martes, 23 de febrero de 2021

DIECIOCHO (Munin)

 


Queridísimo diario. Siempre he querido decir eso.

Hoy he hecho algunos avances. Llevo ya una semana con la misma rutina, me levanto, me ducho, me todo el café con una raya para despejarme y voy a la Pontificia.

Parece que la gente ya se está acostumbrando a mi presencia allí. Ya no hay miradas de preocupación y en ocasiones incluso me echan una mano.

Me interesan sobre todo los libros de historia de la ciudad. Tristemente ninguno habla del tema que estoy buscando cosa que era de esperar. Todos son, por así decirlo, demasiado realistas.

Hoy se me ha acercado un estudiante a echarme una mano, un chico extraño que no se quita unos guantes de seda ni aun estando ahí dentro. Creo que le gusto. Ya le había pillado más veces estos días mirándome cuando creía que no me daba cuenta, siempre al tanto de lo que hacía.

Me ha preguntado qué es lo que estaba buscando, yo me he limitado a decirle que leyendas.

Después de una semana sin avances, el chico me ha traído un libro de justo lo que le estaba pidiendo, “Leyendas de Helmántica” Me ha extrañado ver ese tomo allí ya que parecía demasiado viejo como para pertenecer a aquella biblioteca.

Es un libro de relatos, parece más dirigido a niños que adultos, cada uno diferente al anterior. Entre ellos he encontrado uno que me ha llamado la atención, “La escalera perdida del rectorado” creo que me estoy acercando.

El estado del libro me ha llevado a pensar que debería buscar en otro lugar, ha sido toda una suerte encontrar este tomo ahí.

El chico me ha explicado un poco las distintas bibliotecas y los distintos lugares donde puedo continuar con mi investigación. Parece bastante decidido a ayudarme y está claro que se mueve mejor en estos ambientes que yo.

Al volver a casa he discutido otra vez con Jess. No le gustan nada estas escapadas en las que no sabe a qué me dedico.

Nos hemos tranquilizado con un pico que Jaime nos ha servido. Esta noche he quedado con Alex, le enseñaré lo que he descubierto hoy.

I.C

 

 David no sabía qué hacer, quería salir corriendo de allí.

-Sabía que este día llegaría. –dijo Andrea. –esperaba que no me tocara a mí este trabajo pero es algo que no se puede controlar. –hablaba con tranquilidad, algo nerviosa, pero para nada con el tono que sería lógico usar tras haber encontrado aquello. –no sé cómo conseguiste el Munin pero no necesito saberlo, mi labor es traspasarlo a tu cuerpo.

-¿Perdona?

-A sí que no lo sabes…  -dijo sorprendida. –este tatuaje no es como la Pavonia que te acabo de hacer. El Munin es único,  solo una persona de cada universo lo lleva y no hay forma de hacerlo si no es teniendo el original. Si no es teniendo esto. –levantó el trozo de piel. No parecía para nada asqueada con su tacto. –no tengo ni idea de cómo lo has conseguido pero si lo tienes, es que hay que transferirlo a tu piel, no hay discusión que valga sobre el tema.

-¿Me vas a hacer ese tatuaje ahora? –estaba a punto de quejarse.

-No, no puedo, como he dicho es un tatuaje especial. Tengo que tener exactamente las mismas tintas con las que fue hecho, y estas, al igual que su antiguo portador, no pertenecen a este universo. Tienes que ir a por ellas antes de empezar. –la orden realizada por la tatuadora dejó aun más descolocado a David. Lo decía con urgencia, sin margen para el reproche o la discusión. –visita a mí homóloga,  ella te las dará. –se quedó un momento en silencio tocando el tatuaje del cuervo con la palma de la mano. –el punto de cruce que debes tomar, si no me equivoco, es el de Ávila. Ve a la catedral, enseña la Pavonia y allí te ayudarán. Conozco a los gemelos de ese punto de cruce, no te pondrán ninguna pega y te echaran una mano en lo que puedan. –volvió a guardar la piel en la toalla y a dejar todo tal y como se lo había encontrado. Le tendió la mochila. –y David, esta calavera es un mito. Muchos ansían tenerla, muchos tienen dudas incluso de su existencia, hasta yo las tenía antes de coger tu bolsa.  Llévala siempre contigo y no la pierdas.  Nos esperan días de lucha, si esto ha llegado a tus manos significa que la escalera está en peligro.

