabo de decir que me ha atacado un hombre con su mismo tatuaje ¿Y me responde preguntándome si me dijo algo? -poco a poco el mal humor fue expandiéndose por todo su cuerpo. –Un “¿Está bien? ¿Te hizo algo?” hubiera sido más acertado ¿No cree?,  ¿Quién eres? ¿Qué hacías con Iván y por qué me ataca un chalado preguntándome dónde está una escalera que su propia definición dice que no existe? ¿Qué tipo de juego es este?

Por mucho que levantara la voz en aquel lugar no sobrepasaba del resto del ruido a su alrededor por lo que nadie salvo ellos dos se daban cuenta de la situación. -mencionó a una tal Andrea, ¿No sabrás tu algo sobre el tema? -trató de tranquilizarse.

-Es el nombre por el que me conocen ellos. -se limitó a contestar con su marcado acento extranjero y sin levantar lo más mínimo el tono de voz.

-¿Ellos? ¿En plural? ¿Quiénes? ¿No te llamas Alex entonces? -su mal humor seguía creciendo cada vez más, no le gustaba que jugaran con él, estaba cansado y lo que menos quería era meterse en un asunto en el que no pintaba nada, un asunto en el que la gente amenazaba apuntándote con navajas estando dispuesto a usarlas.

-Créeme, es complicado de explicar, si quieres saber el nombre que me pusieron cuando nací, siento decirte que ni yo misma lo recuerdo, si buscas el nombre por el que me llaman, son demasiados para una conversación así, si buscas un nombre por el que llamarme, ya te lo he dado, soy Alex, por Andrea me buscan a sí que no te aconsejo usarlo. -la tranquilidad con la que decía aquellas palabras era heladora. -soy consciente de que te gustaría tener otro tipo de respuesta pero no puedo dártelo.

-¿Qué eres? ¿Una especie de espía o algo? ¿Eres del CNI? -la pregunta le sonó absurda según salió por su boca, aquello no era una película, esas cosas no ocurrían en la vida real.

-Trabajo más bien de por libre, no puedo explicarte mucho por el momento pero te puedo asegurar que todo irá cobrando sentido con el tiempo.

-¿Con el tiempo? No sé que tienes en mente hacer conmigo pero te puedo asegurar que mi idea es quedarme un par de días mas en salamanca y al contrario que Iván, no quiero meterme en tus asuntos. No quiero tener nada que ver con nada en lo que estuviera metido, bastantes mierdas tengo ya encima yo solito como para que alguien que no responde a mis preguntas me añada más. -Apuró la jarra y pidió otra.

-El hombre que te atacó, a falta de una descripción más exacta, forma parte de un grupo que se hacen llamar “los desaparecidos”, solo puedo decirte que hace un tiempo formé parte de él, quise salir y ahora digamos que me guardan cierto rencor por ello.

-“Los desaparecidos” ¿Qué son? ¿Una especie de secta? Dijeron que buscaban una escalera ¿Cuántos son?

-Puedes llamarlo secta si quieres aunque abarcan demasiado y están demasiado organizados como para considerarlo como tal. ¿Sociedad secreta? ¿Mafia en las sombras? No sabría como definirlo exactamente la verdad. Solo que son peligrosos, parecerán personas comunes y la mayoría realmente lo son o lo fueron por así decirlo. -su tranquilidad se convirtió en un gesto de desconcierto, David se dio cuenta de que hasta ella misma no sabía muy bien cómo definirlos. -pese a haber estado dentro de esa organización, nunca llegué  a saber cuánto abarcaba.

-Según me los describes suena como si fueran los mismos Illuminati. -extrañamente la creía, todo sonaba a ficción, a una locura generada por una mente dispersa, pero aquella mujer tenía algo que hacía que la creyera, no con ciertas dudas eso sí.

¿Aquello seria una estafa? ¿Habían intentado engañar antes a su amigo y ahora que estaba muerto le tocaba a él? ¿Una cámara oculta? ¿Estaba aquella mujer simplemente loca? Había miles de posibilidades más realistas que creerla, pero extrañamente, sin saber por qué, no podía evitar darle el beneficio de la duda y eso le daba miedo porque significaba, que quisiera o no, estaba metido ya en algo muy peligroso y desconocido.