-¿La escalera? Pero ¿Qué es?

-La que te lo tiene que decir no soy yo, si no su antiguo propietario. Yo soy solo una tatuadora.

-Pero podría estar muerto.

-Solo los no nacidos desaparecen al morir.

Jaime ¿En qué coño estabas metido? –se preguntó David. Cogió la mochila con todo dentro, se puso el abrigo y se despidió de Andrea.

-Ten cuidado. Nos volveremos a ver. –para su sorpresa le dio un abrazo.

Cruzó la carretera agarrado  a su mochila, su miedo a perderla había aumentado por momentos.

Entró en el bar de enfrente tal y como le había dicho su tía. Allí estaba, sentada en la barra con lo que parecía una alfombra nueva enrollada a su lado. Cuando le vio entrar le señaló el taburete más cercano.

-He aprovechado este tiempo para hacer compras, ¿Crees que le gustará?

-Es parecida a la otra. –se limitó a decirle.

-Carlos siempre se ha portado bien conmigo, sería una pena que no le gustara. ¿Qué tal ha ido? ¿Qué tal te ha caído Andrea?

-Bien. –dijo pensando en la última escena que había tenido con ella antes de despedirse. –me ha hecho el tatuaje, y eso que saqué impar en esa extraña prueba que me hizo. Si te soy sincero no entiendo lo que ha ocurrido ahí dentro.

Irene casi se atraganta con la cerveza debido una risa inesperada. El camarero en ese momento apareció sirviéndole otra a David, Irene se la había pedido al verle entrar por la puerta.

-Yo también saque impar en la prueba, no te preocupes, el resultado era lo de menos, lo que importaba era quien eres. –David la miró sin entender. – ¿En algún momento, a lo largo de estos días, te has preguntado cómo se sabe si alguien es realmente un no nacido? La única cualidad importante de los no nacidos, obviando el tema de que no tienen homólogos, es el hecho de que hagan lo que hagan, no son capaces de crear matronas.

Por un tiempo, la prueba para ver si alguien era o no un error del cosmos se limitaba en comprobar la primera parte.  Se miraban los universos cercanos, si esa persona no existía en ellos, automáticamente se la consideraba parte del gremio. Esto como podrás ver, tenía posibilidades de error.

Fue durante la creación del atlas…

-Sé qué es el Atlas. –dijo al ver la mirada interrogativa de Irene.

-Bien, eso me libra de explicaciones innecesarias. Fue durante la creación del Atlas. –prosiguió. –cuando apareció otra “facción” de personas que era desconocida hasta la fecha.

-Déjame adivinar, los tatuadores. –completó David, ya se estaba acostumbrando a ese tipo de charlas.

-Los tatuadores. –confirmó ella. –estas personas por alguna extraña razón eran capaces de sentir cuándo se creaban nuevos universos. Podían diferenciar de forma inexplicable entre las decisiones diarias y las matronas. Una panda de raritos si me permites la opinión.

La aparición de estas personas hizo que todo cambiara.

Verás, la prueba que hiciste allí dentro no trataba de que sacaras par o impar en el dado, ese nunca fue su objetivo. La prueba  trataba de ver si, tras el intento forzado de generar una matrona, esta acabaría ocurriendo o no.

Te explico más detenidamente. –dijo al ver su cara de no entender nada.

El hecho de decidirse por una superficie u otra a la hora de lanzar el dado, implica añadir una elección a algo que inicialmente es completamente aleatorio.

Tirar un dado en un mismo sitio, por una misma persona, en un mismo momento, supone un mismo resultado en todos los universos.

El hecho de añadir la elección consciente de dónde tirarlo añade las distintas posibilidades, en este caso veinte, en los distintos universos.

 Esa unión de elección y aleatoriedad es lo que genera una diferenciación en los universos. El hecho de que esta elección implique el hacerse o no algo tan de por vida como es un tatuaje, es lo que termina de crear la matrona. ¿Hasta aquí me sigues? –David asintió.

–Estas decisiones, lógicamente son de poca importancia. Los distintos universos creados son tan iguales que no suponen ningún problema para el cosmos. Esta prueba tenía cuatro posibles resultados dependiendo de si eras o no un no nacido.

Por un lado, si hubieras sido una persona normal, esta prueba hubiera generado la ya mencionada matrona.  

Andrea, al sentir la creación de nuevos universos, habría sabido que tú no eres un no nacido. Si hubieras sacado impar entonces, se habría negado a hacerte nada. Mientras que si hubieras sacado par, te habría hecho un tatuaje diferente al previsto.

De esta manera se crearían  los distintos universos en los que tendrías o no tatuaje. –David asintió confirmando que estaba entendiendo.

-Por otra parte, si eres un no nacido, también existían dos opciones, pero estas serian distintas, ya que Andrea no sentiría nada. Simplemente no se generarían matronas.

Ahí el resultado daba igual, par o impar saldrías de ese lugar con la Saturnia en tu piel, la única diferencia sería dónde te la haría. En este caso has tenido suerte ya que si hubieras sacado par, te lo hubiera hecho en un lugar visible. Normalmente en ese caso lo hacen en el cuello o las manos.

Como puedes ver, cuatro posibles resultados y no dos. Sin Saturnia, con Saturnia falsa, con saturnia visible y en tu caso, con la Saturnia bajo la manga.

-Pero entonces,  una vez sabiendo que soy un no nacido, ¿Por qué hay dos opciones igualmente dependiendo del resultado? ¿Por qué no haberme hecho el mismo tatuaje ya fuera par o impar?

-Porque inicialmente siempre tiene que haber distintos resultados, si no, nunca se generarían los nuevos universos, la matrona tiene que ocurrir nada mas tirar el dado, no una vez realizado el tatuaje.

El hecho de que no haya ahora mismo un homólogo tuyo con el tatuaje en el cuello confirma que eres un no nacido. El resultado del dado también te tiene que influir para que este sea válido, y la influencia tiene que ser lo suficientemente clara como para variar un poco tu forma de vida.

 –David asintió mientras le echaba un trago a su caña. Nunca había querido hacerse un tatuaje, y sin embargo, allí estaba, con uno recién hecho y el proyecto de un segundo para el futuro. Se planteó por un momento contarle a Irene el asunto de la piel humana que tenía en la mochila, pero finalmente decidió guardárselo para sí.

-En fin sobrino, si me disculpas tengo cosas que hacer. –dijo señalando la alfombra. –no te preocupes, está todo pagado. –le dio un beso en la mejilla. –luego celebraremos tu iniciación.

Salió por la puerta  con la alfombra en  brazos dejando a David solo en la barra.

Se tomó la cerveza con tranquilidad, no tenía prisa. Una vez hubo acabado salió y miró el edificio de la Biblioteca Gabriel y Galán situado justo al otro lado de la carretera.

Era un edificio pequeño de dos pisos situado en mitad de una plaza rodeada de bloques altos.

Unas escaleras de piedra en el centro de la fachada la dividían en una simetría perfecta. La enorme puerta de madera en el centro separaba dos ventanales a los lados con un enrejado ya oxidado por el tiempo.

A ambos lados de la planta de ángulos rectos, sobresalían dos cilindros  repletos de ventanas dando la sensación al edificio de ser más circular que cuadrado. En el piso superior, se repetía el mismo número de huecos pero de menor tamaño.

David comprobó la dirección de la nota que había encontrado en el diario de Iván. “Plaza Gabriel y Galán 14” Tal y como se había fijado anteriormente correspondía a la biblioteca.

Cruzó la calle y entró sin tener muy claro qué hacer a continuación.