-Sobre el tema de la escalera, permíteme que te responda mañana, aun no estás preparado para ello. Solo debes saber que Iván me estaba ayudando, y que ellos debieron encontrarle sin que yo me enterara.

David se quedó petrificado al darse cuenta de lo que estaba insinuando.

-¿Qué quieres decir con que ellos lo encontraron? ¿Estás insinuando que su muerte no fue una sobredosis? ¿Qué le asesinaron?

-Existe esa posibilidad si, por más que lo pienso me cuesta creer que Iván cometiera ese error, siempre se colocaba en presencia de su novia, nunca en la cama, no me malinterpretes, Iván era un drogadicto, entra dentro de la posibilidad de que ese día fuera más allá de lo que estaba acostumbrado, pero era una persona orgullosa de controlar su adicción, pese a lo incoherente que eso suena, de diferenciarse del resto de adictos mediante sus normas. Dime una cosa, el amigo al que fuiste a visitar cuando te atacaron, ¿Es el camello que le pasaba el material a Iván? ¿Fuiste a la casa donde estaban viviendo últimamente tanto él como su novia?

David asintió.

-¿Cómo lo has…?

-Es el único sitio que tiene lógica que estuvieran vigilando, dime, ¿te abrió la puerta? ¿Llegaste a entrar en el cuarto donde murió Iván?

-Jaime no me abrió la puerta, esta estaba ya abierta, aunque en la casa no había nadie. Sí,  entré en el dormitorio, parecía como si lo hubieran removido, había papeles por todo el suelo aunque no sabría decirte si ese era el estado natural de esa habitación.

-¿Viste entre todos esos papeles un cuaderno negro? Bastante maltratado, medio roto, la tapa arrugada. Iván siempre iba con él a todos lados.

David asintió de nuevo, era justo el cuaderno que le había lanzado a aquel hombre para escapar.

-Estaba allí, la policía no se lo había llevado, a decir verdad parecía como si no se hubieran esforzado mucho en saber lo que le pasó,  vi el cuaderno,  pero allí se quedó, fue en ese momento cuando aquel hombre me atacó y tuve que salir corriendo. Mira no se en lo que estabais metidos tu e Iván pero si eso le mató no quiero tener nada que ver con ello, si realmente crees que no fue un error deberíamos ir a la policía, ellos sabrán qué hacer, y si estas realmente en peligro te aconsejo hacer lo mismo. Mi vida actualmente será un puto desastre, pero te puedo asegurar que no quiero morir y mucho menos por algo que no me incumbe. -se terminó lo que le quedaba de cerveza y se levantó dispuesto a irse, ya era tarde y no estaba de humor para todo aquello. -ahora si me disculpas, ha sido un día largo, como siempre un placer, Alex, Andrea o como quiera que se llame.

-Mañana volveré a estar aquí a la misma hora. -se limitó a contestar mirándole fijamente a los ojos.

 

 

David abrió los ojos con una fuerte resaca, cosa extraña porque no recordaba haber bebido más allá de las dos cervezas la noche anterior.

El sol le daba en la cara dañándole los ojos, no sabía qué hora del día era ni donde estaba. La sensación de desconcierto le recordó al levantar de una siesta demasiado larga. Prácticamente en el acto se dio cuenta de que no estaba tumbado en la cama del hotel, de hecho no estaba siquiera en la habitación de hotel, mir a su alrededor y se dio cuenta de que estaba tirado en el suelo enfrente de la puerta, ahora cerrada, del Yelinas. Estaba apoyado en uno de los contenedores de reciclaje que había en ese callejón justo enfrente de la puerta. El sol estaba bastante alto, calculó que debían de ser sobre las 12:00 antes de mirar el reloj y confirmar sus sospechas.

¿Qué hacia allí? No recordaba haber bebido tanto aunque su cuerpo le dijera lo contrario. De hecho, no recordaba mas allá de haberse despedido de Alex, no recordaba tan siquiera haber salido del bar y mucho menos haber ido hasta el coche y el hotel, cosa obvia viendo dónde estaba tirado. ¿Le habrían metido algo en la bebida?

Comprobó que sus escasas pertenencias aun seguían en sus respectivos bolsillos, incluidas las llaves del coche y la cartera con todo su dinero, no había pagado ninguna jarra de la noche anterior por lo que supuso que todo había ido de mano de Alex. Comprobó posibles heridas, o marcas en el cuerpo pero no encontró nada.

Se levantó notándose mareado en el proceso, se sentía hecho mierda, su cuerpo le respondía bien, pero se sentía débil, se volvió a plantear si le habían echado algo en la bebida pero viendo que preocuparse no le llevaba a ninguna parte, se encogió de hombros y fue caminando tranquilamente hacia el rio donde había dejado el coche la noche anterior.

El centro estaba como solía estar a aquellas horas de la mañana cualquier día de la semana, abarrotado de gente.

Al entrar en la plaza se sentó en una de las terrazas a tomar un café, sentía su boca seca, le dolía la garganta y la luz le hacía daño a los ojos.

Buscó sus gafas de sol, se las puso, le pidió un piti al primero que pasó por allí, y fuego y la hora al camarero solo para demostrar que efectivamente, eran las 12. Aun le quedaban dos horas para ir al hotel, asearse e ir a casa de los padres de Iván con quienes había quedado para comer ese día, no le apetecía lo más mínimo comer con los padres de su amigo recién fallecido con el que, además,  no había tenido trato en esos últimos cuatro años, pero sentía que era lo mínimo que podía hacer, en  cierto modo se sentía responsable de lo ocurrido.

Disfrutó tranquilamente de cada calada de aquel cigarro, lo había intentado dejar mil veces y siempre había acabado volviendo a él, no se consideraba una persona con mucha fuerza de voluntad, a decir verdad, ninguna, cabezota tal vez, pero en lo que al vicio y a la gula se refería, él estaba completamente vendido.

Había aceptado su adicción al tabaco asimiento sus posibles consecuencias en un futuro que a veces deseaba que fuera más pronto que tarde.

Un traguito del café recién traído, y disfruto de aquellas maravillosas vistas que ofrecían la plaza mayor de Salamanca. Estaba seguro de que cada trago de aquel líquido negro le iba a costar un ojo de la cara, pero el simple hecho de tomárselo en un lugar como aquel, un día extrañamente soleado teniendo en cuenta los días anteriores, merecía la pena.

Los estudiantes y gente joven, tirados en el suelo de la plaza comiendo y hablando, convertían un espacio inicialmente vacio y duro, en un lugar lleno de vida.

Los paseantes caminando por los soportales viendo escaparates o simplemente pasando por allí, las personas esperando debajo del reloj del ayuntamiento punto de encuentro principal de la ciudad, los sentados en el suelo, los sentados en las terrazas, todos ellos daban su granito de arena a un lugar que, pese a ser bonito de por sí con sus balcones, medallones y el color de la piedra de villamayor, lo convertían en lo que realmente era, mil mundos, miles de vidas reunidas en un único espacio.

Terminó de tomarse el café  tranquilamente, pagó al camarero, tal y como había supuesto, un ojo de la cara, y se encaminó finalmente hacia el coche algo más recuperado de lo que había estado recién levantado.

Estaba preocupado por haberse despertado entre contenedores y por no recordar nada de cómo había llegado hasta allí, pese a ello prefirió no comerse mucho el coco con respecto al tema, no era la primera vez que se levantaba en un sitio no deseado sin recordar nada de la noche anterior, esta era la primera vez que no recordaba haber bebido nada y que sospechaba que le habían drogado de alguna forma, pero viendo que no le había pasado nada,  prefirió no darle más vueltas, un día más en aquella ciudad y luego regresaría al sur para decidir cómo seguir con su vida, esta vez no esperaría cuatro años o a la muerte de alguien para volver, pero primero tendría que centrar su vida.

Tardó unos diez minutos en llegar desde la plaza a la zona del rio donde había dejado aparcado el coche la noche anterior, solo que ahí no había ningún coche aparcado, miró en todas direcciones por si se había equivocado de lugar, trató de pensar si el día anterior lo había dejado en otro lado pero la realidad era que él había aparcado allí, y allí no quedaba coche alguno.

Cogió su móvil dispuesto a llamar a la policía no sin antes soltar todos los insultos que se le ocurrieron al aire.

Su móvil estaba apagado, sin batería, lo que le llevó a soltar mas palabrotas en voz alta, no se creía que le hubieran robado su tartana, volvió a mirar hacia todos lados con el mismo resultado, en esa calle no había ningún coche que respondiera  al aspecto del suyo.