El interior de la biblioteca no se correspondía en nada con la imagen de casa señorial que ofrecía el exterior. Nada más entrar el edificio pasaba de la piedra, hierro y cristal, a un enfoscado blanco y un ambiente de estanterías y mesas sacadas del Ikea.

A esas horas no había más de 3 personas contando con la bibliotecaria. Se acercó  a la recepción cruzando toda la sala. La mujer, que en esos momentos estaba con la mirada fija en la pantalla del ordenador, le sonrió.

-Buenas tardes, ¿Quería algo? –le preguntó en voz baja.

David se quedó un momento en silencio.

-Buenas tardes, estaba buscando a una persona que me dijeron que podía estar aquí. Solo se sus iniciales por lo que no sé si será de mucha ayuda. –la mujer le mantuvo la mirada sonriente. -¿Conoce a alguien cuyas iniciales sean S.J?

La mujer se quedó un momento pensando.

-Siento decirle que no me suena de nada. Aquí trabajamos varios funcionarios pero nadie que responda a esas iniciales, lo siento.

David suspiró. La verdad era que no sabía muy bien que esperaba de todo aquello. Justo antes de darse media vuelta y volver por donde había venido se le ocurrió una última cosa.

Se remangó el brazo con cuidado de no estropear el plástico y se volvió a acercar a la bibliotecaria enseñando el tatuaje de la mariposa.

Ella se quedó extrañada.

-¿Ocurre algo? ¿Necesita algún tipo de ayuda?

David se fijo cómo las dos personas que estaban en la sala estaban expectantes de la situación.

-No, disculpe, ya no la molesto más. Que tenga buena tarde. –volvió a cruzar la puerta.

Comprobó de nuevo la nota.

“Plaza de Gabriel y Galán 13.

Plaza de Gabriel y Galán 14

(Pregunta por S.J, él te ayudará)”

Estaba todo bastante claro, el 13 era el Midwife, el 14 la biblioteca.

Miró la hora.Ya eran las 9 y media de la noche. Se encogió de hombros, buscó en sus bolsillos el paquete de tabaco y se encendió un cigarrillo. Sería mejor dejar aquella incógnita para otro día, ya había tenido suficiente por hoy.

Fue caminando tranquilamente hacia el Yelinas. Había dejado el coche sin batería en la calle de sus padres por lo que dependería de sus piernas hasta nuevo aviso.

Al rato de estar caminando se fijó que alguien le observaba desde la otra acera. Se giró encontrándose con Jaime, quieto, observándole sin hacer el más mínimo gesto de saludo.

David le gritó y le hizo gestos con los brazos, había demasiado tráfico como para cruzar en esos momentos.

Jaime, sin mostrar el mínimo síntoma más allá de mirarle directamente a los ojos, se dio media vuelta y desapareció por la perpendicular que tenia a sus espaldas. Caminaba lentamente, no parecía que estuviera huyendo pero tampoco le había hecho ninguna señal de que le siguiera.

David salió corriendo al primer paso de peatones. Era él, estaba seguro de que era él. No le había visto herido, pero a decir verdad, había estado lo suficientemente lejos como para no tenerlo claro, ¿Había sido el Jaime que le había salvado en el otro mundo? ¿Sería este su homólogo que había conocido de toda la vida?

No, eso no podía ser, David recordaba cómo, el que le había hecho la lección de historia el día anterior, le había reconocido desde el minuto uno. El Jaime que había muerto salvándole, pese a habérselo encontrado en la otra Salamanca, tenía que ser el mismo que habían conocido de niños.

¿Pero eso en qué lugar dejaba al que acababa de ver? ¿Qué era el tatuaje del cuervo? ¿Quién era realmente?

Llegó a la calle por la que había desaparecido pero no había ni rastro de él.

Lo único que tenía claro es que le había estado observando. David sabia que esa no iba a ser la última vez que se encontraran. Estaba metido de lleno en todo el asunto y tarde o temprano acabaría sabiendo la verdad.

Volvió a retomar su camino, volvió a encenderse otro cigarrillo puesto que había tirado el primero al salir corriendo. Soltó el humo de la primera calada al aire.

Aquella noche tenía una cita en el Yelinas.

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