Tras un momento de desahogo y desconcierto decidió coger un autobús a su hotel, ya allí se asearía, cargaría el móvil y centraría sus cosas de una puta vez, miró su reloj, 12:45, aun tenía hora y cuarto para hacerlo todo, media hora más suponiendo que podía llegar tarde a la comida.

Preguntó a la primera persona que pasaba por allí por la línea de autobús que debía coger y se dirigió hacia allí, estaba cansado de caminar, estaba cansado en general, solo le apetecía dormir pese a que realmente se acababa de despertar hacía apenas una hora, sentía como si no hubiera dormido en toda la noche.

Tardó media hora más en llegar hasta la puerta del hotel, era consciente de las malas pintas que llevaba encima en esos momentos, la ropa sucia y arrugada, sus malos pelos y ojeras, por lo que no le extrañó que la gente le mirara raro al entrar en la recepción del hotel.

Fue directo hacia los ascensores no sin antes saludar al hombre de recepción.

-Perdone. –dijo éste viendo como se dirigía hacia el ascensor. – ¿Está usted alojado en este hotel?

La pregunta le sorprendió pero se dio media vuelta y se dirigió al mostrador para responder cara a cara, era cierto que aquel recepcionista no había estado esos días en el hotel pero igualmente no dejaba de ser extraño.

Sacó de su cartera la tarjeta de la habitación.

-La 304, David Santángel, me alojé hace dos días, si me disculpa estoy cansado y desearía llegar a mi habitación.

Se dio media vuelta de nuevo para volver a ser avisado.

-Perdone pero no encuentro en nuestros archivos ningún David Santángel y desde luego hace dos días no le recibí. La 304 actualmente no está ocupada.

-Me recibió una compañera suya, ¿Y cómo que no está ocupada? ¿Este es El mundial no? –preguntó pese a que sabía perfectamente que aquel hall era el mismo por el que había estado pasando esos días.

-Llevo toda la semana al cargo de la recepción de este hotel, no es posible que ninguna compañera mía le recibiera. Siento las molestias pero no puedo dejarle pasar si no es usted cliente.

-Repito que me atendió una compañera suya, le ruego que pregunte y vuelva a mirar en el ordenador, mire la tarjeta. –estaba perdiendo la calma.

-Y yo repito señor que no es posible, no le he visto ninguno de estos días por aquí.

-Quiero hablar con el encargado.

-Ya está usted hablando con él.

-¿Es usted el encargado?

Asintió con la cabeza.

Viendo que eso no le llevaba a ningún lado se dio media vuelta y se dirigió directamente al ascensor haciendo oídos sordos de los gritos del recepcionista y sus amenazas de llamar a seguridad.

Las puertas del ascensor se cerraron justo a tiempo antes de que llegaran a frenarle.

Salió del ascensor, el pasillo estaba silencioso, era exactamente el mismo pasillo por el que había pasado esos dos días, llegó a la puerta con el número 304 en él, misma puerta, mismo número.

Metió la tarjeta en la misma rendija sin resultado alguno, solo una luz roja burlándose de él diciendo que no le iba a dejar pasar.

Probó varias veces antes de que los de seguridad llegaran para llevarle hasta la puerta del hotel donde le esperaba la policía y el encargado del hotel.

Más gritos e insultos al aire pero sin ningún resultado aparente, él aseguraba ser huésped del hotel, el hotel no paraba de afirmar que nunca habían visto a ese hombre, tras un rato de discusión metieron a David en el coche solo para dejarle unas manzanas más allá, sin coche, sin maletas, habitación ni pertenencias.

Los policías se despidieron de él no sin antes decirle que no querían volver a tener noticias suyas  y que no armara ruido.

Miró la hora, eran las 2.30, ya llegaba tarde a la comida, odiaba aquella situación pero a falta de saber que hacer a continuación decidió ir a casa de los padres de Iván, seguro que explicándoles lo sucedido no les molestaría ni su retraso ni haber aparecido vestido de aquella manera.

Se peinó como pudo en el reflejo de un escaparate y se dirigió a la parada del bus, ese día acababa de empezar y ya estaba deseando que terminase.

No hay comentarios:

Publicar un comentario